Un grupo de los 1.600 soldados es encerrado en una cárcel de lujo en el Cabildo de Luján. Primera invasión inglesa (1806) a una Buenos Aires de 45.000 habitantes. Faltan cuatro años para la revolución. Perseguían al virrey Sobremonte en busca del tesoro que se llevaba en su huída a Córdoba. En la reclusión, después de 46 días de dominio inglés, juegan el primer “picadito” de lo que será el football y en lo que será la Argentina. En el Libro del Cabildo de Luján, años 1806-1814, folio 6, además de “maltratar documentos”, “quemar bancos de escuela” y “robar 16 de los $28 de la caja chica”, leemos que los ingleses “quebraron todas las tejas de la cárcel y calabozos, con motivo de bajar la pelota con que se divertían, andando sobre las tejas, como si caminaran sobre sólido terreno”. Pasaron 217 años. Y 15 futbolistas argentinos -seis de ellos campeones del mundo en Qatar 2022- juegan en clubes de la Premier League, la liga más rica y poderosa de la pelota global.

Los campeones del mundo en la Premier son Emiliano “Dibu” Martínez (Aston Villa), Cristian “Cuti” Romero (Tottenham), Lisandro Martínez (Manchester United), Alexis Mac Allister (Brighton), Enzo Fernández (Chelsea) y Julián Álvarez (Manchester City). Casi la columna vertebral (1, 2, 5 y 9) de la selección en Qatar. Los acompañan Emiliano Buendía (Aston Villa), Máximo Perrone (Manchester City), Wilfredo Caballero y Carlos Alcaraz (Southampton), Manuel Lanzini (West Ham), Marcos Senesi (Bournemouth), Facundo Buonanotte (Brighton), el francoargentino Neal Maupay (Everton) y Alejandro Garnacho (Manchester United), nacido en España pero ya con partidos en la selección Sub 20. Argentinos en cuatro de los clubes del “Big Six” (faltan Arsenal y Liverpool). Pero no es sólo la presencia. Es el cariño y el respeto. Los recibimientos de Brighton a Mac Allister, “su” primer campeón del mundo. La bandera argentina con un cuchillo para el “carnicero” Lisandro Martínez, a quien Old Trafford ovaciona: “¡Ar-gen-ti-no, ar-gen-ti-no!”. Julián en andas, elevado por sus compañeros del City. El video de presentación de Enzo en el Chelsea, “La T y La M” reversionando: “Desde Argentina/ hasta Inglaterra/ con la sonrisa del que ganó la tercera”. La temporada con más argentinos en la Premier fue la 2014/2015, con 23. Ahora, más allá de la primera división, hay al menos 21 juveniles con nacionalidad argentina en clubes y 16 jugadores en el ascenso, según el último relevamiento de AXEM (Argentinos por el mundo). Los futbolistas argentinos juegan hoy con menos compañeros ingleses en la Premier. Y en clubes de dueños que no son ingleses.

El promedio de edad de los argentinos en la Premier es de 24 años. En buena medida, gracias a la ciudad de Manchester: en el United destella Garnacho (18), el Sub 20 con más altas chances de debutar en la selección. En el City entrena Perrone (20), mediocampista de zurda exquisita que jugó 33 partidos en Vélez. “Hay un chico de Séptima, un interno, que es un espectáculo. No voy a decir el nombre porque van a decir: ‘Uy, hay que hacerle contrato’. No lo quise tener porque todavía es chico, pero me costó mucho decidir, porque me encanta trabajar con estos jugadores”, decía en 2020 Gabriel Heinze, entrenador de Vélez. El “chico” era Perrone. Heinze es uno de los ocho argentinos que vistieron la camiseta roja del United. Los otros: Juan Sebastián Verón, Carlos Tevez, Ángel Di María, Marcos Rojo, Sergio Romero y, hoy, Lisandro y Garnacho. Dos de los cuatro técnicos argentinos que pasaron por la Premier dirigieron a Vélez: Marcelo Bielsa (Leeds) y Mauricio Pellegrino (Southampton). Los otros: Osvaldo Ardiles (Tottenham) y Mauricio Pochettino (Southampton y Tottenham).

Ardiles, junto a Ricardo Julio Villa, fueron los primeros jugadores argentinos en desembarcar en el fútbol inglés. Lo hicieron en el Tottenham, después de haber ganado el Mundial de Argentina 1978. “Si no hubiéramos ganado la Copa, seguramente no hubiéramos venido. Incluso hubo gente en el Parlamento que no quería que viniéramos. No solo argentinos. Nadie. Decían que los extranjeros venían a sacarle trabajo a los británicos”, dice Ardiles desde Londres, donde vive, y ensaya sobre la nueva oleada: “Todo parte desde la selección argentina. Todos se cotizan de una manera excepcional. No es una sorpresa que los mejores jugadores del mundo vengan a la Premier, que es la mejor liga del mundo. Es muy lindo ver este contingente argentino. Es espectacular lo de Enzo Fernández. Pero no va a ser tan fácil, no va a ser inmediato. Se tiene que adaptar a la Premier, que juega con una velocidad muy especial. Acá todo es más una tromba, especialmente tienen menos tiempo para controlar la pelota en el mediocampo. Le van a exigir producir la diferencia por la cantidad de dinero”. ¿Por qué aman los hinchas ingleses a los jugadores argentinos? “Estos chicos ya están en los corazones de las hinchadas -responde Ardiles-. El hincha inglés quería que saliéramos campeones. Es tanta la antipatía histórica con los franceses que querían que ganáramos el Mundial. A Argentina se le abre un panorama muy grande en la liga inglesa”.

Klaus Gallo es doctor en Historia Moderna por la Universidad de Oxford. Nació en Buenos Aires, pero vivió en Inglaterra. Autor de libros que abordan la relación entre Argentina y Gran Bretaña, hincha de River y del Everton, publicó Las invasiones argentinas. Nuestros futbolistas en Inglaterra (2017). “Los brasileños doblan la cantidad de argentinos, pero ahora se emparejó -dice Gallo-. El fútbol de Brasil goza de mucha admiración en Inglaterra, pero son los argentinos los que logran títulos y se convierten en símbolos. No tienen un Ardiles o Villa, ni un Kun Agüero, máximo goleador histórico del City y extranjero de la Premier. O el caso de Tevez, campeón en los dos Manchester pero venerado por el West Ham porque lo salvó del descenso. Ahora hay un nuevo punto de inflexión. Hay una analogía con los pioneros del 78”. En su biografía, Glenn Hoddle, compañero de Ardiles y Villa en el mediocampo del Tottenham, cuenta que, de vacaciones en una playa de España tras la eliminación en México 86, mira la final Argentina-Alemania, y que, rodeado de alemanes, grita el 3-2 de Jorge Burruchaga. “Nosotros tenemos muy presente Malvinas, pero para ellos los siglos de guerra con Francia y las Guerras Mundiales con Alemania tienen una connotación muy fuerte -explica Gallo-. La dimensión de la opinión pública de la guerra de Malvinas es incomparable. Nadie sabía dónde quedaba y mucha gente estaba en contra del gobierno de Thatcher. A los amantes del fútbol en Inglaterra les fascina la idiosincrasia del fútbol argentino. Quizá les remite al ambiente de las canchas antes de la Premier, a ese grado de tensión y violencia que se vivía en Argentina con dos hinchadas”.

Volvemos a 1806, primera invasión inglesa. El general Beresford manda en Buenos Aires y debe “entretener” a los criollos: recién en tres meses llegarán los refuerzos. Grupos organizan la resistencia. “Welcome to football”, cuelgan un cartel en la plaza del Cabildo y reparten reglamentos. Cavenvagh (Fernando Cavenaghi) hace una demostración con la pelota. Es una línea de tiempo paradojal y en clave humorística en la película No llores por mí, Inglaterra (2018), de Néstor Montalbano. Juegan el primer partido entre criollos: los del barrio “Rivera” contra los de “Embocadura”. Termina en represión. “¡El que no salta es un inglés!”. Pero el football es un éxito. Beresford quiere un nuevo partido: Criollos vs. Inglaterra. Manolete, el regente de los criollos, cambia el nombre a “Argentina”, más potente, por viejos registros de la “tierra de plata”. Argentina descubre a su 10, Catrú (José Chatruc), originario. Beresford extorsiona a Manolete: que Inglaterra gane por dos goles. Manolete lo lleva de juerga a Catrú. Mujeres y opio. Inglaterra gana 2-0 en la plaza de toros de Buenos Aires. Pero Manolete cae en la cuenta de que pierde mucho más que un partido. Rescata a Catrú, que, en paralelo a la reconquista, mete el 3-2 como el segundo gol de Diego a los ingleses en México. Antes de que sea traslado a la cárcel de Luján, Beresford le advierte a Manolete: “Los ingleses no nos vamos nunca. Y ahora, les dejamos el fútbol”. “Ah, un juego”, lo menosprecia Manolete. “Sí, un juego -dice Beresford- que tendrán que jugar por siempre. Ustedes juegan porque nosotros queremos que jueguen”.