La final de Champions League entre equipos ingleses quedó para Chelsea, que consiguió así su segunda Champions en su historia. Con un gol del alemán Kai Havertz sobre el final del primer tiempo, el equipo de Londres marcó la diferencia ante un Manchester City que estuvo muy lejos de su mejor versión. Ese tanto de Havertz inclinó la balanza de un partido al que le faltó brillo y con el que se cerró una temporada europea marcada por la pandemia de inicio a fin. 

El Chelsea, un equipo sin figuras rutilantes y que había comenzado la temporada con otro entrenador en el banco, la gloria blue Frank Lampard, sostuvo su triunfo en el francés N’Golo Kanté. Un mediocampista todo terreno que sigue sumando trofeos: fue campeón de Premier con Leicester y Chelsea, campeón del mundo con Francia en Rusia 2018, campeón de Europa League con el Chelsea y ahora suma el torneo de clubes más importante del mundo. Kanté, con su entrega permanente y la presencia en las dos áreas, fue la figura de la cancha.

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(Foto: Michael Steele / AFP)


Aunque este título de Chelsea será recordado por quien estuvo sentado en el banco de suplentes. El alemán Tomas Tuchel se tomó revancha de la derrota que había sufrido en la última final de Champions League, como DT del París Saint Germain. Despedido del club francés en Navidad, resurgió un mes más tarde con el Chelsea, que entonces sufría en el campeonato y lo llevó de nuevo a la élite. «Si alguien me hubiera dicho esto a fin de año, no sé si le hubiera creído o si me hubiera reído de él», señaló en la página de la UEFA previo a la final. Ahora vive sus mejores horas como entrenador porque le ganó el duelo táctico a un viejo conocido como Pep Guardiola. 

«Trabajaba en el Bayern y él organizó una cena en Múnich. Hablamos de fútbol, fútbol, fútbol y fútbol», reconoció Guardiola. Y agregó: “Aprendí mucho. Buena comida, buen vino, siempre es un buen momento para compartir. Es un buen recuerdo. Después hemos crecido y tenemos una buena relación». Ambos técnicos son auténticos perfeccionistas de la táctica, y se conocen bien de Alemania, cuando Guardiola dirigía al Bayern, mientras que Tuchel pasó del Maguncia al Borussia Dortmund. Como en cada final, Guardiola buscó innovar con la formación para sorprender al rival, aunque la apuesta de sacar a un mediocentro clásico como Fernandinho para hacerle lugar al extremo Rahmeen Sterling no le salió bien. 

Con un buen clima por las 16.500 personas que asistieron al Estadio do Dragao, en Oporto, Portugal, la final recuperó algo del ambiente clásico futbolero. Aunque el Chelsea cuenta en su plantel con el argentino Wilfredo Caballero, con este triunfo blue ya suman cinco los años que pasan sin que el equipo campeón de Champions League tengo el aporte de un futbolista argentino. La última vez fue en 2015, con el triunfo del Barcelona de Lionel Messi y Javier Mascherano. Sergio Agüero, que entró los últimos 15 minutos de juego, amenazó con marcar un gol agónico en su despedida del Manchester City, pero no pasó de eso. 

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(Foto: David Ramos / AFP)

La gloria se quedó en la mitad londinense de Portugal. Propiedad del ruso Roman Abramovich desde 2003, cuando pagó unos 200 millones de euros para adquirirlo, el Chelsea fue un adelantado a principio de siglo de lo que hoy ya parece costumbre: que algún magnate ponga su billetera a disposición de un club para adquirir futbolistas. En los 18 años que lleva como dueño del Chelsea, Abramovich invirtió 2222 millones de euros en refuerzos. Ante el City, se anotó su segunda Champions League, después de la conseguida en 2011/12. 

Los blues se quedaron con el duelo de millonarios ante  el Manchester City, propiedad de la familia real del emirato árabe de Abu Dhabi tras pagar 247 millones de euros en 2008. En estos 12 años invirtió unos 2000 millones de euros para soñar con ganar la primera Champions League. En la 20/21 llegaron por primera vez a la final. Pero no alcanzó para ganarla. Entre las muchas tradiciones que tiene la Champions, una marca es que nunca un debutante en finales fue campeón. El año pasado la sufrió el PSG, con dueño qatarí. Esta vez, la maldición cayó para el City, propiedad de una familia real árabe.