Hoy puede ser un gran domingo para Belgrano. Si desde las 13:40 supera a Brown en San Nicolás, con miles de hinchas cordobeses en las tribunas, volverá a Primera División. Si no suma los tres puntos, tendrá otra chance: que Instituto no le gane por la noche a Temperley. En todo caso, el ascenso, a falta de tres fechas, parece seguro. Y Pablo Vegetti es uno de sus grandes responsables. Llegó al club en 2019 y, con 47 tantos, ya se transformó en el quinto máximo goleador del club en AFA. Pero al capitán no sólo le importa el fútbol.

–En medio del torneo hablaste de un lema, «Vivir para Belgrano». ¿Qué implica?

–Es un sentimiento personal que tengo y que trato de instalárselo a los chicos. No hay otra forma de ponerse esta camiseta si no estás dispuesto a vivir para el club. Belgrano exige muchísimo en esta categoría y en Primera también. Por eso es importante que este lema se realice de forma integral: no sólo jugadores, sino también cuerpo técnico, dirigentes, auxiliares. Es un lema que tiene que articular a todos.

–También participás mucho dentro de las actividades sociales del club.

–La prioridad nuestra es entrenar y rendir dentro del campo de juego, lograr los objetivos futbolísticos. Pero como jugadores debemos estar abiertos a las actividades que el club coordina y planea. Belgrano es fútbol, pero es mucho más que eso. No sólo le abre las puertas a muchos otros deportes, sino también a actividades cotidianas dentro de la sociedad, donde se busca fomentar la inclusión. Siempre fue un club que busca reforzar ese costado, planificando y organizando actividades que al mismo tiempo no atentan con nuestros momentos de descanso, de viajes y de partidos.

–¿Qué tipo de actividades realiza Belgrano para fomentar esa inclusión?

–Belgrano abarca todo. Recuerdo una actividad donde fuimos a pintar un playón social, donde los chicos hacen deporte. Belgrano se basa mucho en eso. En sacar a los chicos de la calle, que hagan deporte, que se sientan contenidos, brindarles alimentación, que tengan para comer. Nosotros yendo a ese playón a pintar, a colaborar, le damos una buena imagen al club, y a nosotros esos actos nos hacen sentir. Nos hacen conocer situaciones de primera mano que desconocíamos. Te mantiene los pies sobre la tierra.

–Sumado a que Belgrano es de los clubes que más énfasis le da al fútbol femenino.

–Belgrano se maneja muy bien como estructura de inclusión. Fue uno de los clubes que impulsó con mayor fuerza el fútbol femenino. Y hoy está compitiendo para ascender a Primera y está haciendo torneos excelentes. Después uno puede decir que el fútbol masculino es lo que sostiene al club a través de las ventas, las publicidades, pero la apertura que tiene Belgrano hacia las actividades cotidianas y el fútbol femenino es un bien no sólo institucional sino también social.

¿Y cómo es la instancia de formación juvenil en Belgrano? Porque el plantel está conformado por muchos chicos de inferiores.

–Belgrano tiene una esencia en cuanto al juego y el sentido de pertenencia. Ha sido de los clubes que más han sacado jugadores de inferiores y han vendido. Y se ha sostenido con la venta de futbolistas. Se identifica y se destaca en eso. Hubo una reestructuración con la comisión directiva nueva donde se sigue dándole hincapié a la formación del juvenil. Por eso la necesidad que tenemos de volver a Primera. Porque obviamente los jugadores se muestran de otra manera, se venden de otra manera y Belgrano es un semillero importantísimo.

–¿Cómo ayuda el club para que los chicos tengan esos pies sobre la tierra? Estamos rodeados de redes sociales, de demanda, de opiniones.

–Como capitán trato de preguntar. El club tiene iniciativas de contención. Le proporciona alimentación a los chicos, sobre todo a los que están en Primera. A los que no están en pensión se les alquila un departamento. Si es necesaria una contención psicológica-social, el club está a disposición para proveerla. Se pregona el estudio. Y una vez que llegan al plantel principal, está la presencia de los más grandes. Usamos el mate, el diálogo y la escucha. Tratamos de hacerles entender que no nacimos sabiendo. Que la equivocación forma parte del juego. En cuanto a esto, las redes sociales son muy duras y dificulta a que el chico pueda mantener una línea. Dificulta ese proceso de entender que no sos el mejor ni tampoco el peor.

–Dijiste que, en un momento del torneo, Belgrano se había olvidado de jugar y de tener ambición de ganar.

–En un torneo tan largo pasamos por todos los estados. Arrancamos bien. Pero los rivales te estudian y a veces hay que modificar. Nos tocó un bache de 4 partidos sin ganar. Cuando pasan esas cosas, hay que pisar a tierra para tomar envión de nuevo. Belgrano es presión, es responsabilidad. El doble que tienen –sin faltarles el respeto– los otros clubes de la Primera Nacional y también muchos de Primera División. Todo eso conlleva energías extras y acá estamos.

–Llevás 14 goles. ¿Hoy a tus 33 años interpretás mejor tu posición como delantero?

–Me quedó grabada una frase de Marcelo Gallardo en la que dijo que la cabeza mata talento. El talento, más o menos, lo tenemos todos. Por algo llegaste a donde llegaste. Lo que hace la diferencia es la cabeza, la inteligencia. Entender los momentos, el juego, que uno tiene que vivir para esto. Y cada día me siento mejor. Capaz entendí de más grande de qué se trata este juego.

–¿Qué cosas ves ahora?

–La lectura de juego. La paciencia. Entender dónde va a caer cada pelota. Tener olfato. No desesperarse por el gol. Entender que hay que convivir con el error. Uno es delantero y va a errar y va a hacer. Está latente el error y la efectividad. Lo que tiene que tener el 9 es querer hacer goles todos los partidos. El 9 tiene que tener ambición y obsesión. Si errás una, esa ambición y esa obsesión tiene que estar en la próxima jugada.

–Cuando dormís, ¿cuántas veces soñaste con Belgrano ascendiendo?

–Partamos de la base que cuando apoyo la cabeza en la almohada no duermo (risas). Cada día palpábamos y palpamos que el ascenso está cerca, pero uno se hace el boludo, mira para otro lado y trata de evitar eso para no entrar en la locura y poder dormir dos o tres horas seguidas. «