En cuestión de cuatro días, dos futbolistas argentinos metieron un gol olímpico. El jueves, el de Damián “Kitu” Díaz con el Barcelona de Ecuador por la Copa Sudamericana recorrió el mundo: a diferencia de la mayoría de los goles directo desde el tiro de esquina, Díaz le pegó con la cara externa del botín, casi de tres dedos, al ras del césped. El de Lucas Vera Piris fue tradicional, la pelota cayó por detrás del arquero: le sirvió a Sportivo Italiano para ganarle el domingo de visitante 1-0 al hasta entonces invicto Berazategui, aún líder de la C. Los olímpicos son goles exóticos, no suelen acontecer con regularidad. De ahí el asombro. El último en la Primera División argentina fue el 15 de agosto de 2021, de Tomás Chancalay para Racing, apenas el séptimo en los últimos 12 años.

El gol directo desde el córner fue aprobado por la International Board el 14 de junio de 1924, cinco días después de los Juegos Olímpicos de París. Antes, el tiro de esquina era un tiro libre indirecto. Al día siguiente, del otro lado del Océano Atlántico, Estudiantes empató 1-1 ante Gimnasia en La Plata, en 1 y 57. Según las crónicas recogidas por el Centro para la Investigación de la Historia del Fútbol (CIHF), en el segundo tiempo Luis Rimassa, de Gimnasia, marcó un gol directamente desde un córner, pero el árbitro lo anuló “de acuerdo al reglamento”. La noticia de la modificación llegó semanas después a Argentina. Otra época.

El gol olímpico más popular -el que le daría el nombre- ocurrió el 2 de octubre de 1924 en el estadio de Sportivo Barracas. La selección argentina recibía a Uruguay, reciente campeón olímpico en París. Cinco días antes, hinchas habían invadido la cancha y el partido había sido reprogramado. De ahí que aquel día se rodease el campo de juego con un alambrado, a la postre, el “alambrado olímpico”. A los 12 minutos, Cesáreo Onzari, wing izquierdo de Huracán, ejecutó un córner: la pelota se le coló al arquero Andrés Mazali. Uruguay protestó que habían obstruido la salida de Mazali. Gol. Argentina le ganaría 2-1 al campeón olímpico.

No hay registros oficiales de goles olímpicos. En el blog Trequartismi, el historiador italiano Diego Marongelli elaboró una tabla de los futbolistas con más goles olímpicos tras horas y horas de navegar por Internet y cruzar y chequear datos. Primero y segundo aparecen los turcos Şükrü Gülesin (32) y Mustafa Denizli (18). El tercer lugar lo comparten el libio Ali Zgouzi y el italiano Massimo Palanca (13). Y en el cuarto puesto hay un argentino: el mendocino Víctor Legrotaglie, un 10 de leyenda que prácticamente no salió de la provincia pero que, cuentan, lo buscaron el Real Madrid, el Inter de Italia y el Santos de Pelé, y que él eligió quedarse.

—¿Y se arrepiente de eso? —le preguntó el periodista Gonzalo Ruiz en 2014, en un hermoso perfil publicado en la revista Don Julio.

—¡Qué me voy a arrepentir! Si yo la viví toda —le respondió “el Víctor”—. Yo podría ser millonario. Pero no me quería ir de Mendoza. Las pocas veces que me fui volví rápido. Y acá, usté lo ve, la gente me quiere mucho. Pero podría haber sido muy millonario, eh.

Legrotaglie anotó 116 goles en su carrera: se estima que, a partir de su pegada artesanal, 60 de tiro libre y, claro, 12 olímpicos.

Si el Kitu Díaz desorbitó a los hinchas del Barcelona de Guayaquil, los de Emelec, el clásico, recordaron por estos días al argentino Aníbal Francisco Cibeyra. En 1978, Cibeyra metió tres goles olímpicos en tres clásicos consecutivos ante Barcelona, el 9 de julio (2-1), el 17 de septiembre (1-0) y el 19 de noviembre (1-2). “El Loco de los goles olímpicos”, lo apodaron en Ecuador. Cibeyra, que jugó en River y en Boca, carece del registro audiovisual de sus hazañas desde el córner. Según el blog Emelec al máximo, los canales ecuatorianos, controlados entonces por cierto poder vinculado al Barcelona, desaparecieron los videos de los goles.

Jorge Comas, en cambio, tiene a YouTube. En el verano de 1988 le marcó goles olímpicos a los arqueros campeones del mundo en Argentina 78 y México 86: primero al Pato Fillol en un Boca-Racing, y después a Nery Pumpido en un Boca-River. Zurdo, comba cerrada de Comas contra el primer palo, Fillol y Pumpido terminaron chocando contra el primer palo.

El arte del gol olímpico le reserva un lugar especial entre los argentinos a Silvio Fuentes. Nacido en Laferrere, ya retirado a los 37 años, Fuentes fue un futbolista obrero del Ascenso. Pero es ídolo de Liniers, donde jugó 193 partidos. Fuentes marcó diez goles olímpicos. No todos con Liniers, también con Yupanqui. Pero sí todos en la cancha de Liniers: ambos equipos juegan de local en el estadio Juan Antonio Arias, de Villegas, en San Justo. La cancha de Liniers estuvo durante casi 30 años en falsa escuadra, torcida, hasta que en 2016 la “enderezaron”. Fuentes se había retirado en 2015. Favorecido por la curvatura y la zurda, clavó un gol olímpico tras otro. “Teníamos un técnico que insistía en que le pegue bien cerrado en los córners -cuenta Fuentes-, y gracias a él hice muchos goles olímpicos en esa cancha. De un lado pateábamos mil veces y no hacíamos ni un gol. Pero del otro, nos cansábamos de meterla”.