Hay arqueólogos, sociólogos, historiadores, hasta especialistas en armas. Pero, ¿quién puede saber más de un enfrentamiento bélico que alguien que estuvo en una guerra? Es así que el equipo de investigación que trabaja en campos de batalla de la historia argentina decidió unir a veteranos de Malvinas. Una experiencia inédita en toda la región. Arrancarán con una central para el devenir argentino: Pavón.

“Esto es una iniciativa que se hace inspirada en otras similares que empezaron hace un tiempo en Gran Bretaña, Estados Unidos y algún otro país europeo: hacer participar a veteranos o personal militar retirado en actividades de investigación arqueológica pero con una finalidad terapéutica”, relata a Tiempo el investigador del Conicet, Juan Leoni, a cargo del Centro de Estudios de Arqueología y Antropología del Conflicto.

En los países del norte la experiencia se lleva adelante con veteranos que tienen heridas o fueron diagnosticados con estrés postraumático, o también para ayudar a aquellos que están haciendo el tránsito hacia la vida civil, para facilitarles el proceso. Siempre con supervisión, control y dirección profesional de especialistas en salud mental.

“Nuestra idea fue tratar de implementarlo en nuestro país, no se ha hecho nunca en América Latina, por eso sería bastante innovadora. La particularidad que enfrentamos en nuestro país es que por suerte no tenemos tantas guerras como en Estados Unidos y Europa, aquí como sucedió hace 40 años, y ya son gente mayor. Es un desafío, intentamos hacerlo en conjunto con el Centro de Salud “Veteranos de Malvinas” que depende del Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas”, explica Leoni. El Centro trabaja desde 2004 en la atención psicológica y psiquiátrica del estrés postraumático de guerra que sufren nuestros ex combatientes.

Fueron las FF AA quienes entrevistaron a los candidatos, y también van a estar presentes en las actividades. En total, serán cinco veteranos. El proyecto arranca el martes de la semana que viene en Rueda, Santa Fe, con la Batalla de Pavón ocurrida hace más de 160 años.

Proponen un involucramiento directo de los veteranos de guerra con objetos del pasado y con las actividades que rodean al hallazgo, recuperación y su posterior análisis. Participarán de las excavaciones, búsquedas con detectores de metales, limpieza de materiales hallados, clasificación preliminar, pero también de las otras cuestiones de la organización del trabajo de campo, la logística y las actividades extra científicas como la socialización fuera del momento de trabajo, la diagramación y realización de las comidas y el esparcimiento. Que sean parte del equipo.

Entre los beneficios de este tipo de experiencia arqueológica, los investigadores y profesionales de la salud mental destacan: el trabajo al aire libre; la concentración plena que demanda el trabajo frente a la ansiedad y pensamientos negativos; el placer del hallazgo, que provoca sentimientos de logro y vincula a la persona con el pasado histórico; la posibilidad de colaborar en algo colectivo, que contribuye a la autoestima; y la reflexión terapéutica: “compartir la experiencia vivida y a través de la puesta en palabras trabajar con las asociaciones que cada veterano genere en relación a la vivencia de campaña y su experiencia de guerra”, apuntan.

“Se eligen sitios que fueron de uso militar en el pasado porque de esa manera se establece un lazo, vinculo o especie de empatía entre el veterano de guerra y quienes fueron los actores o participantes de esos hechos del pasado. Así se recupera y se busca realzar el rol de los veteranos como partícipes de un hecho histórico fundamental de nuestra historia (como Malvinas) y relacionarlos a otros hechos de nuestro pasado más remoto –continúa Leoni–. Buscamos trabajar en puntos de común, cómo influye y se considera la experiencia de ser soldado, transitar por la vida militar y por supuesto la experiencia de combate, aunque sean muy distintas las batallas y separadas en el tiempo”.

Leoni y el resto del equipo esperan que la experiencia “brinde y contribuya al bienestar emocional de los veteranos, y que pueda consolidarse o transformarse en un programa con continuidad en el tiempo, con más apoyo institucional e infraestructura”.

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Vainas, lefuyés y botones militares

En 2011 Juan Leoni comenzó a estudiar junto con un colega la batalla de Cepeda de 1859, y en 2019 arrancaron con Pavón, de 1861. Dos enfrentamientos muy relacionados entre sí. Pero entonces, la pandemia. Recién el año pasado pudieron retomar la investigación de Pavón y, entre otros hallazgos, encontraron varias piezas de cohetes congreve y un fusil inglés de chispa casi intacto. “Suele ocurrir que no hay mucha información acerca de qué armas específicas se usaron; entonces, encontrar una en concreto bastante identificable aporta más detalle, y al ser de chispa hay gran probabilidad de que haya pertenecido a las fuerzas de la Confederación que estaban un poco peor equipadas que las de Buenos Aires”, razona.

Una batalla es un laboratorio de experimentación de tecnologías. En enfrentamientos como Cepeda y La Verde los fusiles de chispa, provenientes del siglo XVIII, conviven en el mismo campo con fusiles de percusión. Desde vainas y lefuyé hasta Remington. «Tengamos en cuenta que es el gran siglo de la revolución industrial. Las diferencias tecnológicas pueden jugar a favor de uno o de otro, y eso lo notamos en lo que vamos encontrando”, aporta el arqueólogo Carlos Landa, también parte de los equipos.

Otros elementos que se suelen encontrar son los botones militares: “Tienen hasta el número de la unidad a la que pertenecían, de esa manera permiten inferir qué unidad se movió por cada sector”, relata Leoni. Un deseo repetido como quimera es dar con tumbas individuales y colectivas, nombradas por tradiciones orales. Al problema de la poca documentación que tiene Argentina de sus batallas, Leoni suma otro factor: “Los sitios están siendo saqueados por coleccionistas que no entienden que están anulando o limitando la posibilidad de hacer un estudio científico serio de las batallas”.

Malvinas contada a partir de los objetos

No es la primera vez que el equipo de investigadores trabaja con veteranos. “Objetos portadores de memoria: la Guerra de Malvinas” es un proyecto que reúne testimonios de protagonistas relacionados con objetos traídos, evocados, fabricados o reinventados en torno a esa herida abierta que aún porta la sociedad argentina. Este año fueron seleccionados por el Fondo Metropolitano de la Cultura, de las Artes y las Ciencias.

El historiador y escritor Sebastián Ávila, que viajó a Malvinas y que lidera el proyecto, cuenta que le resultaba imposible abordarlo con las herramientas que le dio la Historia, que no toma los objetos como fuentes. Así, se sumaron especialistas en arqueología de campos de batalla: Carlos Landa, Juan Leoni y Alejandra Raies. 

“Sebastián me planteó la posibilidad de hacer arqueología en Malvinas. Le dije que era complicado por cuestiones diplomáticas. Que me parecía que la única forma era entrevistar a veteranos en relación a los objetos”, aporta Landa. Y continúa: “empezamos a aprender sobre la marcha cómo entrevistarlos. Cuando alguien narró muchas veces un evento tiene un casete. Entonces arrancamos por otro lado, por los objetos de la infancia. Los objetos condensan capas de memoria. Llevamos más de 30 entrevistas. Empieza a haber conexiones entre la vida de los sujetos y los objetos. Surgieron historias fantásticas”.

Objetos en el campo, como si el tiempo se hubiera congelado. Una granada sin explosivo usada como cuenco. Una birome y una aguja o alambre caliente para hacerle agujeritos en la punta y convertirla en bombilla. Yerba reutilizada. O incluso turba. El mate fabricado en el campo de batalla es uno de los elementos más evocados al hablar de Malvinas. “Hay algunos objetos que se están repitiendo mucho. Sobre todo de lo que llevaron a la guerra: el reloj, las cámaras de fotos. Y entre los objetos que tuvieron que crear hay uno importante que es el mate. Sintetiza culturalmente una cuestión: las tropas que pelearon eran de provincias de todo el país. El mate, de todos los objetos, es el primero”, describe Ávila. Otros elementos en torno a la comida, y a la falta de ella, también están muy presentes. Ahí sobresalen los cascos devenidos ollas.