Elvis Presley realiza en Hawái el primer concierto transmitido en vivo por satélite para todo el mundo. Aerosmith y Queen lanzan sus primeros álbumes de estudio. Led Zeppelin edita House Of The Holly y lidera las listas en Estados Unidos y en el Reino Unido. Faces da a conocer lo que sería su último disco: Ooh La La y es un éxito en Gran Bretaña. Pink Floyd sale a la arena musical con el mítico The Dark Side Of the Moon y también copa la parada a ambos lados del Atlántico. David Bowie llega por primera vez al tope del ranking inglés con su sexto long play, Aladdin Sane. The Allman Brothers Band conquista el primer puesto de los charts en EE.UU. con Brothers and Sisters y Paul McCartney consigue, por primera vez como solista, llegar al tope de las dos listas más importantes en materia discográfica con su quinto disco de estudio, Band On The Run. Con todo esto, 1973 marcó un hito en la historia del rock.

En ese contexto de explosión musical para todos los gustos y estilos (que había comenzado a fines de los ‘60), y en una década signada por el final de la Guerra de Vietnam, el primer conflicto bélico transmitido por televisión, las pantallas se dividían entre la crueldad militar y la emisión de estas nuevas composiciones que, con el tiempo, se convertirían en clásicos del rock, género cada vez más representativo de una juventud rebelde y pujante que bregaba por la paz y que conducía o apoyaba movimientos antibelicistas.

Ante esto, una gran cantidad de artistas se expresó con sus letras en repudio a la guerra. “Masters of War” (Bob Dylan, 1963), “Unknown Soldier” (The Doors, 1968), “Give Peace a Chance” (John Lennon, 1969) o “War Pigs” (Black Sabbath, 1970) son algunas de las canciones que retrataron el pensar y el sentir de una generación de músicos.

«Angie», el clásico de los clásicos de Goats Head Soup y una de las mejores baladas de los Rolling Stones.

Los Rolling Stones, por su parte, lo hicieron en 1968 con “Street Fighting Man”. “Fue una época muy dura y muy violenta. Violencia en las pantallas, saqueo e incendios. La Guerra de Vietnam no fue una guerra convencional. Fue diferente, realmente desagradable. A la gente no le gustó, se opuso y no quería pelear”, expresó Mick Jagger en una entrevista para la revista Rolling Stone 20 años después de finalizado el conflicto.

Y mientras tanto había que seguir. La guerra llegaría a su fin en 1975, pero la razón de ser de los músicos seguía siendo grabar discos y salir a tocar. Los Rolling Stones se habían apoderado de las listas en Estados Unidos y en Gran Bretaña con Sticky Fingers y Exile On Main St. y volver a componer algo que estuviera a la altura (de lo propio y de lo ajeno) suponía un gran desafío. Y una vez más los chicos (ya no tan chicos) de Londres le daban al mundo un nuevo mimo: Goats Head Soup, editado a fines de agosto, llegó a lo más alto de los charts y dejó en claro que el fuego de la banda no se había apagado. Llama que sigue intacta 50 años después.

Grabado casi en su totalidad en los Estudios Dynamic Sound, en Kingston, Jamaica (la misma sala en la que en ese mismo año Bob Marley and The Wailers registraron el álbum Catch a Fire), Sopa de cabeza de cabra, título con el que se lo conoció en Argentina, vio la luz de la mano de “Angie”, la histórica y aclamada balada de la banda que sería el único hit de un álbum atravesado, por supuesto, por el rock and roll, pero influenciado por los sonidos del ecosistema donde se gestó: los ritmos caribeños y el reggae se pueden sentir claramente en canciones como “Doo Doo Doo Doo Doo (Heartbreaker)” y “Can You Hear The Music”. Blues, soul, funk, country y algo de punk son otros géneros que pueden identificarse en las diez canciones que contiene el long play y que traza un evidente cambio de orientación musical en relación a sus dos álbumes anteriores.

Junto a la mencionada “Angie” (número uno en Estados Unidos), cuya música fue compuesta por Keith Richards mientras se rehabilitada de su adicción a la heroína en Suiza y casi al mismo tiempo que su pareja, Anita Palleberg, daba a luz a su hija Angela, aparecen dos lentos que transmiten tristeza y melancolía como “Coming Down Again” (con Richards en la voz principal) y “Winter”, compuesta por Jagger y Mick Taylor pero acreditada a los Glimmer Twins.

En tanto, el rock, en su faceta rebelde e indomable, llega de la mano de “Dancing With Mr. D.” y de “Doo Doo Doo Doo (Heartbreaker)”, ambas con referencias a la muerte: en la primera, cómo una figura demoníaca que baila una danza fúnebre funkeada; en la segunda, personificada en la violencia institucional de la policía de los Estados Unidos. “Silver Train” y “Star Star”, por su parte, completan la cuota rockera a puro riff, mientras que “Hide Your Love” aporta el infaltable blues stone.

Con Nicky Hopkins en piano y Billy Preston en clavinet como invitados, “100 Years Ago” pasa del country al funk al tiempo que Jagger despliega una versatilidad vocal que dota de diferentes climas a la canción. Finalmente, “Can You Hear The Music” se pregunta sobre la música, la magia y el misterio del amor. Es la canción experimental del álbum y, para muchos, un retorno a la psicodelia de Their Satanic Majesties Request. Distorsión de guitarras, percusiones, congas y hasta una flauta oriental catalizan el mensaje que Jagger y Richards proponen desde la letra: «Cuando escucho la música mis problemas desaparecen».

En 2020, en medio del aislamiento por la pandemia del COVID 19, el álbum fue remasterizado y reeditado con diez pistas adicionales. Se trata de canciones inéditas (cómo “Scarlet”, junto a Jimmy Page, “All The Rage” y “Criss Cross”), versiones alternativas (entre las que se destaca una estremecedora toma de “100 Years Ago” con Jagger sólo acompañado por el piano de Hopkins) e instrumentales (cómo “Dancing With Mr. D.” y “Heartbreaker”, que demuestran una vez más lo importante que fue Mick Taylor para el sonido de la banda en los álbumes en que participó).

En un clima hostil para gran parte de la humanidad, con la atención y las cámaras de TV apuntando en gran medida al campo de batalla de la guerra, y en un año de grandes lanzamientos musicales ligados al rock que sonaron bien alto, los Rolling Stones (lejos de perder terreno pese a los lógicos desgastes de una banda con más de una década de rodaje y más allá de los estados alterados producidos por los excesos) demostraron que seguían en lo más alto de la escena musical y ratificaron su vigencia compositiva y sobre los escenarios: primero con este álbum y después con una maratónica gira de 42 shows durante 49 días, en 21 ciudades europeas, que tuvo su punto más alto en Bruselas, el 17 de octubre, con dos espectáculos memorables que los fans ubican entre los mejores de la historia de la banda. Con Goats Head Soup, los Rolling Stones tomaron cierta distancia de sus orígenes bluseros y empezaron a consolidar su esencia más característica: “Lo sé, es sólo rock and roll, pero me gusta”.

Tapa de Goats Head Soup.