Declan Hill aún disfruta con los partidos de fútbol amateur que juega los sábados por la mañana. Nacido en Canadá, 51 años, doctorado en Sociología en la Universidad de Oxford, Hill, de niño, se hizo hincha del Arsenal. Pero todo cambió desde que el periodista de investigación se hundió en el barro. “Lo que hace el arreglo de partidos es hacer trampa para perder -dice-. El fútbol que todos amamos está siendo transformado en algo irreal, en un vehículo para las apuestas. El fútbol es la última selva comercial”. En 2008, Hill había infiltrado el sistema con la publicación del libro Juego sucio. Fútbol y crimen organizado, en el que relató cómo se arregla un partido -hasta de un Mundial- desde el mercado de apuestas ilegales de Asia. Desde entonces, dice, “nadie hizo nada”.

A cargo de un grupo de investigadores en la Universidad de New Haven, Connecticut, Estados Unidos, Hill sigue haciendo: el año pasado calificó a la situación en Argentina como “mierda total”. Las apuestas deportivas también traen una enfermedad, la ludopatía: el 86% de las apuestas en Gran Bretaña, grafica Hill, se concentra en el 5% de los apostadores (adictos). Y dimensiona el tamaño del monstruo: “Una sola compañía asiática mueve 46.000 millones de dólares al año. En 2022, Adidas facturó casi 20.000 millones. Y hay entre ocho y diez casas de apuestas asiáticas de similar volumen”. Hill habla acerca de lo que llama la “crisis existencial” del fútbol.

-¿Cómo incide en el arreglo de partidos la proliferación de publicidades de casas de apuestas? En Brasil, 17 de los 20 clubes del Brasileirão llegaron a tener publicidad de casas de apuestas en sus camisetas. En Argentina, directamente la AFA firmó un contrato de publicidad con una casa.

-La publicidad hace que las apuestas sean más comunes y aceptadas. Es difícil lograr que los futbolistas no arreglen si tanto dirigentes de los clubes y casas de apuestas están ganando mucho dinero con el patrocinio y las apuestas. El otro tema, del que casi nunca se habla, es la prevalencia de la adicción al juego entre los futbolistas. Es un problema masivo. Cuanta más publicidad y “normalización”, más adicción. Cuanta más adicción al juego, más amaños de partidos. La AFA y las federaciones deberían pagar la educación y el tratamiento a la adicción al juego entre los futbolistas. Y deberían aumentar los salarios y los beneficios de los futbolistas y árbitros. El juego es adictivo. Los deportistas jóvenes corren un gran peligro por ello. Todo lo que los hacen buenos en los deportes, los hacen terribles en el juego. Sus tasas de adicción son mucho más altas que las de la población general.

-¿Por qué calificaste como “mierda total” a la situación con las apuestas y los arreglos en Argentina?

-Estamos viendo tantas señales de peligro, red flags (banderas rojas) en tantos partidos… Una bandera roja es cuando las probabilidades de apuestas en un partido son muy sospechosas. América Latina puede ser el criadero de la red mundial de amaños de partidos porque el fútbol latinoamericano es famoso en todo el mundo, los mejores futbolistas son de América Latina y se sigue en todas partes. Por lo tanto, el interés del mercado de apuestas es enorme.

-¿Hasta dónde llega el mercado asiático de apuestas clandestinas en Sudamérica?

-No se movieron. Es un mundo globalizado. Internet permite a los apostadores realizar apuestas de partidos en cualquier parte del mundo. El mercado de apuestas ilegales se encuentra principalmente en Asia y les encanta apostar en el fútbol sudamericano. Es un mercado de juego de 1,7 billones de dólares. Gran parte del dinero se destina a los grandes partidos con los grandes equipos. Pero también se apuesta por muchos pequeños.

-¿Hay arreglos de partidos en juveniles?

-Sí, el mes pasado se descubrió en partidos brasileños Sub 16. Una vez visité una de las principales casas de apuestas asiáticas ilegales. Había un partido que se estaba apostando entre un Sub 16 de Hong Kong contra Macao. Tenían más de 4 millones de dólares en apuestas en ese partido. Imagine un partido juvenil en Argentina con sólo 1 millón de dólares en él. ¿Qué tan pronto un padre le dirá a su hijo “errá el próximo penal”?

-¿Qué particularidades tienen los partidos de “nivel dos”? En 2022, El Porvenir, entonces en la C, cuarta categoría, denunció a sus futbolistas porque habían confesado que habían cobrado dinero del mercado de apuestas. Este año, un arquero de Puerto Nuevo, de la C, hizo público que le ofrecieron dinero para que “fuera a menos”.

-Los futbolistas, entrenadores y árbitros no cobran mucho dinero. Hay una regla para predecir el arreglo. La llamo “Ley de Hill”: podés predecir el riesgo relativo de arreglos de partidos dividiendo la cantidad total de apuestas que se colocan en una liga o equipo y el salario medio de los jugadores. Por ejemplo, en Uganda, los futbolistas, con suerte, reciben 2 dólares por partido. Hace diez años, eso no era un problema. Sin embargo, ahora que el mercado internacional del juego de azar ha descubierto el fútbol de Uganda, hay enormes cantidades de arreglos. Lo mismo ocurre con el Ascenso en Argentina.

-¿Qué diferencia tiene el fútbol con otros deportes a la hora de los arreglos?

-No hay diferencia. Es sólo que el fútbol es el deporte más popular del mundo, por mucho, por lo que mucha más gente apuesta por el fútbol. Esto significa que la mayor parte del mercado de 1,7 billones de dólares en apuestas deportivas está en el fútbol.

-“El público comenzará a olvidarse del fútbol -dijiste-. Esto ha sucedido en Asia y Europa del Este. Sus ligas son una sombra de lo que eran porque nadie cree en ellas”. ¿Es lo que le espera al fútbol de Sudamérica?

-¡Oh, sí! Este es el principio del fin para el dominio del fútbol latinoamericano. ¿Por qué alguien prestaría atención a los partidos o ligas donde todo está escrito, arreglado? Nos encanta el deporte porque nunca sabemos lo que va a pasar. Una vez que suficientes fanáticos pierden la fe en que los partidos se están jugando correctamente, se apagan. Esto es lo que está ocurriendo, en parte, con muchos jóvenes que recurren a los deportes electrónicos. Están cansados ​​de la corrupción y la sordidez.

-¿Qué rol cumplen las asociaciones nacionales y la FIFA?

-Las asociaciones y la FIFA han sido tan corruptas durante tanto tiempo que han subestimado significativamente la amenaza de los arreglos de partidos. El amaño no es como otras formas de corrupción: evasión de impuestos, fraude de entradas, soborno por derechos de transmisión o de comercialización, donde con frecuencia a los fanáticos no les importa. El arreglo de partidos es un cáncer que destruirá la credibilidad del fútbol a menos que sea eliminado. En enero, la Asociación China de Fútbol colapsó, una vez más, cuando su presidente fue arrestado por corrupción. El amaño de partidos es la razón por la que la selección y la liga de fútbol de China son tan malos. La FIFA está realizando una especie de teatro mediático en las actividades contra el arreglo de partidos. Dicen mucho y hacen poco.

-¿La razón principal por la que un futbolista acepta un soborno es que no cobra lo suficiente, o que no cobra un salario?

-Hay futbolistas que son codiciosos y arreglarían cualquier cosa que les paguen. Sin embargo, la mayoría de los futbolistas no quieren arreglar partidos. Entrevisté a un jugador de la Serie A. Me dijo: “Odio arreglar. ¿Sabés por qué? Porque soy un futbolista, ​​no un actor”. Si pagan a los futbolistas lo que se supone que deben pagarles, la mayoría de ellos no arreglarían partidos. Pero en muchas ligas y equipos del mundo, los dueños, administradores o dirigentes simplemente mienten a los jugadores, los engañan. Ahora, con un mercado mundial de apuestas deportivas, los futbolistas arreglarán. A veces, los dueños de los clubes ordenan a los futbolistas que se arreglen partidos para pagar sus sueldos. Esto ocurre con frecuencia en Italia, Portugal, España, Grecia y Turquía. Lo llaman “il sistema”. Está muy extendido. No en todos los partidos ni en todos los equipos, pero ocurre con tanta frecuencia al final de la temporada, que ningún conocedor del fútbol se sorprende. La gente le presta atención a los futbolistas excepcionales, pero se sorprendería si conociera el salario más común de la mayoría, que lucha por llevar comida a la mesa.