La condena a Cristina Kirchner era esperable. Ella la descontaba, y se había acostumbrado a vivir con un cierto nivel de «peso judicial» sobre su espalda. Tal vez lo inesperado fue la forma en que su hija Florencia quedó involucrada. Post-sentencia, lo que sabemos es que anunció que no participará en las elecciones de 2023, aunque no sepamos aún por qué tomó esa decisión.

Este renunciamiento abre tres escenarios: 1) que CFK pelee contra la condena en primera instancia, dándole un sentido aún más político a una batalla judicial que podría significar, en caso de ganarla, una vuelta a la política electoral; 2) que cumpla su palabra de no ser candidata, pero manteniendo centralidad política en el peronismo, incluyendo la facultad de decidir quién ocupará la candidatura presidencial; y 3) que cumpla su decisión de no ser candidata y, además, se mantenga al margen de las elecciones, dejando a su partido liberado de compromisos y listo a que cualquier dirigente representativo reclame su derecho al trono.

El escenario 1 es el preferido del núcleo duro cristinista. Los seguidores de la vicepresidenta, que creen en su inocencia y en la existencia de una conspiración en su contra, imaginaban que ese «luche y vuelve» ya estaba en marcha. Muchos de ellos aún no terminan de creer su renunciamiento electoral, y esperan la puesta en marcha de un operativo retorno con toda la épica de la resistencia. Es la historia del peronismo y, yendo a tiempo presente, la de Lula Da Silva, para quien una sentencia firme seguida de cárcel significó un renacimiento político. No obstante, hay que aclarar que hay diferencias entre uno y otro caso. Para empezar, Lula logró convencer de su inocencia a una parte muy significativa de la sociedad brasileña, incluyendo a votantes de otros partidos. Es cierto que tuvo la ayuda de lo grotesco: la historia del departamento en Guarujá era ridícula y la transformación de Sergio Moro en político bolsonarista parecía un chiste. En el caso de CFK, hay claros indicios de politización del proceso, pero falta una explicación más contundente de cómo funcionaba la obra pública en aquellos años. Para volver como Lula, CFK necesita convencer de su inocencia a por lo menos una parte de los votantes de Juntos por el Cambio, y eso aún no lo está logrando.

El escenario 2 es el que los políticos ven como más probable. Le creen a CFK cuando promete algo -ella siempre es directa cuando habla- pero dudan de que deje de hacer política por otros medios. Suponen que va a nutrirse de la épica de la persecución, que va a seguir hablando a sus votantes desde una posición cada vez más lejana al gobierno, y que al mismo tiempo va a liderar el espacio que hoy ocupa el Frente de Todos. Agregan que el oficialismo no se va a dividir, y que ella tendrá la suficiente lucidez para elegir a un sucesor que no arrastre mochilas de impopularidad, pero que pueda a su vez recepcionar el apoyo que ella pueda transmitirle. Eso no necesariamente significa que el elegido sea alguno de los nombres en danza: puede ser alguien nuevo, pero con los 25-30 puntos de piso que vienen de arranque con la gracia del señalamiento.

El escenario 3 es una revolución. Si ella no conduce su propio distanciamiento, si sólo se va, se desata la competencia dentro del peronismo. Cualquiera puede ser: un legislador importante, un sindicalista, un líder provincial o municipal. No hay candidatos naturales, todo está abierto. Y lo mismo se.aplica a la oposicion: sin CFK, toda la política argentina entra en situación de orfandad. Cristina Kirchner es la líder del oficialismo, la organizadora del Frente de Todos, y quien puso a Alberto Fernández en la Casa Rosada. Y también, la amalgama de la oposición, que puede sentirse perdida en su ausencia. La coalición Juntos por el Cambio es heterogénea, pero se une contra la vicepresidenta. Si ella no está, cabe la misma pregunta: ¿se mantiene unida o se divide?

En  los últimos meses, la sensación de que el cristinismo estaba acabado fomentó la lucha por el liderazgo opositor, y la condena refuerza el síndrome del ganador. Rodríguez Larreta cree que sin CFK, su camino se allana, porque en su modelo político los «halcones» del PRO no sobreviven sin el espíritu anticristinista que les da fuerzas. Pero la novedad es que se ha consolidado Milei como el tercer espacio en pugna. Si el jefe porteño se siente imbatible, cierra con Macri y no incluye a Patricia Bullrich en sus cálculos, ella puede aliarse a Milei y dividir en dos a la oposición. El peronismo, agobiado por los números de la economía, vería eso con gran ilusión.  «