Al amparo de una bonanza, quizás temporal, que aturdió a la sociedad, alejó a la población de la práctica política y abrió las puertas a las voraces multinacionales que desde la segunda mitad del siglo pasado hacen uso y abuso de una generosa política fiscal, la República de Irlanda (con Dublin, su capital) se sumó a la ola xenófoba europea. Las entidades de raíz liberal, filo nazi, o nazi directamente vuelven a pisar fuerte y, como siempre, las expresiones democráticas llegan tarde, lo necesariamente tarde como para permitir la reorganización de partidos ultraderechistas como el Liberal Irlandés (Fianna Fáil–Guerreros del Destino). No casualmente, los Guerreros y otras organizaciones liberales resurgieron cuando el nazismo vuelve a pisar fuerte en países como Alemania, Italia, Hungría y Austria. En Europa.

Los grandes medios occidentales, distraídos o cómplices, para los que Irlanda sólo existía mientras las impactantes acciones militares de la guerrilla católica del Ejército Republicano Irlandés (IRA, inactivo desde 2005) remecían hasta los cimientos al paraíso verde de la isla del oeste de Gran Bretaña, la redescubrieron ahora. La ultraderecha creció pacientemente en lo que va del milenio, pero entró en una fase explosiva tras los disturbios vividos en Dublín después de que el 23 de noviembre del año pasado un hombre apuñalara a tres niños  y dos adultos en las afueras de una guardería y jardín de infantes de la capital. La primera reacción pública fue de consternación, pero el odio irrumpió rápidamente, cuando se echó a correr la falsa versión de que el atacante era «nacido en el extranjero», así, genéricamente, «métèque», el paria europeo al que con amor y ternura le canta el griego Georges Moustaki.

Esa fue la voz de orden para que la falsa consternación diera paso al racismo. En minutos, lo que indica que había un factor organizador presto a poner sus células en acción, cientos de manifestantes de ultraderecha, con sus consignas contra los inmigrantes y su tradicional pedido de pena de muerte, coparon las calles, enfrentaron a su policía, quemaron vehículos y saquearon comercios. A esa altura el gobierno ya había dicho que el atacante no era extranjero sino un desequilibrado. Quedó claro, allí, que la supuesta «protesta», basada en rumores sobre la nacionalidad del protagonista no era más que un ataque al gobierno, que abrió sus fronteras tímidamente, siguiendo las pautas dictadas por la Unión Europea, para «disciplinar» al aluvión de refugiados y expulsados económicos que llega del oriente.

«El tema central de la campaña de la ultraderecha contra el gobierno es la inmigración. La población de Irlanda pasó de 3,9 millones en 2002 a algo más de 5 millones actualmente. Ya en 1998, uno de cada cinco irlandeses había nacido en el exterior y con 13.000 personas declaradas sin hogar, muchos dicen basta», escribió el Irish Sunday Times. Sin ningún dato preciso, pero con un discurso de fácil penetración en una sociedad aturdida por la falsa bonanza del consumo, los Guerreros del Destino volvieron a su raíz xenófoba. Se valieron de sus medios dominantes para decirles a los irlandeses que «el imprudente sistema de fronteras abiertas del gobierno, que permite la entrada de gran número de varones de origen desconocido, provocó un aumento de la violencia y las agresiones sexuales».

Aunque del mismo palo que los Guerreros, la Irish Business (IBEC, una entidad patronal surgida de la fusión de la Federación de Empleadores y la Confederación de la Industria) contradice a sus socios ideológicos. «Los inmigrantes son necesarios pues de lo contrario muchos sectores de la economía se hundirían, la sociedad no podría seguir funcionando sin ellos», sostiene. Los Guerreros son uno de los motores de la Internacional Liberal impulsada por el escritor Mario Vargas Llosa y nutrida, entre otros dudosos demócratas, por Vente Venezuela, el partido de la golpista Corina Machado, y el fascista Partido de la U, del expresidente colombiano Álvaro Uribe. En un entramado que se referencia en la alemana Fundación Friedrich Naumann para la Libertad y la Unión Internacional Demócrata, allí está el PRO argentino de Mauricio Macri y Patricia Bullrich.