Al cumplirse el primer mes de hostilidades en Ucrania pareciera que todas las fuerzas se están reagrupando, tanto en el campo de batalla como en los escritorios donde se discuten las consecuencias de la guerra en el Este europeo en todos los ámbitos. Mientras que en Moscú los jefes militares anunciaban el inicio de una segunda fase de la “operación especial” que Vladimir Putin ordenó el 24 de febrero pasado, los líderes de EE UU, la Otan y el grupo G7 debatieron en Bruselas lo que podría considerarse como un Nuevo Orden Occidental. 

El anuncio de una nueva etapa en la estrategia militar rusa disparó la interpretación de una derrota para las tropas invasoras, lo que no se corrobora in situ. Un informe del Ministerio de Defensa de Rusia indica que 1351 efectivos de ese país perdieron la vida en la ofensiva y otros 5000 resultaron heridos. Datos aportados por la Oficina de la Alta Comisionada de la ONU, Michelle Bachelet, señaló a su vez que la intervención produjo en Ucrania 1100 muertos y 1700 heridos. La cifra de refugiados se acerca a los 3,75 millones, según Acnur, de los cuales más de la mitad huyeron a Polonia.

El canciller alemán, Olaf Scholz, informó al término de la cumbre de siete de los países más ricos del bloque occidental, que se había acordado “revisar constantemente las sanciones contra Rusia para determinar su efectividad” y, además, “estar listos para nuevas restricciones”.  

La Comisión Europea, en tanto, decidió realizar compras conjuntas de gas para abaratar costos en virtud de los castigos al proveedor ruso y también aceptó una “excepción ibérica” y permitir medidas fuera de los esquemas del bloque a España y Portugal para paliar el incremento de precios en la luz.

En la tercera de las reuniones en Bruselas, la de la Otan, el presidente Joe Biden anunció la continuidad del apoyo al gobierno de Volodimir Zelensky con «cantidades significativas y crecientes de asistencia en materia de seguridad” y el establecimiento de cuatro nuevos batallones de combate en Eslovaquia, Rumanía, Bulgaria y Hungría para “fortalecer los planes defensivos”  de la Alianza Atlántica.

Biden, por otro lado, advirtió a Moscú que la Otan “responderá como corresponde” al posible uso de armamento químico en Ucrania. Vladimir Putin había denunciado que hallaron un laboratorio de armas químicas en territorio ucraniano, lo que fue confirmado en el Capitolio por la Subsecretaria de Estado Victoria Nuland.  Pero el jefe de la cartera, Antony Blinken, no solo desmintió la información sino que alertó sobre una supuesta operación de bandera falsa de Moscú para acusar a  los ucranianos.

Llamó la atención, en este contexto, una publicación de este viernes del Daily Mail, el segundo diario más leído de Gran Bretaña, en la que reconoce que las palabras de Putin son “al menos parcialmente ciertas”, y agrega que el hijo de Biden, Hunter Biden -que tuvo un cargo en una empresa energética ucraniana luego del golpe de 2014 por el que cobraba 50.000 dólares al mes- ayudó a financiar un programa de investigación con armas biológicas estadounidenses en Ucrania.

“Los mails de una computadora de Hunter muestran que ayudó a asegurar millones de dólares en fondos para Metabiota, un contratista del Departamento de Defensa que se especializa en la investigación de enfermedades que causan pandemias y que podrían usarse como armas biológicas”, dice el periódico, luego replicado en EE UU, Canadá, México y España.

La historia no es nueva: en 2019, Hunter, de 52 años, llevó una Macbook Pro a arreglar en un local en Wilmington, Delaware, y nunca la pasó a retirar. Pasado el tiempo de gracia, el dueño de la tienda, John Paul McIsaac, hizo una copia y la entregó a allegados a Donald Trump, que se hicieron un festín en plena campaña electoral. Ante la ofensiva “canceladora” contra Trump, la información no causó el efecto esperado. Ahora el Daily volvió a la carga con partes explosivas del contenido de 103.000 mensajes de texto, 154.000 correos electrónicos y 2000 fotos.

Desde Moscú, Putin celebró la publicación que confirma “al menos en parte”, como aclara, sus alarmas previas. En una ceremonia de entrega de premios de literatura, Putin lanzó sus dardos contra la ”cancelación” de todo lo ruso que se expandió en Occidente con más intensidad desde el 24F. “Están tratando de abolir a todo un país de 1000 años, a nuestra gente”, dijo. 

Pero también Rusia ejerce su poder de cancelación, al menos económica, y esta semana anunció que en virtud de las sanciones financieras ya no aceptará ni dólares ni euros para el pago de gas y petróleo que sigue vendiendo a Europa. Cada compra debe abonarse en rublos. En esa misma moneda abonarán ellos las acreencias externas.

El castigo económico, aunque podría no ser tan determinante como esperaban en la Casa Blanca, sí tiene efectos nocivos para Rusia. Y según indicó el canciller Sergei Lavrov, los tomó por sorpresa el congelamiento de activos del Banco Central por unos 300.000 millones de dólares. “Nadie que predijera qué sanciones aprobaría Occidente podría haberlo imaginado. Es un robo”, dijo Lavrov. Esa cifra es casi la mitad del total de reservas de oro y divisas de la Federación Rusa, que ahora percibe el error de haber creído en la intangibilidad de los depósitos bancarios en países occidentales.