Si la guerra es la continuidad de la política por otros medios, la economía bien puede ser la continuidad de la guerra en la víscera más sensible para quienes utilizan las sanciones a la manera de misiles. Algo de eso dijo el presidente ruso, Vladimir Putin, cuando calificó a los castigos impuestos contra Rusia como “una declaración de guerra”.

Las penalizaciones, sin embargo, no salen gratis. Así, el vocero de Gazprom, el gigante petrolero ruso de mayoría estatal, Sergei Kuprinaov, aseguraba que la empresa seguirá suministrando gas a través de territorio ucraniano “de acuerdo con las solicitudes de los consumidores europeos: 109,5 millones de metros cúbicos diarios”. Como aún no terminó el invierno, y por lo que pudiese ocurrir en el frente de batalla o posibles “contrasanciones” rusas, Europa elevó las compras significativamente.

Rusia fue eliminada del sistema de transferencias bancarias Swift la semana pasada, a pesar de las reticencias de alemanes e italianos. Básicamente, porque se quedan sin posibilidad de pagar por el suministro, por eso no todos los bancos rusos fueron penalizados. Pero como contrapartida, China, India y Rusia impulsan un sistema paralelo que podría terminar definitivamente con el “imperio” del dólar.

Las sanciones incluyeron la comercialización de insumos y equipos tecnológicos. Pero esa también es un arma de doble filo, como señaló Putin al decir que Rusia continuará desarrollando su industria aérea. «Construiremos nuestros propios aviones, como MS-21, Il-114-300, Baikal, etcétera. Seguiremos desarrollando la red de aeródromos», dijo.

Hay quienes recuerdan que Rusia también recibió sanciones cuando en 2014 incorporó a Crimea a la Federación. Como ahora hacen las grandes tiendas y proveedores –como Apple, Zara, Heineken, McDonalds, por solo mencionar a las últimas en plegarse– esa vez varias firmas internacionales anunciaron que se iban del país. El gobierno las estatizó. Ahora, dispuso fondos para comprar empresas extranjeras en el caso de que incauten fondos rusos en el exterior.

Es cierto que Rusia pierde un gran negocio con sin el Nord Stream 2. Por lo pronto, Gazprom cerró su sede en Suiza y echó al personal. Pero allí la firma rusa estaba asociada a capitales germanos. El caño bajo el Báltico costó 11 mil millones de dólares para cubrir más de 1200 kilómetros y proveer a Alemania de gas a bajo costo.

Ahora que EE UU logró que los propios alemanes bloquearan la certificación para entrar en funcionamiento, el vocero del departamento de Estado, Ned Price, se ufanó de que «no es más que un montón de acero, en el fondo del mar».