El edificio de Comodoro Py 2002 cobija a una docena de jueces federales de primera instancia. Todas las causas que resuenan en los medios, con ínfimas excepciones, tramitan allí. Es el centro de lo que se nombra como judicialización de la política. Pero en ese edificio también caben las operaciones políticas, las mediáticas y judiciales, circulan los servicios de inteligencia y los abogados denunciadores, la presión política y la presión a los políticos. Todo lo que se ve a diario en los medios de comunicación.

Para el abogado Pablo Slonimsqui, autor del libro Forum Shopping Reloaded. Claves para entender la manipulación institucional, todo el sistema que encierra el edificio del barrio de Retiro es «el fracaso institucional más notable de la actualidad».

Slonimsqui ingresó al Poder Judicial en 1991 y, entre 1996 y 1999, fue secretario del Juzgado Nacional en lo Criminal y Correccional Federal Nº 2. Hoy abocado a la actividad independiente, publicó en agosto pasado un libro –no es el primero, pero sí el último– que desmenuza la manipulación en el sistema judicial argentino. El nombre viene de los mecanismos para sortear el azar y elegir los jueces para beneficiarse en las causas. Antes el exjuez Norberto Oyarbide y ahora el juez Claudio Bonadio, lograron, según Slonimsqui, que aquello que se hacía a escondidas, ahora esté a la vista de todos. «Se hace con la sutileza de un camión recolector de basura, a plena luz del día, y nadie se molesta siquiera en disimularlo», analiza.

–¿Cómo es ese Ministerio con lógica propia en que se convirtió Comodoro Py?

–Comodoro Py reúne a todas las instancias de la justicia federal y es donde tramitan los casos más importantes, que refieren a funcionarios públicos, narcotráfico, trata de personas. Todos los temas que impactan políticamente están ahí. Hay tres cosas que hacen comprender por qué Comodoro Py se convirtió en el fracaso institucional más notable de la democracia. Primero porque son muy pocos jueces que concentran mucho poder: todos los casos importantes se reparten entre 12 jueces, un número que permite que sea fácil controlarlos, presionarlos, comprarlos. También los abogados penalistas son pocos. Y la otra pata es la familia judicial, esa pulsión que tienen los funcionarios judiciales de hacer entrar a los tribunales a sus hijos, sus sobrinos, sus amigos, un colectivo conservador que reproduce la burocracia.

–Pocos jueces con mucho poder. ¿Ahí está la clave?

–En Comodoro Py son pocos jueces y fáciles de influenciar. A la decadencia se llegó por distintos motivos: malos nombramientos, venalidad, simpatías políticas o presiones, y el Consejo de la Magistratura completamente desdibujado y que presiona. Tiene más sentido darle la designación de los jueces y su control al jurado de ShowMatch, porque seguramente va a tener un procedimiento mucho más confiable que el que tiene la estructura cuasimafiosa del Consejo de la Magistratura.

–Desde hace mucho tiempo la Justicia ocupa un rol en la vida política del país. Hoy lo que ocurre en Comodoro Py es el tema central de los noticieros…

–Hay toda una fragilidad institucional que hace que los jueces vayan midiendo sus decisiones de acuerdo a quién tenga el poder para complicarles la vida o no, y que por lo general atienden a la agenda de los grupos concentrados de comunicación. Esto se ve de mil maneras: tratan de que las noticias impacten los viernes así están en la tapa de los diarios los fines de semana, hacen que los juicios coincidan con el calendario electoral… Por estas cosas, Comodoro Py se convirtió en una masa gelatinosa sobre la que no se puede construir nada. Nadie cree nada de lo que salga de Comodoro Py. Y eso les juega en contra a los pocos tipos que hacen las cosas bien, porque su esfuerzo se difumina entre las aberraciones del resto.

–La sociedad tienen una relación rara con la Justicia. Se critican o defienden los fallos, dependiendo a quién afecten…

–A los políticos, seguro que no. Pero creo que a la gente tampoco le interesa la verdad o la justicia, sino que celebran los fallos que coinciden con su gusto o simpatía electoral y rechazan los que van en contra. En ambos casos sin atender a su contenido. Se ve muy claro ahora.

–En el caso de los gobiernos es claro. Es un tema inicial de Forum Shopping…

–Los gobernantes cuando están en la oposición reclaman justicia en tiempo real, una justicia dura, eficaz y ejemplar, pero cuando asumen el poder tienen un efecto reversivo fulminante, y cuando los investigan en tiempo real dicen que son operaciones, que los están presionando, que atentan contra la gobernabilidad. Antes era «el partido judicial» y ahora son «resabios de jueces k». La gente le perdió el respeto a la Justicia.

–¿Cuánto tiene que ver la Justicia en esa pérdida?

–La gente le perdió el respeto con razones muy válidas. Venimos de 20 años de Oyarbide. Es una pena que se abaraten los debates, porque con lo que fue Oyarbide en su momento y lo que es Claudio Bonadio hoy, se acaban las sutilezas. Yo venía estudiando el tema de la manipulación hace mucho tiempo y antes se hacían maniobras sutiles, se buscaba enmascararlas, pero ahora se hacen con la sutileza de un camión recolector de basura, a plena luz del día, y nadie se molesta siquiera en disimularlo.

–¿Cuánto tiene que ver la judicialización de la política?

–La Justicia Federal tiene competencia para investigar temas que impactan en la política. Pero además hay toda una industria de la denuncia, de los abogados denunciantes, que conforman un esquema muy curioso que a mi parecer están muy vinculados a los servicios de Inteligencia. El sistema básicamente es: denunciar a todo el mundo, tenerlos a todos en alerta, y después ofrecer una solución o complicarles la vida según convenga. Hay un montón de otros jueces que tienen un montón de casos pero que no le interesan a nadie. Pero el periodismo, la opinión pública y la mirada de la política se van concentrando en los 12 jueces que conforman la primera instancia de la justicia federal, pero también en la Cámara de Apelaciones, las instancias de Casación y la Corte. Esa es la estructura donde la política impacta en la Justicia y viceversa.

–Ese combo de denunciantes, servicios y políticos hoy aparecen en las causas que están en la TV: la acusación de extorsión al fiscal Stornelli, los cuadernos o incluso la del ex vicepresidente  Amado Boudou, que usted incorporó en su libro…

–El caso de Boudou es desopilante. Empieza porque un tipo que tiene alguna vinculación con el Ejército cuenta una historia que escuchó una conversación de pasada y, a partir de eso, se hace una investigación propia de un becario del Conicet. Lo de (Oscar) Centeno es parecido. Lo que llama la atención es que Lilita Carrió se preste a jugadas anónimas, como ocurrió esta semana, porque a ella le pasó lo mismo: la denunciaron por enriquecimiento ilícito y la operación la desbarató el juez Daniel Rafecas. Me llama la atención que ahora ella diga alegremente que le llegó un anónimo, cosa que no le puede creer ni el más quedado de los alumnos de cuarto grado. Como si la gente fuera imbécil.

–El actor estelar en estas causas es el servicio de inteligencia. ¿Qué los une a los tribunales?

–Los servicios de inteligencia empezaron su relación con los tribunales como una colaboración para facilitar investigaciones complejas. Eso devino en algunos casos en un plan de negocios y en otros en una influencia sobre los jueces. Los servicios cuentan con herramientas extorsivas como las escuchas telefónicas, los seguimientos o el acceso a información patrimonial, que hace que siempre encuentren elementos para incomodar al juez, al fiscal o a quien fuera. Y a partir de eso, por orientación política o incluso internas entre ellos, inciden en los procesos para abrirlos en tiempos oportunos, para desviarlos, para cerrarlos, con el aporte de anónimos, de información tergiversada, mandando testigos para cambiar la investigación. Hay una relación promiscua entre servicios, jueces y fiscales.

–¿Cuándo comenzó esta degradación de Comodoro Py?

–El menemismo hizo un diseño que incluyó la colonización del fuero federal desplazando jueces idóneos y creando más fueros para que haya más vacantes. Y llenó de adeptos a la Magistratura. En general los juristas que estudiaron el tema ubican en ese momento la decadencia: en la reforma del Código Procesal.

–La colonización de la justicia es algo que también se le achaca al macrismo…

–Nunca la Justicia investigó a un gobierno en tiempo real. En su momento Oyarbide metió gente presa con un criterio muy dudoso. Lo que ocurre ahora es algo que antes no habíamos visto: se desplaza a los jueces que no se adaptan a un esquema prefijado, las vacantes que deben ser por concurso se llenan a dedo. Pareciera que hay una tarea planificada o acordada de distintas instancias judiciales que deberían caracterizarse por su independencia. Hay una vocación por humillar, una tendencia a hacer coincidir los procesos judiciales con los momentos electorales. Lejos de emprolijar o intentar mejorar un statu quo malo, este gobierno lo exacerbó. Pero qué pasa, se sacó a Oyarbide de encima y eso le dio un crédito elemental.  «