La Argentina es bimonetaria. Esta realidad, tan concreta como los billetes verdes, fue puesta sobre la mesa por la vicepresidenta Cristina Fernández con su carta del martes pasado, al conmemorarse el décimo aniversario de la muerte de Néstor Kirchner.

La vice señaló que el bimonetarismo es el principal problema argentino, estructural, subrayó, y que su solución sólo surgirá de un acuerdo político multisectorial.

En rigor, el bimonetarismo es una realidad en muchas economías, incluso las desarrolladas, y forma parte de la diplomacia de monedas cotidiana. La presencia de tres billones de dólares en las reservas del Banco del Pueblo de China es un signo de ese bimonetarismo, solo que sucede por arriba, en las instituciones, aunque no por ello es menos concreto.

La presencia del bimonetarismo a veces es una salvación. Los préstamos que el Tesoro de los Estados Unidos otorgó a la Unión Europea en tres oportunidades, luego de las crisis financiera de 2008, fueron el motor que le permitió a la UE, a su turno, establecer sus propios programas de emisión masiva para comprar activos tóxicos que inundaban los balances de los bancos.

Pero en Argentina, el bimonetarismo está asociado a otra faceta: la de la pérdida de la moneda propia y la quiebra nacional.

En su libro El dólar. historia de una moneda nacional, Mariana Luzzi y Ariel Wilkis profundizan con una idea original: la gran presencia de la divisa norteamericana en la Argentina no responde sólo a que es el refugio al que apelan los que tienen ahorros cuando la moneda nacional naufraga por la inflación. Tampoco se explicaría sólo por el hecho de que el país precisa de muchos dólares para crecer, especialmente en su producción industrial, y suelen faltar, con lo que se genera un cuello de botella difícil de sortear.

Los investigadores llegan a la conclusión de que el dólar forma parte de las instituciones políticas argentinas: «Las relaciones y apuestas políticas se ven mediadas por la cotización del dólar, al tiempo que las relaciones y apuestas en el mercado cambiario se encuentran atravesadas por las expectativas políticas», aseguran.

El encuadre sirve para mirar mejor el planteo de Cristina. Mientras el dólar se mueva por el ascensor, no habrá gobernabilidad que aguante. Ese desarrollo aplicó al ex presidente Mauricio Macri y es un peligro en ciernes para el actual. El acuerdo político que pide la vicepresidenta apuntaría, así, a tranquilizar la política.

Sin embargo, hay condiciones objetivas de las que el bimonetarismo es una expresión.

Por caso, cuando la deuda pública y privada nacional en moneda extranjera equivale al PBI, se hace difícil abstraerse de la gravedad de la divisa sobre la economía nacional. La necesidad de dólares no puede ser saldada de ninguna forma ya que además de los pagos de deuda existen otras demandas: importaciones, pagos de dividendos, turismo, fuga.

Sobre esta base, el sistema monetario baila en una constante inestabilidad que a la postre deriva en la inflación y la bancarrota porque no deja de ser emisión de papel que no crea riqueza ni es una alternativa de creación de riqueza. Incluso, la idea del ministro Martín Guzmán de crear un mercado de deuda en pesos comienza a desdibujarse cuando la realidad se impuso por la vía de los hechos: hubo que salir a endeudarse con bonos ligados al dólar para evitar que esos pesos se fueran al verdadero dólar.

El bimonetarismo plantea un problema central. Pero la moneda argentina aun tiene mucho por resolver. «