Cuando el dirigente social Juan Grabois estaba en medio un reportaje para la CNN recibió un llamado de emergencia. Eran sus compañeros de la CTEP, que le pedían que acudiera con urgencia al barrio de Constitución para defender a un grupo de trabajadores ambulantes que habían sido golpeados y despojados de sus pertenencias. Apenas llegó a los alrededores de la Comisaría 18 de la Policía de la Ciudad, fue detenido y metido en las celdas con sus compañeros. Salió pocas horas después, en medio de una creciente movilización para exigir su liberación. En diálogo con Tiempo sostiene que la detención fue decidida para amedrentar a la creciente protesta social, en un escenario donde las interlocuciones con el Gobierno están «muy deterioradas». Para Grabois, un abogado de 35 años, que suma casi 20 de militancia política y social, el escenario de crisis reclama un mayor protagonismo de las generaciones que resistieron a la tragedia política de la Alianza, en diciembre de 2001, pero para construir un marco de unidad que lleve ese aprendizaje a las urnas en las elecciones del año próximo. Con una estrecha relación con el papa Francisco, Grabois niega que vaya a ser candidato e insiste en repudiar la estrategia del macrismo para proscribir a la ex presidenta Cristina Fernandez de Kirchner, a partir de la ofensiva judicial en su contra.

-El conflicto social tomó un tono distinto a partir de su detención. ¿Cómo fue la situación en la comisaría 18?

-Fue todo muy rápido. Nos llamaron los compañeros que estaban yendo a la comisaría para pedir la liberación de Ale, un dirigente de la organización Juventud Despierta, formada por personas que se recuperaron de adicciones, y de seis migrantes senegaleses. Y también un pibe de La Matanza que trabaja en una cooperativa de construcción. Esa razzia fue tipo 17 horas y fue hecha de manera televisiva para mandar un mensaje, porque hay un crecimiento de la gente que trabaja en la vía pública producto de la situación económica y social. Cuando yo llego a la 18, como abogado, antes de que pudiera entrar, empieza a avanzar la Infantería sobre nuestros compañeros que se manifestaban. Fue todo extraño. Porque los funcionarios políticos del gobierno de la Ciudad nos dijeron después que ellos no dieron la orden de reprimir la manifestación, que era de muy poca gente en ese momento y sin cortar el tránsito. Nuestras protestas son pacíficas y todo el mundo lo sabe. Fue durante el avance de infantería cuando nos empezaron a pegar, me tiraron al piso a mí y a Jackie (Flores, dirigente del MTE y CTEP) y nos detienen. Después detuvieron también a Sergio Sánchez y a Rafa Klejzer, dirigente del movimiento La Dignidad. Algunos compañeros dicen que el comisario Bravo nos señaló para que nos detengan. Myryam Bregman (legisladora porteña del FIT), que es abogada mía en algunas causas, me dijo que creía que había un mensaje para atemorizar a los que trabajan en la calle y a los que se solidarizan. Después adentro de la comisaría hubo varios compañeros a los que les pegaron. Luego se calmó la situación.

-En ese momento empezó a viralizarse un masivo repudio…

-Sí. Lo peor fue la validación política del accionar. Yo pensé que el gobierno porteño iba a querer tomar distancia de ese accionar al estilo (de la ministra de Seguridad) Patricia Bullrich. Pero (Martín) Ocampo lo defendió. Dijo que yo le pegué a un policía, cosa que es falsa y ellos lo saben porque tienen todo filmado.

-En esas horas, ¿hubo alguna comunicación del gobierno porteño y del nacional para descomprimir la situación?

-Yo estaba preso y esposado. No podía hablar con nadie, excepto los abogados. Algunos funcionarios de ambas administraciones llamaron para disculparse después de mi liberación. No voy a decir los nombres porque los van a joder. Me parece que en el gobierno convive una línea más represiva respecto de la protesta social, y otra más moderada. Pareciera que ahora se está imponiendo la línea represiva, por la situación social y quizás porque el circo ya aburre y vienen los palos.

-Cuando salió, usted planteó que la sociedad tiene que bancarse que haya gente en la calle. ¿Para quién fue el mensaje?

-El mensaje es sobre todo para un sector de la sociedad que existe y que tiene una suerte de xenofobia, con una visión fascista sobre los inmigrantes, y creo que es algo que debe ser combatido. Esa intolerancia tiene que ser denunciada. Por otra parte está el tema del espacio público y la política del gobierno porteño que le da a la policía la potestad de ordenarlo.

-Macri  y Rodríguez Larreta hicieron en la ciudad laboratorio de opinión pública para darle representatividad política a esa demanda  de “orden”. ¿Cuánto piensa que influye esto con el accionar actual?

-Mucho. El gobierno sabe que el discurso de mando dura y xenofobia, la demagogia de derecha, garpa electoralmente. También saben que es antidemocrático, entonces tienen que jugar en una línea muy fina. Es como haber revalidado la conducta de Chocobar. Es una forma de dar un mensaje de demagogia de derecha. Le llega a los sectores muy reaccionarios y a los que tienen miedo aunque no sean tan intolerantes. El gobierno agita ese medio. 

-Con esa estrategia, ¿le da veracidad al discurso oficial que asegura esfuerzos para contener las consecuencias sociales del ajuste?

-Los paliativos no son ni buenos ni malos. Los movimientos sociales estamos para transformar la realidad no para contenerla. En el caso del gobierno, como en toda estrategia de contención, me parece que hay un elemento de coerción y otro de consenso. Me parece que ahora, al haber abandonado el diálogo político, el gobierno busca un consenso sólo con los sectores sociales intolerantes y autoritarios. Lo hace a través de la persecución política de la oposición, de Cristina Kirchner particularmente, y con la represión y estigmatización de los movimientos sociales.

-¿Los anuncios de incremento de asistencia permitirán amortiguar el malestar social?

– Los bonos de AUH que se van a dar son muy bajos, pero ayudan a paliar la inflación. Esto lo digo para no simplificar el análisis del esquema neoliberal. Ellos apuestan a mantener la gobernabilidad y, a menos que el pueblo masivamente decida otra cosa, tienen que cumplir su mandato como corresponde. Hoy hay una hipótesis neoduhaldista que propone que si se complica mucho la situación hay que hacer un gobierno de coalición entre una parte del gobierno, el peronismo federal y el massismo. Por eso es importante que Macri termine su mandato. Y que los que pensamos que este es un gobierno muy malo para la Argentina nos juntemos para ganarle en las elecciones del año que viene. 

-El gobierno acusa a ciertos sectores opositores de golpistas. Algunas expresiones políticas dicen que votan el presupuesto para que no los acusen de esto.

– Cristina sin presupuesto votado gobernó igual. Este presupuesto es del hambre y la miseria. La inversión social aumenta 35 puntos mientras la inflación será de 42. Se pierden siete puntos. La oposición no puede votar eso. Hay otras cosas graves como la autorización al gobierno para  vender tierras fiscales en el interior, que me parece que son para amigos del gobierno que las quieren comprar. Los que voten este presupuesto son cómplices del saqueo.

-Desde la perspectiva propositiva, ¿cuál debería ser la política tributaria del gobierno?

-Lo primero que hay que decir es que no le saquen más a los pobres de lo que ya le sacaron. Más que eso, con este proyecto político, no se puede proponer. Ahora, con otro gobierno, una cosa que hay que plantear, y que explica el subdesarrollo de la región, es que en Argentina, por ejemplo, hay algo más de 1000 familias que poseen el 70% de la tierra cultivable. Eso no existe en ningún país civilizado del mundo. Esa oligarquía que hoy es rentista de los pooles de siembra, es algo que hay que desarmar, y mientras tanto tienen que pagar las retenciones. Porque la tierra es un patrimonio colectivo. Está en la doctrina social de la iglesia. Obviamente que los que tienen bienes en el exterior también tienen que pagar impuestos. El gobierno habla de bajar el déficit. Tiene razón. Hay que hacerlo cobrando bien los impuestos.

-Quedó muy marcada su posición en contra de la posible proscripción de CFK cuando la acompañó a Comodoro Py. ¿Cómo se debatió el tema dentro de los movimientos sociales?            

– El debate fue interesante. Hubo planteos genuinos de que en mi persona hay una representación de distintas organizaciones que tienen diferencias políticas pero coincidimos en otros objetivos. El planteo fue que yo, al tomar una posición tan marcada, rompía un poco eso. Es cierto. Pero hay momentos en que uno cree que tiene que posicionarse. No hay compañeros nuestros que piensen que lo que hace Bonadío tiene que ver con hacer justicia. También hay una cuestión generacional. La generación del 2001 tiene que asumir ahora un rol de protagonismo. Eso suele generar tensiones con la generación anterior. Son procesos. Hay que aceptar las diferencias y en algún momento llegará la síntesis. Ahora vamos a hacer una convocatoria a un frente amplio que se propone denunciar la persecución que en América Latina sufren Cristina, Lula y Correa. Son intentos de proscripción. Es una coordinación hemisférica. Y vamos a denunciar eso quienes nunca fuimos parte del gobierno anterior, que incluso estuvimos presos durante esos gobiernos. Yo repudio a muchos exfuncionarios que creo que deben ser investigados. Pero no por eso voy a dejar de reivindicar críticamente los procesos populares que vivió Latinoamérica.

-¿Ese espacio piensa participar en las próximas elecciones? ¿Lo harían con Cristina?

-Sí. El objetivo es construir un frente en el que estemos todos los que queremos derrotar al gobierno y al plan del FMI. Dentro de ese “todo” obviamente está Cristina. No sé si como candidata o cómo. Se verá. Lo que no se puede hacer es excluirla, a nadie en realidad, y menos a quien más votos tienen. El espacio que vamos a armar nosotros es de gente joven que no fue parte del kirchnerismo. La idea es ver qué aporte podemos hacer para derrotar este proyecto en las urnas. En la calle se lucha por los derechos sociales, no para poner un nuevo gobierno. Eso en las urnas. Yo no tengo intención de ser candidato a nada, lo que no quiere decir que no vaya a intervenir en el proceso político del año que viene. Dentro de la CTEP cada uno puede tener la posición político partidaria que quiera.

-¿Descarta de plano ser candidato?

-Mi vocación es lo social. No me gusta la idea de ser candidato. Creo  que es importante para el país derrotar este proceso y quiero colaborar en eso para seguir con lo que me parece que mejor me sale que es lo social. El frente que vamos a ayudar a construir tiene dos ejes centrales: no aceptamos el plan del FMI y no aceptamos la proscripción de Cristina. Son nuestros dos pilares y podemos confluir con cualquiera que coincida en esas dos cosas. No se trata de un kirchnerismo renovado, pero tampoco de ser tan obtuso como para no reivindicar las cosas que se hicieron bien, más allá de todas las críticas que tenemos.

En los últimos meses hubo intentos de saqueo en distintos puntos del país ¿Cómo avanza la relación con la ministra de Desarrollo Social Carolina Stanley frente a estas señales?

-La interlocución está muy deteriorada. En lo alimentario trabajamos con bastante normalidad. Y para otras cosas no nos han convocado. En el gobierno hay una interna. Hay algunos que sostienen que nosotros los queremos voltear. Por eso me estigmatizan a mí, el gobierno y sus medios amigos. En realidad el golpe se lo hicieron los mercados. Nosotros queremos que el pueblo no sufra, que terminen su mandato y vuelvan a sus casas porque está claro que no saben gobernar. Hicieron un desastre con la Argentina. Estamos en una etapa de violencia social a la que se le está sumando la violencia política. Se está poniendo feo. Y el gobierno no sale a poner paños fríos.

El martes hay un paro de la CGT, ¿cómo ve el accionar de la central obrera?

-El paro va a ser contundente. Es un mensaje para el gobierno y para el fondo. El nivel de entreguismo del gobierno es tan grande que no tiene una solución sindical. Es una solución política. «