Inflación, tarifazos, salarios en baja, desempleo. Son ingredientes de una receta difícil de superar. Y mientras el ciudadano lucha, uno de los primeros ítems que borra de los «gastos» semanales es el del consumo cultural. A tal punto que dos de cada tres porteños debieron realizar ajustes en este rubro, de acuerdo al último informe anual del Consejo Económico y Social de la Ciudad de Buenos Aires (CESBA).

Con el objetivo de analizar las prácticas de los porteños, el CESBA realizó una encuesta que ofrece una suerte de «radiografía cultural» de la Ciudad. El informe destaca que la situación económica del país, de la cual la Capital Federal no está ajena, tuvo un fuerte impacto en los consumos culturales: «El 67% de los porteños debió hacer ajustes al presupuesto destinado a actividades culturales. Y resulta interesante señalar que esta tendencia se registra en todas los niveles socioeconómicos».

El cine continúa siendo la cita cultural preferida de los porteños: tres de cada cuatro encuestados fueron al menos una vez en los últimos seis meses. Pero el 37% afirmó haber reducido la frecuencia de asistencia respecto de 2015. En la pantalla grande, la recesión se ve reflejada también en las estadísticas oficiales del Gobierno de la Ciudad: 2016 fue el peor año desde 2009 en cantidad de público que asistió a cines ubicados en shoppings. En 12 meses se llegó a 6.189.108 tickets, un promedio de 7935 por sala. En 2015 fueron 6.563.302, con un promedio de 9000 por sala; mientras que en 2012 se había alcanzado el máximo de 8,6 millones. Lo social atraviesa lo cultural. No es sólo querer, sino también poder: entre quienes no concurrieron a una sala de cine durante el último semestre, el 31% reside en la zona sur, el 49% solo tiene estudios primarios, y el 32% reside en hogares con baja capacidad de ahorro. En contraposición, aumentan las horas frente a la pantalla chica. El 74% ve televisión todos los días.

Actualmente, menos del 40% dice leer entre dos y cuatro libros por semestre. Carlos Díaz, director de la Editorial Siglo XXI, resalta que «en 2016 las ventas cayeron un 20%, y en los primeros dos meses de este año bajaron otro 10% respecto del mismo período del año anterior. La caída sigue y no somos optimistas». En el mundo editorial se suma otro factor negativo, como la importación de libros que, sólo en el primer semestre de 2016, aumentó un 50 por ciento. El martes, la Cámara Argentina del Libro se reunirá para analizar qué hacer ante este contexto esquivo. «A las editoriales locales nos afecta porque se abrió de manera indiscriminada. Hay librerías que directamente traen todo importado; en España hay sobreproducción, también están en crisis y hay libros que llegan acá como saldo. Lo que estamos haciendo es destruir la industria nacional.» Si bien volvieron estrategias de ventas como los libros usados, los altos costos y las bajas ventas ya generaron el cierre de librerías, desde Adán Buenosayres, en la Avenida Corrientes, hasta Prometeo, en Palermo.

Un verdadero drama

Prácticamente uno de cada dos porteños (47%) asistió a recitales de música en vivo en los últimos seis meses, «pero nuevamente las medidas económicas inciden en que determinados sectores accedan a consumos más difíciles para otros», dice el informe. Sin embargo, los capitalinos siguen manifestando un gusto particular por el teatro: la mitad fue a alguna obra en los últimos seis meses. Pero el 21% redujo su frecuencia respecto del año pasado. En 2016, los costos operativos de energía y de servicios de los teatros, que iban del 2% al 4% de sus costos totales, pasaron a ser de casi el 20 por ciento. Este año la decisión fue poner menos obras que pudieran atraer mayor público, y más promociones como 2×1.

«En estos meses se ve una baja de casi el 30% en las localidades. Tampoco podés aumentar mucho porque la gente no lo puede pagar”, afirma Sabrina Cassini, exdirectora de Proteatro e integrante del colectivo Escena, que agrupa a más de 20 salas independientes, con un promedio de 60 butacas. «Muchas salas se bancan con talleres, cursos y seminarios, es donde más se genera trabajo y donde más se ve la baja de asistencia.» Lo que dice Sabrina tiene una correlación en la encuesta de CESBA: casi la mitad de los porteños dijo no estar haciendo actualmente ninguna actividad cultural personal en términos de cursos y talleres.

En medio del ajuste yacen el Teatro San Martín y el Alvear, dos emblemas de la cartelera porteña que el G-obierno de la Ciudad mantiene sin funcionar desde hace casi cuatro años, lo que viene acompañado por la suspensión de los talleres que allí se dictaban. Actores, directores y productores, coinciden en que la cultura está en «emergencia», y no solo por la baja de público. Enumeran clausuras de centros culturales, quita de subsidios y pagos adeudados a artistas que trabajaron en instituciones oficiales. Desde 2013, el Ejecutivo porteño no habilitó una sola sala nueva de teatro. Las prioridades en la gestión cultural del gobierno de la Ciudad parecen visibilizarse en un juego de espejos: mientras el San Martín persiste en una agonía desde 2012 sin fecha de regreso, el único teatro que creció en sus visitas fue el Colón: pasó de 418 mil en 2015, a 503.564 el año pasado. «

La brecha norte-sur en la calidad de vida

El informe del Consejo Económico y Social de la Ciudad de Buenos Aires también da cuenta de las disparidades entre el norte y el sur de la Ciudad, evidenciadas en la mayoría de las áreas estratégicas para evaluar la calidad de vida de los porteños. Un dato es clave: la desocupación alcanzó un 9,8% durante el tercer trimestre de 2016. Sin embargo, mientras en los barrios del norte la tasa fue del 4,6%, en el centro llegó al 9,9%, y en el sur, trepó al 14,5 por ciento. «La igualdad de oportunidades para el acceso a la salud, la educación, el transporte público, la seguridad, entre otros, no puede ser considerada como optativa sino como la exigencia universal que debe garantizar toda ciudad a sus habitantes en pos de la calidad de vida. La igualdad es una opción política, pero la desigualdad también», expresa Federico Saravia, presidente del CESBA, en las conclusiones del informe.

Altos niveles de confianza en lo público

«Hoy, la salud y la educación pública conviven con extendidos sistemas administrados por actores del sector privado, y ya el debate no se reduce exclusivamente al acceso y la gratuidad, sino también a la calidad. Los porteños, ¿confían en las instituciones encargadas de brindarles salud y educación?», se pregunta el informe de CESBA. 

Para eso realizaron una encuesta en septiembre de 2016, sobre una muestra de 2200 casos, que reveló una mayor confianza en la escuela pública (56%) respecto de la privada (54%), a diferencia del discurso oficial que hace hincapié en una desvalorización de los colegios públicos. Entre los que le otorgan las más bajas calificaciones a la escuela pública, el 55% señala que no tiene buena calidad educativa, el 23% que no garantiza los días mínimos de clase y el 19% que no cuenta con buena infraestructura. 

En lo que respecta a la salud, según los últimos datos disponibles de la Dirección General de Estadísticas y Censos, solo el 18% de los capitalinos utiliza exclusivamente el sistema público de salud porteño, integrado por 34 establecimientos. El 82% restante está afiliado a algún sistema privado de salud (prepagas) u obras sociales sindicales, y concurre mayoritariamente a establecimientos privados. El porcentaje de ciudadanos que utilizan el sistema público de salud decreció en los últimos años: en 2002, el 26% de los porteños recurría a la salud pública. 

Mientras tanto, los presupuestos caen. El de educación bajó 10 puntos porcentuales durante la última década. Para 2017 en la Ciudad representa apenas un 18,2%, la proporción más baja en los últimos 15 años. «A pesar de este progresivo deterioro presupuestario de las áreas de salud y educación, los porteños siguen teniendo en términos generales, altos niveles de confianza en lo público. Más aun entre los usuarios de estas prestaciones públicas, y los estratos socioeconómicos más desfavorecidos de la Ciudad», concluye el informe.