Luis «el Gordo» Valor sube las escaleras acompañado de dos agentes del Servicio Penitenciario Bonaerense. En el primer piso de la torre de control, en el corazón de la Unidad Penal 17 de Urdampilleta, lo esperan otros dos carceleros. Ya en una sala contigua, despliega sobre una mesa destartalada lo que trae en un bolso: mate, termo, varios paquetes de galletitas, saquitos de café, yerba y azúcar. Es el anfitrión. Su presencia en esta cárcel, en un pueblo de menos de 4000 habitantes y a 380 kilómetros de Buenos Aires, no pasa desapercibida. Los celadores y el resto de los presos saben que están ante el mayor ladrón de bancos y blindados del país. Impone respeto, una palabra que repetirá una y otra vez en esta entrevista con Tiempo.

Quien fuera considerado el enemigo público Nº1 está a punto de quedar en libertad. Asegura que esta vez sí se retirará definitivamente del delito y, a modo de redención, retomará el camino de la solidaridad en una fundación de su propio abogado, que asiste a personas en situación vulnerable. La idea de trabajar en el territorio lo entusiasma, le recuerda su paso por la Columna Norte de Montoneros a mediados de los ’70, cuando alternaba el tiempo entre sus primeros robos y la militancia. Dice que dinero no le faltará. Explotará su imagen y su historia en dos libros, una película y algún que otro emprendimiento gastronómico y de venta de ropa. Ya tiene 63 años. ¿Esta vez se retira en serio? «Sí, creo que hace rato que me retiré, pero bueno, hubo consecuencias. Algunas cosas que han pasado me volvieron a traer acá, entre rejas.Pero estoy pensando en otras cosas, más viables para mí y para mi familia».

Valor cayó preso por última vez el 6 de julio de 2014, cuando intentó eludir un control policial en San Miguel. Iba con otro hombre en una Renault Kangoo robada. Le secuestraron un revólver calibre 32 largo y tres pistolas: una calibre 9, una 380 y otra 40.

–¿A la cárcel sólo lo ata esa causa?

–Sí, por una tenencia de arma de guerra compartida, porque no hubo acuerdo con la otra persona que fue detenida conmigo. En un juicio abreviado me dieron cuatro años y al otro muchacho le dieron tres y medio.

–¿Iban o venían de robar?

–No, esas son todas mentiras. Lo único que había en la causa es que encontraron una bolsa con dos o tres armas debajo de un asiento. Pero no pudimos justificar que no eran de nosotros. Ahora estoy muy cerca de concretar mi libertad. Tres o cuatro meses más y me voy.

–¿Qué va a hacer en la calle?

–En un primer momento, con el apoyo de mi familia voy a empezar a trabajar en los barrios. Ser solidario. En los comedores, para ser útil en los últimos años que me quedan, con la gente humilde. Voy a ir a San Miguel donde funciona una fundación de gente comprometida con la sociedad, con los de menos recursos. Aportar mi granito de arena para armar bibliotecas, juegos infantiles, todo lo que haga falta.

–Usted es un mito en la historia del delito, ¿qué le puede aportar a un chico en situación vulnerable?

–Algunos conocimientos que tengo. Yo he estado desde muy chico militando en el peronismo, haciendo tareas solidarias en los barrios de San Fernando, donde vivía, que hace 30 o 40 años atrás era un lugar muy pobre. Entrábamos en las villas, ayudábamos a los más necesitados. No sólo compartíamos una mateada, también íbamos a hacer una tarea recreativa. En algunos lugares colocábamos el agua corriente, arreglábamos las veredas o los frentes de las casas.

–¿En qué agrupación estaba?

–En la Juventud Peronista de San Fernando, en la Regional 1. Nuestro conductor era Juan Carlos Dante Gullo. También teníamos acceso al municipio, porque en el ’73 ganamos en 14 de las 28 sociedades de fomento. A mí me tocó trabajar en dos villas. Organizábamos los campeonatos infantiles Evita. Hoy falta más apoyo del gobierno, se tiene que arrimar adonde las necesidades son mayores, donde no hay para un plato de comida, no donde ya tienen todo.

–¿Tomó las armas en esa época?

–Fueron épocas bravas para muchos compañeros míos y gente que no era compañera. Eso dio pie a que algunos agarraran las armas. Por todo lo que había pasado en los ’70, los fusilamientos en Trelew, y eso venía de arrastre desde los fusilamientos de José León Suárez. Son los temas que arrastraba el peronismo, esto no lo inventó Valor.

–¿Peronista de izquierda o derecha?

–Siempre fui más de izquierda. Por la pasión que tenía por Evita, por lo que era el peronismo revolucionario. Aunque estuve de acuerdo con un montón de cosas que pasaron.

La superbanda

Valor intenta hablar lo menos posible de sus mejores momentos como ladrón. Pero una vez que encuentra el hueco, se suelta y no puede evitar alimentar su propio mito. «Empecé después del ’84, si bien salí de estar preso en el ’79 y volví a caer en el ’81. Yo soy uno de los pocos sobrevivientes de los que formamos esa superbanda».

–¿Cuándo se formó?

–Nos conocimos en Olmos. Yo estaba afuera desde el 8 de agosto de 1984. En el ’85 ya estábamos activos. Nos encontramos con varios muchachos y bueno, se formó la banda que terminó en el ’92.

–¿Siempre lideró la banda?

–Sí, pero se formaron tres o cuatro grupos. El primero era blando. Después del ’84 formé uno con el que pirateábamo. Después vino gente más joven que había recuperado la libertad y empezamos a buscar objetivos. Ahí empezamos con los blindados, los bancos y las grandes fábricas.

–¿Cómo es liderar una banda?

–Se trata de disciplina, del respeto que hay que tener entre los ladrones. Yo aprendí de la escuela de los que llamábamos «caciques», tipos capaces, con códigos que hoy muy pocos respetan: no matar, no violar y mirar al futuro siempre. Y así, a todos los lugares donde vas, te van a respetar. A mí me pasaron muchas cosas, pero estando conmigo nunca me mataron a un compañero. Yo no quiero desmerecer a nadie. Pero en el ’84 y el ’85 logramos algo que otros todavía no hicieron, una hermandad que se había perdido entre los delincuentes más avezados. Era un hermandad, porque usted tenía un problema y era de Tigre o de San Fernando, y se encontraba con los pibes de Quilmes o de La Plata, y uno les decía: «Encanaron a un compañero mío pero necesito trabajar», y te decían: «Venite con nosotros». Había esa hermandad. Y si no, nos ayudaban con los abogados.

–¿Alguna vez arregló con la policía?

–Siempre se me buscó como para tratar de extorsionarme, pero muchas veces no se dio porque yo soy más precavido. Yo era el que más se cuidaba de todos. No salía, tenía una vida bastante buena con mi familia. Iba, hacía lo que tenía que hacer y los problemas de afuera no los traía a casa. Muy pocos conocían dónde vivía, pero muchas veces me detuvieron en la calle. O por ahí Inteligencia te descubría y salías de tu casa, doblabas en la esquina y te subían a un coche, te encapuchaban y fuiste. Hay cosas que son elementales y las podés arreglar de alguna forma, pero siempre que caí, caí pesado. También te pueden detener en tu casa sin una orden, sin una prueba contundente, y ahí te rompían el ojete. Te violaban todas las garantías. Pero bueno, al ritmo que yo anduve, era jodido llegar a los 63. A veces no lo puedo creer. Pero yo tengo uno o dos enfrentamientos nomás. He ido, he trabajado y he vuelto. Si vos ves, tengo uno o dos tiros…

–¿Cuántos tiros tiene?

–Bueno, tengo como cinco o seis. Pero fueron situaciones en las que otros hubiesen muerto enseguida.

–¿Cómo convive con otros delincuentes como narcos o violadores?

–Yo no hago diferencias. Para mí la distinción es a través del respeto que hay. Nada más. Hay pibes que se pudieron haber equivocado, vendiendo papelitos, fumando porro, eso es una boludez. Los delitos sexuales son más graves. Pero uno, si quiere ganar la calle, tiene que acostumbrarse a no discriminar a la gente. Esto es una cárcel, y como en todo, hay códigos y respeto. A mí me tocó vivir con varias personas que no son de mi agrado, pero tengo que aceptar que en esta sociedad tenemos que vivir todos. «

Los medios concentrados y el voto al peronismo

–¿Cómo ve la situación del país?

–Y, por lo que se lee en los medios, que la mayoría son del gobierno… ¿o no? Yo no comparto nada de este hombre ni de la señora que está en la provincia. Soy una persona de ideales y siempre voy a estar con la gente humilde y cerca de los trabajadores. Los comedores no tendrían que existir. Recuerdo que mi papá trabajaba y comíamos en familia. No teníamos que esperar que el gobierno nos diera un plato de comida. Tienen que hacer fábricas y abrir las que están cerradas.

–¿Votó?

–Sí.

–¿Se puede decir a quién?

–Al peronismo.

–Pero hubo varios peronismos…

–No lo voy a votar a Massa. Desde el momento en que se presentó con otro partido dejó de ser peronista.

–Entonces, Cristina o Randazzo…

–A Randazzo menos. Sacó un 5%, eso quiere decir que la mayoría de la población no lo aceptó.

–Votó a Cristina.

–Tenemos a movernos con la gente que tiene clase, oratoria y sabe hablar. Pudo haberse equivocado. Pero han criticado a esta mujer porque era el único medio que tenían para llegar, en vez de traer una propuesta interesante. Muchos que votaron al gobierno hoy se dan cuenta de que se equivocaron. Yo sé que no me equivoqué.

18 blindados, 23 bancos, 33 años tras las rejas

El canto y el vuelo de decenas de gorriones no logran interrumpir el diálogo. El Gordo Valor señala anotaciones que tiene en dos cuadernos de espiral tamaño oficio a los que dedica gran parte de su tiempo a la sombra. Allí vuelca la información dura de los 37 compañeros que murieron en enfrentamientos, todos los periodistas gráficos y televisivos que alguna vez lo entrevistaron –lista que encabeza el mítico Enrique Sdrech–, las decenas de abogados que tuvo, los 18 golpes a blindados, los 23 bancos que vació y algunas de las empresas y fábricas que saqueó con las diferentes bandas que lideró. Los datos se traducirán en dos libros: uno con su historia y otro con la suerte dispar de los integrantes de los grupos delictivos vinculados a él.

«Tuve problemas con las editoriales porque no llegaba a un acuerdo. Ha habido firmas y contrafirmas, pero ahora ya está. Pertenezco a Editorial Planeta. Ya le he dado todos mis avales», confirma Valor, que cree que el primer material puede estar disponible para el segundo semestre de este año.

Valor se jacta de que ningún compañero suyo cayó muerto cometiendo un golpe bajo su tutela. Sin embargo, destaca la muerte de Kiko Chávez, acribillado en el ’88 en Villa Martelli, cuando fue con otro delincuente a «hacer el coche» que utilizarían luego para robar un blindado. Entre las diferentes condenas que pesan sobre su espalda, Valor lleva más de la mitad de su vida tras las rejas: unos 33 años en total. La cantidad de unidades penitenciarias por las que pasó o la cinematográfica fuga del penal de Devoto también están registradas en sus cuadernos. «Si la historia no la contamos nosotros, se la va a llevar el tiempo», concluye Valor.

Comprometerse

El abogado de Luis Valor, Juan Manuel Casolati, creó hace poco más de diez años junto a Mario Sábato, el hijo del escritor Ernesto Sábato, la Fundación Comprometerse Más. Su área de influencia es en San Blas, al fondo del Barrio Obligado, en San Miguel, a la vera del río Reconquista. Valor le pedirá formalmente a la Justicia ser parte de este colectivo de trabajo que logra contener a unos 70 chicos con un merendero, consultorios médicos y actividades recreativas, entre otras iniciativas.