Como cada cuatro años, la frase –mitad emoción, mitad pregunta– se repitió entre los futboleros argentinos: «¿Viste la camiseta de la selección para el Mundial?». Presentada hace menos de 10 días, el modelo que Argentina usará en Qatar 2022 ya se convirtió en un objeto de deseo –incluso de culto– para miles de hinchas. De lo que se habla menos –y seguramente pocos recordarán durante el Mundial– es de la precariedad laboral de quienes las confeccionan. Por ejemplo, de la lucha de los costureros que empezaron a fabricarlas a fines de 2021–en habitaciones con cortinas y sin ingresar sus celulares para evitar filtraciones–pero que, tras reclamar contra lo que consideraban «sueldos de hambre», fueron despedidos.

El 21 de junio, el Juzgado Nacional de Primera Instancia del Trabajo, número 56, dictaminó la cuarta medida cautelar en favor de los costureros que en marzo fueron echados de RA Intertrading, un nombre desconocido para hinchas y jugadores pero que, dentro del fútbol argentino, tiene peso. Se trata de la empresa textil, ubicada en Villa Lugano, en la que se fabrican las camisetas de la Selección y de la mayoría de los principales clubes del país, incluso de diferentes empresas de indumentaria, entre ellas las de Boca y River (Adidas, que también viste a la selección), Racing (Kappa), Independiente (Puma), San Lorenzo (Nike) o Central (Umbro). «Somos los únicos fabricantes de las camisetas oficiales de la selección», confirmaron, en entrevistas de 2021, las autoridades de RA.

A principios de año, gran parte de los 900 empleados de la empresa –de distintos sectores, ya sea de costura, mantenimiento, corte, estampados o bordados, la mayoría de ellos extranjeros, en especial de Bolivia, pero también de Paraguay y Perú-, comenzaron a pedir mejores condiciones: dijeron que ganaban 200 pesos por hora y sueldos de 35.000 (sin contar antigüedad ni premios). Como entonces muchas de las camisetas confeccionadas por ellos en RA se vendían al público en las tiendas por 17.000 pesos, la cuenta era inevitable: debían trabajar un mes para comprar dos de las prendas que fabricaban.

«Hicimos pedidos de aumento y, ante la falta de respuesta, empezamos a tomar medidas: primero un paro de una hora, después de tres horas y luego de un día entero. Ahí hubo un ofrecimiento, pero era un premio, no el incremento de la hora, del básico. Lo rechazamos y la empresa cerró el diálogo. Hubo 33 suspensiones y a 10 compañeros nos despidieron, entre ellos cuatro que estaban a prueba. Dos somos delegados, Raúl Gaguillo y yo», dice Roger Mamani.

El 30 de mayo, dos meses después de los despidos, la Justicia Nacional del Trabajo dictaminó las primeras medidas cautelares a favor de tres de los despedidos, el propio Torrez, Gerson Rodríguez y Gaguillo, el otro delegado gremial echado. Allí se establecía que debían ser reincorporados a sus puestos de trabajo y que la empresa debía recomponer el pago de los salarios caídos desde el despido hasta el día de su incorporación. Pero los tres se presentaron el 2 de junio en RA y no pudieron ingresar. «La empresa apeló las cautelares y, creo, también recusaron a los jueces», dice Torrez.

La cuarta medida a favor de los costureros, dispuesta por la Justicia el 21 junio en favor de Denis Flores, fue notificada este jueves a la empresa. A la espera de que el juzgado también falle por Ever Maldonado -un quinto despedido-, Flores, Torrez, Rodríguez y Gaguillo se presentarán el martes 26 en la puerta de RA para intentar recuperar su empleo -es decir, lo que dictó la Justicia-.

Con la paritaria, el salario en julio llegó a 45.500 pesos (los ingresos por hora aumentaron a 260) y en noviembre, cuando se perciba la última etapa del acuerdo, pasará a 54.250. Por premios y antigüedad, los ingresos pueden subir un 30%. En tiendas, la nueva camiseta de la selección cotiza 15.000 pesos. Tiempo  se comunicó con RA para sumar su testimonio pero no recibió respuesta.

En cuanto a la confección de las camisetas –la locomotora de un negocio millonario, el de la vestimenta del fútbol–, Gaguillo explica: «Nos dividen en líneas de trabajo entre ocho y 14 personas y nos designan una serie de prendas. Unos hacen las camisetas, otros los pantalones y otros, las camperas». Torrez agrega: «Cada línea hace 400 o 500 camisetas por día. Menos la fabricación de la tela y bordados, el resto se hace todo en la empresa: el corte, los estampados, la costura, el etiquetado y el embolsado para enviar a las tiendas».

Gaguillo retoma: «Vestimos a Argentina de pies a cabeza. Las camisetas de la selección para el Mundial arrancaron a fines del año pasado. Hacemos la que se venden en tiendas y también las que usan los jugadores, aunque son de stock limitado, con otra tela. En estos casos, trabajamos con cortinas y no podemos usar celulares: son como cápsulas para cuidar el secreto, la imagen”.

Aunque quiere recuperar su lugar en RA, Gaguillo teme ser víctima de persecución gremial: «Fui a otras empresas en este tiempo y me dijeron que, desde lo profesional, estaba capacitado, pero que mi legajo sindical estaba manchado. Mientras tanto subsisto con trabajitos en casa, picoteo», dice Raúl, boliviano de La Paz, residente en Argentina desde 2006 y empleado de RA desde 2014. «Hice las camisetas del Mundial 2014, 2018 y empecé las de 2022», dice, sin saber cuál será su situación durante Qatar.