La emisora del Grupo Clarín hace rato que no da pie con bola ni recupera la competitividad que supo tener. Dentro de su grilla de 2023, El Trece lanzó la segunda temporada de Argentina, tierra de amor y venganza (ATAV), situada ficcionalmente 40 años después de la primera, esto es, en los años ’80. Así, la trama continúa la historia de los descendientes de algunos de los personajes de la tira estrenada en 2019, y además de volver con una nueva serie de conflictos amorosos, recrea la sociedad argentina de esa época, con especial énfasis en las consecuencias de la última dictadura militar. También hay un lugar especial para el mundo del espectáculo de entonces, y lo que fue el teatro de revistas.

Consultado en distintas ocasiones por los bajos ratings que tuvo el canal en los últimos años, Adrián Suar siempre aprovechó para mentar el éxito de ATAV, una producción de buena factura que rindió, en sus inicios, de modo aceptable. Por eso hubo continuación, aunque esta vez la tira chocó con la impaciencia incomprensible de Suar: apenas una semana después de su estreno en abril, fue marginada a las últimas horas de la noche, y luego se recortaron fragmentos de capítulos, cosa que generó la lógica queja de los actores, que comenzaron a ver que las escenas que actuaron no aparecían en pantalla. Así, la producción que comenzó arañando los 2 dígitos a las 22.15 merodea ahora los 5 puntos a las 23.30 (la semana pasada midió menos que El Zorro). Un signo muy preocupante para una productora que no tiene la variante de comercializar la tira en el exterior.

De izquierda a derecha: Justina Bustos, Malena Solda y Juan Gil Navarro, parte del elenco de ATAV 2.
Foto: Prensa El Trece

Muchos temas con poco anclaje

En esta entrega, la historia se centra en el regreso a la Argentina de Pedro (interpretado por Rafael Ferro), un periodista exiliado en España, cuya esposa está desaparecida. Su hijo, por su parte, quien atravesó su adolescencia en España, había dejado atrás, antes de partir, un incipiente romance con su mejor amigo. Esta relación entre dos varones es uno de los puntos que explora la tira: un amor oculto entre dos hombres y el conflicto de ambos para hacerlo público ante sus familias. Rafael Machado (interpretado magistralmente por Federico D’Elía) es un médico que trabaja en un hospital militar y, si bien ayudó a Pedro a huir del país después del golpe de ‘76, sus manejos al interior del hospital generan muchas sospechas. El modo en que el actor de Los Simuladores maneja la ambigüedad del personaje, entre la calidez con los propios y la dureza con los ajenos, muestra posiblemente lo mejor de la tira. Luego está Ana Pérez Moretti (encarnada por Justina Bustos), una madre soltera devenida en incipiente vedette del teatro de revistas a instancias de un capocómico, Ricardo Hills, a cargo del siempre rendidor Darío Barassi. En este punto se marca con claridad la “herencia” de la primera temporada y sus cruces: la actual vedette es la nieta de un personaje de la ficción de 2019, una trabajadora sexual, y los sobrinos de quien fue su proxeneta son ahora productores teatrales. En este punto, si la idea era homenajear al género revisteril nacional, las referencias podrían estar mejor orientadas.

Federico D’Elía (centro), logra quizás una de las mejores actuaciones en su rol de médico de un hospital militar durante los ’80.

Uno de los problemas que aquejan a ATAV 2 es la multiplicación de historias: cuesta encontrar un hilo conductor principal por la acumulación de narraciones y temáticas superpuestas: dictadura-democracia / heterosexualidad-diversidad / humor-teatro de revista. En tanto que si bien se identifican actores y actrices protagónicos, las historias se intercalan sin que haya una pareja o un conflicto centrales. La intención de ampliar para abarcar termina pecando de inespecificidad. Por su parte, el tratamiento que reciben temáticas muy complejas es entre liviano y estereotipado. Es valioso que una tira que se emite por El Trece decida incluir la temática del terrorismo de estado, la diversidad sexual y la problemática del VIH; la cuestión es cómo lo hace. Abordar mal esos tópicos puede resultar peor que no tocarlos. Pol-ka nunca despuntó por trabajar con temáticas sociales y las pocas veces que lo intentó, no funcionó bien.

Siempre se valora que se programen ficciones nacionales en la tevé abierta, ya que es cada vez más difícil que eso ocurra y el público parece inclinarse mayoritariamente a otras modalidades de consumo. Y si bien exiten propuestas hechas en el país, también es cierto que su escacés n sólo se debe a las tendencia de la audiencia hacia otras variantes de entretenimiento, sino también a la impaciencia e impericia de productores y programadores.