«Sin preocupaciones». Tal fue el nombre, en francés, que eligió José Santamarina, hijo de Ramón, para bautizar el palacio que mandó a construir a comienzos de 1910 para vivir junto con su esposa, la inglesa Sarah Wilkinson, en Tandil, la ciudad en la que su padre estanciero había sido pionero y uno de sus máximos mecenas. El título era más que elocuente: había heredado de Ramón 27.157 hectáreas dentro de la provincia y se habían dedicado a vivir con intensidad los «años locos» de la Belle époque.

No tuvieron hijos. Viajaron y asistieron a fiestas por el centro de Buenos Aires y Europa. Desde allí decidieron traer materiales de lujo para la construcción del palacete donde vivirían. Ese que décadas después quedaría en ruinas, sería centro clandestino y que hoy la Gobernación busca restaurar para crear un barrio residencial en la localidad con menor porcentaje de propietarios de la Provincia.

Hasta casi mediados del siglo XX quedaría en posesión de la familia Santamarina, exponente de la clase terrateniente de la pampa húmeda. Algo que nació como una vivienda de lujo en terrenos heredados, símbolo de los tiempos más exclusivos y de la limitación en el acceso a la tierra, busca ser resignificado como parte de la memoria e identidad local.

Los comienzos del Palacio Sans Souci

El Palacio fue construido a en 1909 en una fracción de tierra lindera a la Estancia Bella Vista de 66 hectáreas. De estilo normando, evoca los cottages ingleses. Tanto José como Sarah encabezaron el proyecto. La mansión era impactante para la época. De tres niveles y decenas de habitaciones, supo poseer materiales y avances lujosos para aquellos tiempos, como calefacción central, ascensor, usina propia, teléfono, alarma con sirena y pararrayos.

Mármoles de Carrara, mayólicas españolas y francesas, grifería bañada en plata y gran parte del mobiliario fueron traídos directamente de Europa, donde la pareja iba a veranear todos los años evadiendo el invierno argentino. Así lo recabaron el licenciado Eduardo Ferrer y la magister Nayla Llantada quienes lideran el equipo de investigación histórica y social del proyecto que busca ponerlo en valor.

La especialista en estancias argentinas Yuyú Murano, autora de once libros al respecto, lo describe como «de gran jerarquía edilicia; presenta un volumen alargado de tres niveles con muchos ambientes, cubierto por una gran techumbre de tejas que se modela separadamente sobre los distintos cuerpos del conjunto. Los interiores aparecen vacíos de todo contenido hogareño, pero aferrados a su estructura permanecen los nobles materiales que la componen, así como el trabajo de numerosos artesanos que deben haber puesto sus manos [en el lugar]. Llaman la atención los ricos detalles propios de la época, como el artesonado de los techos, los revestimientos de algunos salones, los pisos de madera muy trabajados».

Acota: «la gran escalera que lleva a los pisos superiores es de cedro y tienen los barandales torneados en espiral, igual que las vigas. Otra sala presenta una gran chimenea tallada en piedra. También es notable la calidad y el trabajo de toda la carpintería». Y destaca a la cabina del ascensor como «una verdadera joya de la artesanía en madera».

El tiempo es veloz

En 1949 el edificio fue expropiado durante el primer gobierno de Perón. El Estado bonaerense decide entonces utilizarlo para saldar una demanda de la zona ligada a la educación rural y fundan, en un hecho de vanguardia en materia de políticas de género, la Escuela Superior Agraria Femenina de Tandil en 1954.

El objetivo era ser “formadora de personal técnico femenino capaz de encarar los problemas de sociología rural, en especial aquellos relacionados en forma directa con el hogar campesino”, como cuenta Talia Gutierrez en su trabajo Enseñanza agrícola, mujer y familia en la política agraria peronista 1946-1955

También fue residencia de verano de gobernadores hasta que luego del Golpe Militar del ’55, vuelve a manos de la familia Santamarina. En 1960 el edificio se traspasa nuevamente al Estado quien funda el Instituto Superior de Enseñanza Rural (ISER), una «institución modelo para la formación de maestras especializadas en esa área de educación y pionero en Latinoamérica», según resaltan Ferrer y Llantada.

Ellos recuperaron un testimonio de un alumno, Carlos Alberto Muller, quien recordó cuando en 1976 se cerró la carrera de Educación Rural: «un cierre violento y sin sentido, siempre ha sido un dolor enorme en mi vida. Ese 2 de julio de 1976 el lugar fue ocupado por el Ejército y se creó un mito de que allí había una ‘célula de guerrilleros’, una mentira atroz de la cual diarios de la época se hicieron eco y que nunca fue desmentida con el regreso de la democracia».

La dictadura cívico–militar de 1976 interviene ese año el predio, cierra el Instituto y el lugar pasa a ser una dependencia de la Policía Bonaerense. La Justicia actualmente investiga la utilización de su sótano como Centro Clandestino de Detención, algo que ocurrió en el CCDTyE La Huerta, en el marco del circuito represivo de la subzona 12 que dependía de la Zona 1, la cual estaba al mando del I Cuerpo de Ejército dirigido por Alfredo Saint-Jean.

Ya el año pasado, durante las audiencias del “Juicio La Huerta” por delitos de lesa humanidad cometidos en el centro de detención tandilense reconocido con ese nombre, cuatro denunciantes señalaron que además de La Huerta, el palacio Sans Souci también fue lugar de cautiverio y torturas. Algo que convalidaron fuentes del Municipio.

Con la vuelta de la democracia en 1983, Sans Souci pasó a manos del Ministerio de Educación. En aquel momento, el predio se encontraba sumamente deteriorado luego de años de abandono, falta de mantenimiento, saqueo de piezas y mobiliario. Aun así, en abril de 2001 se inauguró allí el Instituto Superior de Formación Técnica Nº 75.              

Sans Souci: hoy y mañana

Más allá del interés patrimonial, arquitectónico y cultural, el Palacio se inserta en una ciudad deliberadamente turística con un gran déficit habitacional. «Todos ven una ciudad pujante en la pampa húmeda, pero es la peor de la provincia en lo que hace a propietarios de viviendas. Casi el 58% de los tandilenses no son propietarios. De los 135 distritos, es el porcentaje más bajo», reveló el diputado tandilense (FdT) y candidato a intendente, Rogelio Iparraguirre. A partir de eso le presentó a la Gobernación el Proyecto de Desarrollo Urbanístico, Ambiental, Sanitario y Educativo Barrio Parque Sans Souci, Axel Kicillof lo aceptó y este año se lanzó este impulso habitacional sin precedentes en la zona serrana.

La concejala Guadalupe Garriz, también parte del proyecto, desea que el Palacio se convierta «en la Casa de la Cultura y un espacio de intercambio para la comunidad». En una primera etapa, construirán 156 viviendas unifamiliares (ya se realizó la primera licitación). Luego se sumarán 260 más tipo PH (vía Pro.Cre.Ar), un Centro de Atención Primaria de la Salud, una secundaria y un jardín. En el marco de la iniciativa multidisciplinaria, que involucra varios Ministerios y Direcciones provinciales, también ampliarán la capacidad de procesamiento de la planta de tratamiento de líquidos cloacales y crearán un parque de 37 hectáreas destinadas a preservar árboles nativos.

Un equipo de trabajo financiado por el Consejo Federal de Inversiones (en articulación con la Dirección Provincial de Patrimonio que depende del Instituto Cultural de la Provincia) trabaja en dos áreas: la histórico-cultural, liderada por Ferrer/Llantada, y la arquitectónica, a cargo de Pablo Mastropasqua, quien se refiere al estado actual del inmueble: «está casi en ruinas pero todavía es salvable. Tiene maderas súper nobles (caobas, pinoteas), cerámicas de Sevilla, tejas francesas. Estamos haciendo la planimetría, algo que no teníamos. La familia lo ha donado con la garantía de que se utilice únicamente con fines educativos y culturales. Sería un gran polo urbanístico y cultural para Tandil de un sector que no suele ser tan visitado». Antes de fin de año presentarán la documentación para que se lo declare como Patrimonio Nacional. 

«El patrimonio es algo que se construye socialmente con relatos y sentidos que se van tejiendo, con las historias. Hay muchas personas que viven actualmente y formaron parte de épocas en donde ese edificio tenía vida. Esperamos muy pronto poder compartirlas con la comunidad», agrega Garriz. Del aroma a magnolias, la lujosa madera de sus primeras épocas, a las mujeres rurales formándose a mitad de siglo y el terror de los años militares, hasta la esperanza de que a su alrededor se construya el sueño más preciado para una familia: la casa propia.

Ramón: de peón a estanciero

Es inevitable hacer mención, en esta historia, de Ramón Santamarina, padre de José. Inmigrante de origen gallego, llegó a ser uno de los terratenientes y empresarios más importantes de la argentina de fines del siglo XIX. Nació en Orense (España) en 1827 y se suicidó, probablemente afectado por su demencia senil, en Buenos Aires en 1904.

Trabajó como peón rural y de a poco comenzó a adquirir bueyes y carretas por medio de sus ganancias. Eso fue creciendo hasta poder adquirir estancias y formar la firma que sus herederos continúan hasta nuestros días:  Santamarina e Hijos. Hoy su apellido está por todas partes en la zona de Tandil y aledaños, tanto en nombres de escuelas, calles, hospitales, pueblos (por ejemplo, una localidad del partido de Necochea) y hasta la principal entidad deportiva de Tandil (Club y Biblioteca Ramón Santamarina, fundado en 1913, cuyo equipo de fútbol compite en el Torneo Federal A).

La historiadora Andrea Reguera, autora del libro Patrón de estancias: Ramón Santamarina : una biografía de fortuna y poder en La Pampa (Eudeba, 2006) le cuenta a este diario que la familia Santamarina participó de “un proceso de acumulación de capital, transferencia y diversificación de inversiones. Del comercio pasó a la inversión en tierras -hay que tener en cuenta que el precio en zona de frontera es mucho más bajo que en el norte de la provincia- y al comercio con la creación de una firma comercial en Buenos Aires. También la inversión inmobiliaria tanto en la ciudad de Buenos Aires como en otras ciudades. Al haber sido una familia muy numerosa, el patrimonio se ha dividido en muchas ramas y hoy son grupos familiares que suelen conservar los cascos antiguos de las estancias madres”. Sobre su hijo José y su Palacio, la autora sentencia: “vivieron más en Europa y en Buenos Aires que en la estancia”.

Destrucción e incendio

En enero de 2009 el Palacio, que ya había sido destruido y saqueado en la última Dictadura, sufrió un incendio intencional que dañó el 70% del terreno. Hasta hoy se presume que fue intencional. Lo mejor mantenido del Palacio es un túnel de 0,8 x 1,8 metros revestido en ladrillos que conecta con el sector de las tuberías.

Así lo describe el trabajo del Consejo Federal de Inversiones, publicado hace tres semanas, titulado Relevamiento y diagnóstico para la puesta en valor de la Estancia Sans Souci: «Este túnel permite el acceso al mantenimiento de tuberías de las instalaciones de la casona en la planta baja. Su recubrimiento de ladrillos con cúpula superior abovedada brinda la estabilidad del mismo frente a los empujes del terreno circundante. El mismo se encuentra en perfecto estado de conservación en lo referido a estabilidad lateral y superior sin advertirse presencia de rajaduras, desplazamientos ni asentamientos. Sin embargo, se advierten sectores en el suelo de vacíos que indican la necesidad de tomar alguna acción preventiva a futuro».