Victoria Donda, quien recuperó su identidad en 2004 por la lucha de Abuelas de Plaza de Mayo, declaró este lunes ante el Tribunal Oral Federal 6 de la Ciudad en el juicio contra su tío, Adolfo Donda, por el rol que tuvo en su apropiación durante la última dictadura.

Victoria nació en la ESMA durante el cautiverio de su madre, María Hilda Pérez, en agosto de 1977. Dos semanas después, su madre fue trasladada del centro clandestino de detención y permanece desaparecida, y Victoria fue inscripta como hija biológica del prefecto Juan Antonio Azic, integrante del grupo de tareas de la ESMA junto a Adolfo Donda.

“A mí me interesa saber dos cosas, pero no sé si alguna vez Donda me las va a decir. Como no se animó a venir personalmente, no se las puedo decir: una es mi fecha de nacimiento, estoy segura es que él la sabe, y si hay alguna posibilidad que sepa en qué fosa lo tiraron a mi papá para poder llevar sus huesos, sus cenizas, y llevarle una flor alguna vez. A mi madre, los testimonios dicen que la llevaron a los vuelos de la muerte, así que supongo que sólo le voy a poder seguir tirando flores al mar. Era sólo eso lo que me movía a querer conocerlo”, contó Victoria sobre el final de su testimonio.

Su tío presenciaba la audiencia de manera virtual desde el penal de Ezeiza y los dichos de Victoria lo forzaron a tener que responder, ya que en todas sus declaraciones se presenta cínicamente como un familiar que busca saber qué pasó con su hermano y no como uno de los jefes de los Grupos de Tareas de la ESMA.

Al conocer la voluntad de Donda de declarar, Victoria cerró su testimonio con la lectura de una carta que le envió su padre a su abuela un día de la madre y un fuerte mensaje contra su tío.

“Quiero leer algo, ya que va a hablar Adolfo Donda. Lo primero que quiero traer es la voz de alguien que está desaparecido, mi papá, quien escribió de puño y letra y lo podemos sumar a la causa”, señaló. El breve texto se refiere a la familia: “Contrariamente a lo que dicen, esta lucha es por la familia, porque en definitiva la patria y el pueblo son la suma de las familias de nuestra tierra. Y la construcción de una familia nueva, un hombre nuevo, una sociedad nueva. Es nuestro objetivo. Lamentablemente por la ceguera, el miedo, la ambición desmedida y una concepción antihumana de ellos, imponen un camino violento. Dios quiera que esta situación termine felizmente con la liberación y la paz. Con justicia, un fuerte abrazo que te quiere, José”, dice el texto.

“Esta es la voz de mi papá. Tenía 21 años cuando fue detenido por la última dictadura militar, de la que participó su hermano, el mismo hermano que informó a sus superiores la ideología de su hermano menor para, según él, ganarse la confianza de sus superiores”, sostuvo Victoria y agregó: “Usted dice que me buscó y me esperó. Realmente cree que le voy a creer, que uno de los responsables de los servicios de inteligencia, de secuestrar gente, de cazarlos como animales, no me pudo encontrar en más de 40 años. La verdad que es subestimarlo. Yo no lo subestimo. Creo que está grande, pero que más allá de eso tiene la suerte de estar gozando todas las garantías del sistema democrático. Si la Justicia le concede las salidas transitorias, no se olvide que cada vez que salga a la calle lo puede hacer gracias a nosotros y nosotras, que peleamos por la libertad y democracia. Gracias a su hermano menor, a quien dejó que lo maten y desaparezcan y esa mujer que vio embarazada y con grilletes, que le pidió por favor que me lleve con mi abuela”.

Por último, reiteró: “Ya que se anima a hablar, lo único que quiero saber es donde están, que nos digan donde están. Rompan el pacto de silencio, que lo único que muestra es que eran varias bandas que se sirvieron del estado para delinquir con los peores delitos que la humanidad conoció y que por esta sociedad que pelea por la democracia hoy están siendo juzgados”.

Cuando terminó el testimonio de Victoria, Donda pidió ampliar su indagatoria. Volvió a negar conocer donde se encuentran su hermano y su cuñada desaparecidos o la fecha de nacimiento de su sobrina y aseguró no haber tenido nada que ver con los hechos que se investigan en el juicio. “No quiero ventilar temas familiares y hacerlos públicos. Te quiero decir que tu declaración está contaminada de terceros que tal vez con buena voluntad o con mala voluntad o resentimiento han creado una historia en la cual no pude contribuir y que siempre estuve dispuesto a hablar con vos”, señaló.

En la ESMA, Donda integraba el Grupo de Tareas de la ESMA como miembro de los grupos operativos que se encargaban de los secuestros, bajo el apodo de “Jerónimo” o “Palito”, y luego, desde fines de 1978, fue nombrado jefe de Operaciones. Por esos delitos, ya fue condenado dos veces a prisión perpetua en “ESMA II” y “ESMA Unificada”.

La reconstrucción de una historia

La declaración de Victoria se extendió durante más de una hora. Habló pausado, lento. Siguió el hilo de sus recuerdos, ya tantas veces repasados, y fue contando su historia a partir de las preguntas de la querella de Abuelas y de la fiscalía, a cargo de Pablo Parenti.

“Victoria Analía Donda Pérez es el nombre que elegí tener después del 8 de octubre de 2004, cuando me dieron el resultado del ADN y me enteré que mi mamá en la ESMA, donde la obligaron a parirme, me puso Victoria. En honor a ella decidí tener Victoria como mi primer nombre. Analía era mi segundo nombre, el que me pusieron mis apropiadores, y decidí dejarlo porque también es parte de lo que soy. Donda era el apellido de mi padre y Pérez el de mi madre”, relató la ex titular del INADI y hoy integrante de la Fundación Banco Provincia.

María Hilda tenía 23 años y le decían Cori. Era militante de la Juventud Peronista y de Montoneros en la zona oeste de la provincia de Buenos Aires. José María tenía 21 años y le decían Pato y también integraba Montoneros. María Hilda estaba embarazada de cinco meses cuando fue secuestrada en la plaza de la localidad de Castelar.

“La subieron a una camioneta y en un momento logra salir, empieza a correr para el lado de la estación y cuando hace unas cuadras, se le rompe el zapato, la agarran y se la vuelven a llevar. Cuando mi papá llega, unas horas más tarde, encuentra el zapato roto en la calle y nos empieza a buscar”, relató Victoria. José María fue luego secuestrado también y ambos fueron vistos en la Comisaría 3° de Castelar. En agosto de 1977, la joven fue llevada a la ESMA para dar a luz.

“Varias compañeras me contaron cosas de mi mamá en la ESMA. Alguien que es lo más cercano que tengo a mi mamá, Lidia Vieyra, quien la ayudó en el parto. Me contó que la llevaron a la salita de las embarazadas, que sobre una mesa de madera nací yo, por parto natural. Le habían puesto un suero a mi mamá y a Lidia le habían dejado una aguja de coser con un hilo azul. Al tiempo llegó Magnacco (médico de la Armada), chequeó que estuviera viva y cuando salió, mi mamá se sacó el suero, saltó, me abrazó y me puso Victoria. Yo estuve unos días más con ella en una canastita”, recordó.

Sobre el rol de su tío en esos hechos, contó que sobrevivientes le señalaron que su mamá les había relatado que tenía un familiar en la ESMA y que le había prometido que iban a entregar a la niña a su familia.

“Pude hablar con casi todos los sobrevivientes que estuvieron con mi mamá y gracias a ellos y a su recuerdo y a los compañeros que la conocieron, pude reconstruir el recuerdo de mi mamá a quien no pude conocer porque había quienes se creían dueños de la vida y de la muerte de las personas que pensaban que un país diferente podía ser posible y decidieron llevar adelante el terrorismo de estado de esta forma”, repasó y finalizó: “Este juicio era necesario, porque necesitamos cicatrizar heridas y la única forma que me enseñaron es con justicia”.