Lidia Vieyra estuvo más de un año desaparecida en el centro clandestino de detención de la ESMA. Unos pocos meses después de su secuestro, entre julio y agosto de 1977, asistió a María Hilda Pérez, a quien conocía como ‘Cori’, para que diera a luz allí mismo en el campo de concentración y exterminio de la Armada.

Su testimonio ante el Tribunal Oral Federal 6 de la Ciudad se dio en el juicio que se le sigue al represor Adolfo Donda por el rol que tuvo durante la apropiación de su sobrina, Victoria Donda.

“Recuerdo que era de noche y escucho que Cori pide ayuda. Le pido al guardia que me deje ayudarla. La llevan a una piecita al lado del baño, que fue después la ‘pieza de las embarazadas’, y a mí me llevaron minutos después. Había una mesa de madera, Cori estaba tirada ahí, y veo a el que iba a efectuar el parto, el doctor (Jorge) Magnacco”, contó la sobreviviente.

Lidia fue la primera en sostener a la niña. “Cuando se va Magnacco, Cori salta de la mesa, toma la niña en brazos y la levanta. ‘Se va a llamar Victoria’, dijo”, recordó y relató por qué decidieron ponerle un hilo azul en su oreja apenas había nacido: “En esa época, no sabíamos todavía qué pasaba con las madres ni con los niños. Ellos decían que los niños iban con sus familias. Cori le hace un agujero en la oreja a Victoria, le pasa una aguja con un hilo azul por si la llevaban a un orfanato, que era lo peor que nos imaginábamos que podía pasar. Nunca nos imaginamos este horror, que esta gente se apropiara de los niños a cuyos padres mataban. La trama del horror a veces es muy difícil de pensarla”.

Las dos jóvenes hicieron ahí un pacto: “Dijimos que cualquiera de las dos que encontrara a Victoria, la que saliera primero, nos íbamos a encontrar en el puente pacífico los 31 de diciembre”.

Cuando salió de la habitación, fue llevada nuevamente a su lugar de detención, en el sector de “Capuchita”. “Después me enteré que se habían llevado a la niña y que a María Hilda la habían trasladado, que eran la muerte”, aseguró y añadió: “Fue todo muy rápido. En ese rato que estuve con ella, que pueden haber sido un par de horas. El tiempo en la ESMA era algo virtual. De lo que me arrepiento es de no haber preguntado el día, porque podría haberle regalado a Victoria el día de su cumpleaños”.

Durante su testimonio, la mujer repasó también el rol de Adolfo Donda en la ESMA durante ese tiempo. Si bien no integraba de manera permanente los grupos de tareas, Donda, a quien conocía como “Palito”, era un operativo rotativo de las patotas durante 1977 y al año siguiente se convirtió en jefe de Operaciones del Grupo de Tareas de la ESMA.

A través de otro detenido, el sobreviviente Lisandro Cubas, quien declaró la semana pasada, se enteró que Donda era el cuñado de “Cori” y que le había prometido entregar la niña a la familia.

“Me consta haberlo visto a Palito en la ESMA haciendo operativos. En octubre, noviembre, se arma la Pecera en Capucha y me llevan a hacer trabajo forzado y ahí lo vi a Palito. Y luego, a fines de enero o febrero del 78, me llevan a El Dorado, un sector de inteligencia y en ese lugar siniestro los vi a Palito y a Piraña (alias de Juan Antonio Azic, apropiador de Victoria)”, señaló.

Tanto el testimonio de Cubas como el de Vieyra son claves para desmontar la estrategia de la defensa de Donda, quien sostiene que al momento del parto no estuvo en la ESMA.

En ese sentido, la testigo añadió: “En el año ‘78, Donda fue jefe de Operaciones. Seria subestimar a la Armada pensar que un jefe de Operaciones no tuvo un vínculo anterior. Se formaban antes y luego se les daban la posibilidad de ser jefes de operaciones. Un jefe de Operaciones ha dado muestras de confianza a sus superiores para serlo”.

Tras ser sacada de la ESMA, Victoria fue apropiada por Azic, quien ya fue condenado por estos hechos, y recién logró recuperar su verdadera identidad en 2004.

Vieyra recordó que regresó del exilio con la vuelta de la democracia y que comenzó a buscar a la niña. “Un día me llama una compañera. Me citan a la casa y llega Victoria. Yo la ví y supe que era ella. Tenía los mismos ojos que había visto cuando nació”, rememoró. “A partir de ahí, siempre estuve cerca de ella. Ella quiso llamarme tía. Siempre cuidaré de ella. Estar con ella de alguna manera a través de su mamá. Es un legado que va más allá de cualquier razón”, concluyó.