El primer intento fue con la camiseta de Boca. En la espalda, arriba del número, durante un amistoso por el centenario de Maccabi Tel Aviv en Israel, se leía la publicidad de bwin. Fue en 2006. Mauricio Macri, presidente del club, había firmado un acuerdo por 13 millones de dólares. Lotería Nacional, una sociedad del Estado, denunciaba que la empresa violaba la Ley N° 25.295 de Pronósticos Deportivos, el PRODE. No sólo no podía operar, tampoco podía hacer publicidad. La asamblea de representantes bajó el contrato. Boca tuvo que sacarse a bwin de la espalda.

Pero bwin -que se llamaba Betandwin hasta que un estudio de mercado le señaló que la palabra «bet» (apuesta) resultaba negativa- buscó entrar al país por otro lugar. Consiguió un permiso provisorio en la provincia de Misiones y comenzó a levantar apuestas online en todo el país con los partidos de Primera y el Ascenso. Todavía no se jugaba a un click del teléfono. No había aplicaciones. Había que ir a una ventanilla para depositar el dinero y apostar desde el navegador de la computadora. Los directivos de bwin decían que había un vacío legal gracias a internet. En la AFA estaba Julio Grondona, que quería el PRODE Bancado. Se abrió una batalla legal, tuvo fallos en contra, le bajaron el sitio web, lo volvió a subir, de algún modo la empresa se las encargó para empujar y seguir.

Las casas de apuestas online ya no necesitan de esas pulseadas. Autorizadas a operar desde 2021, inundaron el fútbol argentino. Según un estudio de Seenka, una compañía de monitoreo de contenidos y publicidad, el 66% de la pauta deportiva del país alienta los juegos de azar. El año pasado -reveló un informe de Kantar Ibope Media- la publicidad online y offline de apuestas creció 281 por ciento en la Argentina. Ningún otro rubro lo superó. 

Están en todo momento, en horarios aptos para todo público por todos lados,. Cuando mirás un partido, cuando revisás las redes, cuando leés las noticias de tu equipo. Aceptá el desafío, mostrá lo que sabés, gana plata al instante, hacelo desde cualquier lugar, es muy fácil, bajate la app a tu celular, acertá y festejá con tus amigos. Te lo dice tu club desde su cuenta de Twitter y te deja el link para que todo sea más sencillo. Y si no tenés plata, tomá un préstamo.  

Llenar de pauta medios y otras plataformas es un movimiento a dos sentidos. Alienta el juego, lo que ya es peligroso, y frena la posibilidad de poner en discusión todo lo que las apuestas traen. La sospecha de resultados arreglados, por un lado, y el crecimiento de la adicción, la ludopatía, sobre todo en los más jóvenes. “La publicidad hace que las apuestas sean más comunes y aceptadas. Es difícil lograr que los futbolistas no arreglen si tanto dirigentes de los clubes y casas de apuestas están ganando mucho dinero con el patrocinio y las apuestas”, dijo en marzo pasado a este diario el periodista canadiense Declan Hill, el mayor investigador sobre apuestas y arreglos de partidos. 

La sospecha está siempre ahí, sobre jugadas específicas, un lateral, una falta, un gol, una expulsión. Lo que denunció Claudio Paul Leguizamón -y que se suma a otros episodios anteriores- puede estar vinculado con apuestas clandestinas, pero las oficiales terminan por validar un sistema. Los fallos arbitrales ya no se miran con la lupa sobre a qué equipo benefician o a quién perjudican. También pueden mirarse bajo la sombra de las apuestas. El VAR, como ya se ha visto en ocasiones, podrá tener aciertos. Pero también puede ser el gran manipulador de resultados.

Desde ese lado lo que está en peligro es la credibilidad de un deporte. Pero además está el otro lado, cómo se alimenta la adicción al juego, la ludopatía, los testimonios de docentes que cuentan cómo alumnos apuestan en clase. En Europa, donde las apuestas llegaron mucho antes, tuvieron que regularlas. Es la misma discusión que hoy atraviesa Brasil después del escándalo con jugadores que arreglaron con apostadores. En la Argentina, a dos años de su llegada, está fuera de control.