En un momento preciso de nuestra historia, todas las luchas y todas las esperanzas se resumieron en la consigna de «Luche y vuelve». Desde 1955, la resistencia había sido la respuesta del peronismo al derrocamiento, a la proscripción y a la persecución de su militancia.

En un acto en homenaje a Evita, en el estadio de Nueva Chicago y bajo la lluvia, el 28 de julio de 1972 nació el lema Luche y Vuelve. En su poderosa brevedad sintetizó y expresó la mayor y tal vez la única estrategia de poder del campo popular. Y digo del campo popular porque además de tocar la fibra más íntima de cada peronista, aun los que no lo eran sabían que en el Luche y vuelve estaba el motor que posibilitaría el avance de las aspiraciones de la gran mayoría del pueblo y que, más allá de su éxito o derrota, la consigna expresaba una pelea irrenunciable.

Un compañero, haciendo memoria de pibe cuando con su familia vivía en El Palomar, me contó una vez que cuando su papá escuchaba que venía un avión decía que llegaba el avión negro. Salía al patio y saludaba una llegada de Perón tan imaginaria como deseada. A veces, con una sonrisa de fe y otras, con lágrimas y puños cerrados. Pero salir, salía siempre.

No hubo quietud en la espera sino organización. Esa capacidad es la que nunca se nos perdona: componer un nosotros, aunar lo disperso, fijar un camino. El regreso de Perón desde su exilio fue la coronación de esa lucha.

En esos días como hoy, los peronistas esperábamos una definición que deseábamos, un desenlace: volverá y será. Para muchos y muchas en la espera de esa voluntad se juega la última mano para tener dignidad. Es la condición del derecho a tener derechos, desde ya. Pero es tanta la urgencia y la necesidad hoy y ahora que otra vez es necesario atender a lo más elemental, a las cosas que hacen posible la vida.

En la incertidumbre escuchábamos y escuchamos cada palabra de quien resume nuestra representación queriendo descifrar un porvenir, no solo un futuro. Mientras tanto, la certeza de las maniobras jurídico-políticas de proscripción, el desprecio a nuestra identidad y el odio ya están como estuvieron antes. No es novedad el fomento de la idiotez.

El Luche y vuelve fue la impronta de toda una época. ¿Pero qué es una época? Para algunos una época puede definirse por sus denominadores comunes. Para otros, creo que así lo pensaba Horacio González, una época no es el conjunto de sus consensos, lo que hacían todos, sino el conjunto de dilemas que abre esa época, los desacuerdos que genera y que heredan las épocas que le siguen.

Me parece que esta evocación del Luche y vuelve se da en una época que contiene gran parte de tensiones que fueron capaces de viajar en el tiempo.

En esta época, en la Argentina, hay poderes que parece que no necesitan ganar elecciones para gobernar, que están fuera del control ciudadano. Hay poderes que invisibilizan las cuestiones más determinantes que nos afectan en la vida de todos los días, es dificultoso informarse bien para formarse opinión. Y pasa a naturalizarse que el Código Penal reemplace al Código Electoral, mientras el sueldo no alcanza. Es menos democrática la democracia así.

Por eso, hay un Luche y vuelve hoy. Vuelve a decidirse entre dos caminos no sólo distintos sino opuestos. Un camino es que el protagonismo popular decida y pueda avanzar democráticamente hacia lo que inició el peronismo. Otro es el que viene a consolidar una sociedad autoritaria, partida y desigual realizando el modelo económico inaugurado después de 1976 y continuado –lamentablemente– en la mayoría de los últimos 40 años.

¿Quería Perón ser candidato en 1972?¿Había alternativas? ¿Querrá Cristina ser candidata en 2023? Siento que lo ha dado todo, que no tenemos derecho a exigirle más. Y, sin embargo, la esperamos «