Por estos días aparece una historia de la que habla todo el país, y que un medio de comunicación hegemónico ha intentado ofrecer a través de una burda operación para instalar el tema de la baja de la edad de imputabilidad, haciendo campaña para el actual gobierno quien propicia una solución mágica al problema de la inseguridad de los “menores”, a través de la baja de la edad de punibilidad.

La televisación -en horario prime time- de la imagen del “Polaquito” (1), un niño de 11 años que vive en las barriadas de Lanús, exponiendo ante una cámara oculta sus supuestas andanzas delincuenciales, son el teatro necesario que ofrece la demagogia punitiva reinante para desatar todos los odios, los ánimos de exterminio de una cloaca interactiva y que gran parte de la vecinocracia argentina consume con indignación para tapar los verdaderos problemas sociales y económicos que azotan al país desde hace meses.

El video del “Polaquito” es una pieza de análisis semiológico-político, pues el contorno que se visualiza deja ver al fondo la presencia de un patrullero estacionado, el lenguaje del periodista que lo interroga está armado con un libreto. Hay un formato de edición de la entrevista que la cámara captura y apunta a la violencia que un niño no debería expresar (si un menor), descontextualizar-des-historizar de donde vino, quién es, cómo vive, los movimientos que lo llevaron hasta ahí: llego solo, en apariencia nadie lo trajo, sería un dialogo casual (el programa PPT no hará alusión al contexto de producción).

Por fracción de segundos el pixel se corre y deja ver el rostro completo del niño. Esa fracción de segundo en que la cámara expone la desnudez no parece ser un error técnico, más bien deliberado; ese corrimiento es la oferta al sacrificio de un cuerpo propiciatorio que la televisión sirve en bandeja buscando liberar los deseos de revanchismo de clase, muerte y exterminio de una parte de la población, a un rostro desnudo para el linchamiento social. El niño sacrificio (sacer), diría Eduardo Bustelo retomando una figura de Giorgio Agamben (2).

Lo siniestro del corte es la incomodidad forzada en el niño que habla en su delirio fantástico delincuencial, quien quiere dejar conforme al entrevistador con la fabula prefabricada o chamuyada del pequeño demonio homicida (allí punible para los deseos de cierta facción política, el “menor” rata como contracara de niño –peronista- privilegiado en sus derechos), mientras es utilizado como instrumento de los que están fuera de la cámara y lo pusieron en la palestra.

La presencia conminatoria de la imagen se presume latente con solo ver el video en sus pocos minutos. Hay algo siniestro, del orden de lo ominoso (Unheimlich, diría Freud) que subyace toda la entrevista, y presiona las imágenes como un agujero negro que absorbe la vulnerabilidad de un niño y la transforma en pura captura: en “algo” que está siendo hablado por “otro” y no es el niño el que habla. Es “el otro” el que habla. La respuesta tabulada a la pregunta que hace “el otro” que domina la escena, que apunta y obtura desde algún lado que no vemos (Caché). Me refiero al reclutador. La carta robada.

El reclutador es la policía o la carta robada. Es la policía la que dicta un libreto y lo hace jugar, como el gato al ratón capturado. Es la policía que está detrás en su patrullero estacionado. Recordemos que el niño de 11 años es víctima de una cámara oculta. Recordemos que el niño tiene varios ingresos en las Comisarías de la zona y está marcado, hasta por la intendencia de la jurisdicción.

Más allá de la violación de todos los estándares de derechos humanos sobre la cuestión puntual del sistema protectorio de la niñez, tanto del periodismo como de la policía (3). La policía digita, marca los tiempos, está detrás de la cámara. No la vemos, pero está todo el tiempo ahí, como el gran director de orquesta, el gran hermano de la escena digitando cada gesto, cada movimiento del “polaquito” como si fuera un títere.

Más tarde nos enteraremos a través de la denuncia de una mamá desesperada, del dirigente del MTE que discutirá por radio con el periodista famoso, que el chico se encuentra en un gravísimo estado de vulnerabilidad, y que ese estado fue aprovechado por coacción, para ser llevado por la policía para repetir cosas que no ocurrieron.

Sabemos del deporte de la Policía de la provincia de Buenos Aires, es el de aprovechar la infancia vulnerable, el vitalismo de los pibes silvestres en su favor, y hacer negocios espurios sobre sus cuerpos y almas. No todos los pibes caen, pero los que entran en ese círculo de violencia institucional, difícilmente puedan salir (4)

El control, vigilancia y dominio de muchos niños pobres, su puesta a disposición del delito es –muchas veces- parte de su forma de regulación de los territorios. Por eso la historia del Polaquito debe leerse, como parte de un intento de forzar-doblegar su voluntad y su cuerpo (al igual que a otros pibes) de ser reducido como títere ante una cámara oculta en la que estaba todo organizado de antemano: la escena, el libreto, la forma, el cuerpo, la interpelación y el fondo. Su aprovechamiento, como producto televisivo seguramente a cambio de unos cuantos mangos (esto ya lo ha hecho en el caso “Candela”, lo hizo en el caso “Barrenechea” y en otros tantos).

Pero claro, este tipo de maquetas dejan costuras al aire, en especial deja en evidencia imperfecciones que son datos empíricos sobre la relación que teje la agencia policial con gran parte de la infancia pobre en la provincia de Buenos Aires. En el mapa de “menores peligrosos” que arma cada Comisaría del conurbano, aparecen los libros de fotos o modus operandi con los rostros fotografiados (5), el software que cruza esa información en análisis criminal del Ministerio de Seguridad (6), la penetración en los facebook sobre quien es cada joven considerado “peligroso” (7). El termino Ingles “profiling”, indica el rastreo de la selectividad policial constante sobre los estereotipos poblacionales juveniles en los que cree está encerrado el peligro en el cincelamiento de un olfato social vecinal (una gorra, un color de piel, una forma de hablar, la vestimenta, una esquina, etc); y es como un escáner al servicio de la comisaría que se logra por fricción con los adolescentes (hostigamiento: privación de la libertad sistemática, requisa, verdegueo, apremio, etc).

Los niños y adolescentes más vulnerables, los que están a la deriva y boyan (por omisión completa de todos los órganos encargados de protegerlos) son el reflujo que permite la trata policial sobre sus cuerpos y almas. Es decir, una cobertura indicativa, tacita o explícita que a cambio de muy poco, les brinda tareas, transacciones, y a la larga los deshecha vía cárcel o ejecución extrajudicial (8)

En el 2008 se denunció públicamente que en la Provincia de Buenos Aires los niños y adolescentes eran instrumento de organizaciones criminales, incluyendo a la policía bonaerense que los usaba como mano de obra barata descartable (9). Luego de agudas críticas del entonces Ministro de Seguridad, el actual Fiscal Carlos Stornelli, poco antes de su renuncia, reconoció ante la justicia aquella hipótesis. La denuncia que el mismo formuló –y que hoy está en un cajón- decía: “se hizo un reclutamiento de menores y mayores de edad en asentamientos de emergencia… les encomendarían tareas delictivas, bajo patrones criminales comunes…”, y terminaba definiendo que estos hechos ocurrieron “con intención de desestabilizar al Gobierno de la Provincia de Buenos Aires”

Lo cierto es que niños y jóvenes son utilizados para cometer ilícitos (10), pero antes padecen circuitos de vulneración sistemática a sus derechos, que culminan en casos de gatillo fácil, por fallas e incumplimientos del sistema de promoción de derechos en cabeza de las agencias públicas locales y provinciales encargadas (garantes) de contenerlos. Es decir, el reclutamiento es una fase más del proceso de vulneración y revictimización que concluye con la muerte anunciada del joven, que la opacidad estadística y mediática no refiere, y que por estos días está causando estragos (11)

Las ilicitudes omisivas del Estado en el cumplimiento de las leyes de promoción de derechos a su cargo, contrastan sin embargo, con el agenciamiento represivo e institucionalización que solo tiene por objeto la segregación espacial, potenciando la lesión a los derechos esenciales de los jóvenes de las periferias urbanas en riesgo de extrema vulnerabilidad. Todo ello avalado por un sistema de comunicación masiva que, soslayando la función preventiva del Estado, intenta legitimar la opción criminalizante, con amplio predicamento en los sectores medios de la sociedad, dejando indemnes a los reclutadores.

No digo ni afirmo aquí que el “Polaquito” sea efectivamente un pibe reclutado para cometer delitos. Digo que está en condiciones de poder serlo y que fue forzado-reclutado a entrar en una escena (ratonera) en la que si no fuese vulnerado-vulnerable, nunca hubiera entrado para ser filmado y expuesto. Hay pibes que luego de este tipo de instrumentalizaciones, si son mano de obra barata y de descarte. También en otros roles o actores de otras escenas.

Las imágenes del “Polaquito” adelantan la estigmatización de “homicida”, y eso es el efecto deseado-logrado de la cámara, en la mirada prejuiciosa del televidente sobre su cuerpo. De allí que el aprovechamiento sea tan canalla que en su violación más degradante la esfera de la niñez se pierde en la condena (como menor-peligroso- enemigo-homicida). El reclutamiento policial-municipal-mediático es la colocación del niño en la escena del show, para transformarlo en producto eliminable. Un ejemplo ilustrativo para otros pibes en igual condición. La Carta Robada del Polaquito.

(1) El video: https://www.clarin.com/policiales/polaquito-historia-estremecedora-nene-12-anos-dice-mato-robo_0_BkE4xoYHb.html

(2) Véase, “el niño sacer”: Eduardo Bustelo, “El Recreo de la Infacia”, S XXI, en: http://www.scielo.org.ar/pdf/sc/v1n3/v1n3a02.pdf

(3) Art, 2, 3, 9, 16 Convención Derechos del Niño, art 75 inc 22, CN, art 22 ley 26.061, art 36 y 39 ley 13634. Art 148, 144bis del código Penal.

(4) Véase el último informe del CELS, “Hostigados”: http://cels.org.ar/hostigados.pdf

(5) J. Axat, Fotografía y prontuario Policial de Niños Peligrosos, en revista de Criminología, LA LEY, véase: https://elniniorizoma.wordpress.com/2017/06/02/fotografia-y-adolescentes-considerados-peligrosos-articulo-de-doctrina-penal-por-julian-axat/

(6) J. Axat, Policía e inteligencia sobre Jóvenes Considerados Peligrosos: http://sedici.unlp.edu.ar/bitstream/handle/10915/44236/Documento_completo.pdf?sequence=1

(7) La Bonaerense te escracha en facebook, en Pag/12: https://www.pagina12.com.ar/diario/sociedad/3-185384-2012-01-13.html

(8) J. Axat, gatillo fácil, garantismo inverso y robos a la policía, en Infojus: http://www.infojusnoticias.gov.ar/opinion/gatillo-facil-robos-a-policias-y-garantismo-inverso-15.html

(9) Véase Horacio Verbitsky, Pág. 12: “Granados en Guerra”: https://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-228564-2013-09-08.html

(10) J. Axat y Luis Federico Arias: De qué hablamos cuando hablamos de reclutamiento de jóvenes para el delito, véase: http://perio.unlp.edu.ar/node/3592

(11) Dos asesinatos de adolescentes en menos de dos días, en manos de la policía: http://www.infobae.com/sociedad/policiales/2017/07/18/un-policia-mato-a-un-chico-de-13-anos-e-hirio-a-otros-dos-dijo-que-le-quisieron-robar/ y https://www.pagina12.com.ar/50721-tras-el-asesinato-de-paraguita-toledo

Publicado originalmente en http://www.lateclaene.com/julin-axat-menores-