«En un mundo tan competitivo como el de hoy -escribió Ferran Soriano en La pelota no entra por azar, cuya primera edición fue publicada en 2009-, quien gana es aquel que es capaz de aplicar las nuevas comprensiones de la realidad con cierta anticipación, el que lo hace antes que sus competidores». Hacía un año que Soriano había dejado de ser vicepresidente económico de Barcelona. El juego del Barça de Pep Guardiola era la vanguardia en el fútbol. Soriano, apuntado como uno de los artífices del mejor equipo de la historia, describía a Manchester City como el que había provocado una «inflación salvaje» a través de «inversiones irracionales»: un año antes, el Abu Dhabi United Group de Emiratos Árabes Unidos había comprado el club inglés a golpe de petrodólares. Una década después, Soriano llegó a Argentina como el CEO del City Football Group, presente con clubes y convenios en los cinco continentes, con más de 240 contratos de futbolistas profesionales, con casi mil juveniles por el mundo. En el año en que el gobierno planea que se debata en el Congreso el ingreso de las sociedades anónimas, el lunes por la noche en la Usina del Arte de La Boca, Soriano dijo: «El fútbol argentino tendrá que encontrar su combinación, quizás una voluntaria, donde cada club se organice como quiera, pero a lo que animo es a que no reinventen la rueda. Que vean qué se hizo bien en Alemania, Portugal, España, y que se aprenda de ello».

Ese día, antes de la exposición en la Usina del Arte, Soriano almorzó con Rodolfo D’Onofrio, presidente de River; Víctor Blanco, de Racing; y Mariano Elizondo, de la Superliga, entre otros dirigentes. También visitó en su despacho de La Bombonera a Daniel Angelici. El plan de conquistar el mundo con «franquicias» porque los grandes clubes de fútbol son «compañías globales de entretenimiento como Disney», como advirtió mediante 28 diapositivas en una charla en el Birkbeck College de Londres en 2006, no pudo desarrollarlo en Barcelona por dos motivos: el club todavía funciona como asociación civil y la identidad catalana -«Més que un club«- pesa más que la glocalización, un concepto que implica explotar un productor global, pero adaptándolo a los mercados locales. Soriano, que sorteó en la justicia denuncias de espionaje informático en la interna política de Barcelona y que fue exonerado de pagar una multa millonaria como presidente del consejo de administración que terminó con la quiebra de la aerolínea Spanair, comenzó a trabajar el 1 de septiembre de 2012 como uno de los jefes ejecutivos de Manchester City, buque insignia de los seis clubes del City Group. No le fue fácil convencerlo a Mansour bin Zayed Al Nahyan, jeque de la familia que gobierna Abu Dhabi. Pero, como resumió el periodista Giles Tremlett en el diario inglés The Guardian, uno tenía la idea, y el otro, los millones.

En la táctica y estrategia de poner fichas celestes en el mundo, hay focos de conflicto. En Argentina, Vélez mantiene una apelación en el Tribunal de Arbitraje Deportivo (TAS) porque considera que Manchester City contrató a mediados de 2016 a Benjamín Garré, zurdo delantero de la Séptima División, fuera de las reglas. Garré dejó Vélez días antes de cumplir los 16 y viajó a Alemania. Cuando los cumplió, entró a Inglaterra con el pasaporte italiano. Manchester City, amparado en el cambio de reglamentación de la FIFA que habilita la transferencia de un menor en caso de que sea dentro de la Unión Europea, lo fichó. El fallo del TAS, que puede prohibirle contratar futbolistas en los mercados de pases que vienen, saldrá antes de fin de mes. Sergio Rapisarda, presidente de Vélez, no se reunió el lunes con Soriano, que después expuso en Uruguay, donde hay sociedades anónimas, donde las transferencias pagan menos impuestos y, sobre todo, donde está Torque, club -y sede sudamericana del City Group- que ascendió a Primera. Pero Rapisarda sí leyó La pelota no entra por azar. «Pensé que había venido por su libro, que habla del modelo Barcelona -dice-. No he ido, no me interioricé a qué vino. Sí fue gente cercana a Vélez. Lo de Garré está todo en la justicia deportiva. No comparto la decisión del jugador y de su familia, obviamente. Ellos se amparan en otra legislación. En su momento, a la anterior dirigencia, los clubes le habían dado apoyo en AFA y también en Conmebol». A mitad del año pasado, la Premier League ya había sancionado a Manchester City con la prohibición de fichar juveniles de otros clubes ingleses durante dos temporadas y con una multa por contactar a las familias de jugadores menores de edad que pertenecían a otros clubes.

En Oceanía también chocaron con intereses argentinos. En 2014, el City Group compró el Melbourne Heart de la A-League, máxima categoría de Australia. A pesar de las protestas de los hinchas, cambiaron los colores de la camiseta: del rojo y blanco al celeste de la casa central. Pero cuando quisieron cambiar el nombre, ya existía. Melbourne City Football Club, fundado por una comunidad de argentinos y otros inmigrantes latinoamericanos en 1991, lo usaba. Está en la séptima división a nivel nacional. No acordaron con los enviados del City para ceder la denominación: primero ofrecieron camisetas, arcos y pelotas, y después, dinero. La Federación Australiana de Fútbol, sin embargo, aceptó el nombre. Hay un juicio de por medio. «No entiendo cómo un club puede venir aquí y decir que ambos podemos coexistir con el mismo nombre, jugando el mismo deporte -dice Fabián Giménez, actual mánager del Melbourne City original-. Son un gran club y han tomado un nombre que ya está en uso y que tiene una historia y una identidad». El Melbourne City de capitales emiratíes y chinos y gestión catalana recibirá a prueba al delantero argentino Valentín Vidal, que jugaba en las inferiores de River.

El crecimiento del ejército celeste encontró reparos en Europa. En 2014, la UEFA castigó a Manchester City con una multa de 60 millones de euros por violar el «fair play» financiero y lograr «ventajas deportivas a través de desmesuradas inversiones sin un retorno económico» en temporadas anteriores. Otros poderes también acusaron la política del City Group. Javier Tebas, que preside la Liga española dominada por Real Madrid y Barcelona, clubes asociaciones civiles, y aún beneficiado con el modelo de sociedades anónimas en España, llamó «club estatal» a Manchester City. Andrea Agnelli, cabeza de la Juventus de Italia que maneja la automotriz FIAT, calificó como «doping financiero» el acuerdo de patrocinio por estadio y camiseta a cambio de 400 millones de libras en diez años entre Manchester City y Etihad, la aerolínea de Abu Dhabi. En Argentina y el Tercer Mundo, en cambio, Soriano y el City son los nuevos mecenas. Cuando le preguntaron si invertiría en algún club en caso de que se habilitaran las sociedades anónimas, acaso como sus familiares que llegaron a trabajar al país después de la guerra civil española, Soriano dijo que Argentina es una tierra de oportunidades. «Y se puede gestionar con cualquier modelo -marcó, en línea con el gobierno de Mauricio Macri-. Está más difícil la gestión de las asociaciones civiles. Habrá que dar la posibilidad para que cada club pueda decidir según su criterio».