–¿Creés en los milagros?

–Sí, mucho. Mi hija más grande se llama Milagros.

Los últimos dos años de Carlos Delfino fueron así: una semana inactivo en la NBA por conmoción cerebral. Dos meses afuera por otro golpe en la cabeza, tuvo que estar encerrado en una habitación oscura por fuertes dolores. Más tarde tras su regreso, volcadón a Kevin Durant con fractura del pie derecho. De ahí en adelante, diez operaciones. El Lancha, de 35 años, volvió al básquet. Pese a tener ofertas de Europa se decidió por hacerlo en Boca, en la Liga Nacional, junto con su hermano Lucio. Fue su regreso al país tras 18 años en el exterior. Atrás también quedaron hermosos recuerdos como su adolescencia en Italia, el draft de la NBA, el oro olímpico en Atenas 2004, el bronce de Beijing 2008, Toronto Raptors, el Khimky ruso, Houston Rockets y Milwaukee Bucks. El milagro de Carlos Delfino, que estuvo más de 1171 días sin jugar, para estar de nuevo en el universo del básquet. Y, en charla con Tiempo, avisa que no tiene pensado retirarse.

–¿De donde sacaste la fortaleza para no derrumbarte?

–Ahora que terminó todo el calvario es más fácil, todos dicen «qué fuerte que soy», pero fueron momentos oscuros. Yo estuve retirado, no iba a jugar más, me había olvidado del mundo, veía una pelota y la pichaba. En esos momentos que tocás fondo sacás fuerza para salir adelante, hay que reinventarse, uno se las ingenia para buscar soluciones nuevas, creo que en la unión de la familia. Soy cabeza dura, si el hueso del pie derecho hubiese sido duro como mi cabeza no hubiese sido lo mismo. Me costó encontrar y buscar a alguien que diera la solución, perdí mucho tiempo en el medio.

–¿Qué aprendiste en ese tiempo?

–De todo. Cuando van las cosas bien, uno no se da cuenta; cuando va mal, saca conclusiones drásticas y se prepara para los golpes. En ese tiempo disfruté de mi familia, de cosas que no venía disfrutando, ver crecer a mis hijos. Ahora me ven jugando un partido en la cancha y eso es especial, fue un puntapié para volver a jugar. Después uno va aprendiendo a tomar decisiones, a quién escuchar, cuándo sirve y no escuchar, tirarse sin paracaídas a buscar una solución. Me conocí a mí mismo.

–¿Pensás qué hubiera pasado si no te lesionabas?

–Es la daga más cruel que me pasa por la cabeza y el corazón cuando lo pienso. No lo hago porque me hizo mucho mal, las cosas por algo pasan, las acepto y ya está. El último año de la NBA fue mi mejor año. Estaba entero, contento y, de pronto, lo que era apenas un dolorcito fue lo más drástico de todo, y una operación exitosa no fue tan exitosa porque me arruinó un pie. Miro atrás y sonrío, ya di vuelta la página. Estoy focalizado hacia adelante. Si miraba para atrás también tengo de las lindas. Ese paréntesis trato de no verlo mucho.

–¿Cómo llegó la solución?

–Cuando tenés que hacer algo tenés prioridades, cuando yo tenía el momento de elegir operaciones tenía opciones, algunas no fueron las mejores, en ese momento moría en la decisión, hubo operaciones de paso, para mejor un poquito. Llegó un momento en que a los doctores les pedía que quería volver a jugar con mis hijos, solo eso. No les hablaba de la NBA ni de la LNB. Estaba rengo, no podía correr para cruzar la calle. Sandro Gianini fue quien solucionó todo. No fui yo sino él fue quien me dijo que iba a volver a jugar en alto nivel. Yo estaba pensando en la vida particular, ni siquiera en entrenarme en un gimnasio, estaba todo olvidado. Hay fotos en las que soy un minion, estaba desmotivado, sin forma, no me sentía bien conmigo mismo, después apareció la solución. Venía todo de la cabeza.

–¿Ya te volviste a sentir un jugador de básquet?

–Sí, absolutamente. Hasta tengo las ñañas de jugador de básquet. Estoy volviendo, siendo inteligente, cuidando mis minutos y los entrenamientos. Se hace fácil porque siempre lo hice. Sergio Hernández vino a ver un partido hace poco y se reía porque me vio pedir un cambio: nunca pedí un cambio en mi carrera. Siempre quería jugar. «Poneme», les decía a los entrenadores. Ahora me toca manejarlo y decir que me conviene descansar más porque mis músculos están sufriendo ese parate.

–Jugaste en Italia, Rusia, la NBA. ¿Cuál fue tu lugar?

–Soy un gitano, estuve muy cómodo en mi último año en Houston, el de la lesión. Estaba con mi señora, el clima era lindo, me iba bien, hasta que pasó lo que pasó. Ese año me estaban saliendo todas, se ve que algún dios del básquet se enojó. Pero soy tranquilo, necesito muy poco para estar contento y ser feliz. Los basquetbolistas vamos de un lugar a otro, son pocos los casos de mano que se quedan a vivir en un lugar como le pasó a Manu Ginóbili. Cuando te salen las cosas dentro de la cancha no importa lo de afuera. Por ejemplo, jugué cuatro años en Milwaukee, según dicen, una de las ciudades más feas de la NBA, pero a mí me gustaba, me iba bien, me respetaban, tenía voz en el vestuario, no importaba si había un metro de nieve en la calle o si en el jardín aparecía una garra de un animal extraño.

–¿Sabés que entraste en la historia, que sos leyenda tras los 15 años de gloria del básquet nacional?

–Es lindo, siempre dijimos que se iba a dar más valor a esos logros con el paso del tiempo. Fue un momento único, un grupo bárbaro que al día de hoy con la artrosis que tenemos nos seguimos mandando mensajitos, prometiéndonos a jugar un rato, es divino. Mis hijos crecen y les muestro los videos, les cuento lo que hicimos. Tengo páginas en negro, pero otras con mucha luz, soy un privilegiado de vivir eso. No hay camarita que grabe lo que tengo en la cabeza.

–¿Cómo vas a seguir?

–No sé, hasta hace unos días decía que ni en pedo iba a continuar ligado al básquet, pero ahora, de más grande, voy viendo opciones. El básquet es mi mundo, pero no sé qué hacer, quiero seguir jugando por mucho tiempo, no me pienso retirar. Después no se qué hacer, me gusta ayudar, corregir a quienes piden consejo, tal vez venga ligado por ese lado. Como Pepe Sánchez, no sé; como otro, tampoco. Lo analizaré el día de mañana, hoy trabajé mucho para estar donde estoy y lo quiero disfrutar, estoy contento. Si ayudo a mejorar el básquet, mejor.

-¿Te retirarías como el Chapu?

–No. No me voy a retirar nunca. Como nadie se enteró de que estaba retirado hace unos meses, en ese momento también voy a desaparecer. Nada de cartas ni de Twitter, sería muy duro, nunca voy a estar preparado para eso.

–¿Y en la Selección?

–Voy a estar para cada vez que me llamen. «

Boca, el lugar de encuentro con su hermano menor

El nuevo desafío de Carlos Delfino se llama Boca. El santafesino ya lleva ocho partidos y va mejorando día a día: 10 puntos de promedio. El objetivo es sacarlo del último puesto de la Conferencia Sur, algo bastante complicado. Pese a su llegada, el equipo ganó solo tres de los últimos ocho juegos. Sin embargo, estar en ese plantel es especial para él ya que se encontró con su hermano Lucio, que se recupera de una lesión.

«Recién el miércoles entrenamos juntos por primera vez, pero siempre jugamos uno contra uno, nos conocemos demasiado», cuenta el Cabezón. Es ese mismo Lucio que confundió su medalla dorada de Atenas 2004 con un «autito de juguete»: «Él era muy chico, tenía seis años, estaba siempre detrás de mí como una sombra. Cuando llegué con la medalla la agarró y no la vi más. Tampoco yo le daba demasiada importancia, tenía 21 años y me llevaba el mundo por delante, pensaba que iba a ganar muchas medallas olímpicas más. Un día nos invitan a un programa de televisión y teníamos que llevar la medalla. La buscamos por todos lados hasta que mi mamá la encontró en el cajón de los juguetes de Lucio. Estaba toda rayada y llena de barro, parecía de bronce. Me daba vergüenza mostrarla en la tele, la de Leo Gutiérrez brillaba».

Delfino también cuenta que se sintió muy emocionado con el anuncio de retiro de su amigo Andrés Nocioni, quien lo comunicó en la semana. El Real Madrid, su actual equipo, le rindió un homenaje digno de súper estrella. «Vi toda la conferencia y el video que le hicieron en España y se me caía un lagrimón. Su logro más grande es que después de haber sido emblema del Baskonia fue al Real, ganó todo y celebraron su retiro a lo grande. Lo del Chapu es para sacarse el sombrero, me pone muy contento lo que le está pasando, la decisión la viene madurando hace mucho tiempo. Le va a ir muy bien en cualquier cosa que haga».

–¿Y con el resto de la Generación Dorada charlás seguido?

–Sí, claro, cada tanto nos escribimos en el grupo de «artrósicos».

–Decime que no se llama así el grupo…

–No, pero debería. «