La sucesión estaba en marcha pero no había mucho tiempo para pensar porque el elegido tenía que debutar como director técnico de la Selección nacional de futsal en los Juegos Odesur de Santiago de Chile 2014. El primer partido era el 13 de marzo, justamente ante el equipo local. Diego Giustozzi fue designado a la hora exacta.

“Antes de las Fiestas de fin de año tuvimos un par de charlas con Diego, armamos la convocatoria y, sobre finales de enero, comenzamos a trabajar de cara al torneo. De entrada, me di cuenta de que la cosa iba a cambiar profundamente, inclusive tuvimos un par de buenas discusiones hasta que nos pusimos de acuerdo sobre el plan. 15 días después, compartíamos el predio muchas horas, como si nos conociéramos de toda la vida”. El recuerdo de Esteban Pizzi, preparador físico de las selecciones argentinas de futsal, es un buen parámetro para medir la intensidad de lo que se avecinaba porque “el profe” arrancó en 2005 a trabajar con esos seleccionados y es un buen conocedor del paño y sobre todo del humor de los planteles.

“Uno de los principales puntos que dejé en claro antes de asumir era que iba a tener las manos libres para las convocatorias. Lo único que me pidió Larrañaga fue que respetara los códigos de conducta que existían y a los miembros del cuerpo técnico. Así arrancamos”, cuenta Diego Giustozzi.

Las primeras semanas fueron difíciles para los jugadores. Algunos me lo vinieron a plantear. Estaban acostumbrados a trabajar en lo físico pero, a la hora del técnico-táctico, no había tanta intensidad. Ahora, se les proponía superar los requerimientos de esfuerzo del trabajo en cancha y necesitaban un tiempo de adaptación”.

Hubo pocas sorpresas en la convocatoria con la que debutó el nuevo entrenador, apenas algunas modificaciones con respecto al plantel de Maringá. Ya no estaría el arquero de Pinocho, Santiago Elías, que había renunciado al volver de Brasil, regresado tras una charla con Giustozzi, pero finalmente desistido de seguir vistiendo la celeste y blanca. El arco quedó para Matías Quevedo y, como suplente, llamaron a un chico con muy buenos antecedentes, que pagaría con creces esa confianza depositada en él, un tal Nicolás Sarmiento. Esa Selección terminó de formarse con los hermanos fueguinos, Constantino y Alamiro Vaporaki; Damián Stazzone, Lucas Bolo Alemany, Santiago Basile, Sebastián Corso, Claudio Ruiz, Eduardo Maldonado, Andrés Santos y Mauro Taffarel.

“La primera impresión que me dio es que era un tipo frontal, muy convencido de lo que hace y que te lleva al límite. Claro que después había que ver si esa impresión se corroboraba en la realidad y, con Diego, me pasó”, afirmaba desde Italia en el momento de la entrevista, Damián Stazzone, un jugador que pasó por todos los estadios del proceso Giustozzi.

Argentina debutó ganándole ajustadamente por 2 a 1 a Chile, muy bien a Paraguay por 6 a 1 y a Uruguay por 3 a 1. De esta forma y por los resultados que se habían dado, el cuarto partido definía al campeón y a su escolta. Y era nada menos que con Brasil…

“Cuando perdimos esa final en Chile, sentimos algo que nunca habíamos experimentado adentro de la cancha: jugamos de igual a igual, en muchos momentos los superamos y, con las estadísticas en la mano, dijimos ‘¿che?, se lo podríamos haber ganado tranquilamente…’ En poco tiempo, íbamos a comprobar que esa sensación la podíamos llevar a un resultado”, recuerda Stazzone ese primer aviso de una nueva realidad.

El cuento acaba con una victoria por 4 a 3 sobre Colombia, que le agregó un poco de lustre a la medalla plateada conseguida en la primera cita de la era Giustozzi.

Recargados de confianza, un puñado de días después, este grupo debutaría en la por entonces famosa Copa de las Naciones que se jugaba en Uberlandia, Brasil, en su tercera edición. Con una sola modificación en el plantel, un cambio de Lucas: salió Bolo y entró Francini y dos victorias sin tanto brillo ante Paraguay (3 a 1), el 28 de marzo, y un día después contra Chile (2 a 1) nada hasta entonces anunciaba una final cómoda frente a Brasil.

El local llegaba a la definición con ventaja deportiva por mejor diferencia de gol y se quedaría con el título en caso de un empate. Pero la cosa se puso fea con los goles de Sinoę y Genaro que pusieron el tanteador en 2 a 0 al cabo de los primeros 20 minutos.

Solo hay que saber esperar porque siempre hay una primera vez para todo y ahora le tocaba comprobarlo a Lucas Francini que abrió la caja de Pandora con su gol cuando quedaban poco más de 7 minutos de partido y para que, a los 8, Santiago Basile terminara de sacar el empate de la galera. Todavía no alcanzaba, pero el sueño estaba cada vez más cerca.

Les dimos vuelta una final que perdíamos 2 a 0 y en su casa. A partir de ahí, todo fue insistir en el camino que había empezado. Estábamos convencidos de que le podíamos ganar a cualquiera porque habíamos trabajábamos mucho es pos de ello”, algo que jamás olvidará Stazzone.

Sólo quedaban 3 minutos, ¡ay qué terribles 3 minutos en todos los relojes! hubiera escrito un García Lorca insólito hincha del futsal argento. En medio del silencio nervioso que se había apoderado del estadio Tancredo Neves, Argentina sacó arquero jugador, la última carta para llevarse la victoria y gritar campeón. A falta de 14 segundos, apareció por segunda vez la magia de Santi Basile para poner el 3 a 2 prometido por Pandora y darle a la Argentina el primer título, el primer triunfo en territorio brasileño y el desahogo a Diego Giustozzi: vine, vi y vencí. Tarea cumplida.

Tiempo después, el capitán, goleador y gran figura de aquella épica final, Santiago Basile, recordó el torneo en el sitio oficial de AFA y dio una pista de lo que vendría: “La victoria fue también, de alguna manera, un buen mensaje para los jugadores que estaban afuera, les mostraba que las cosas se estaban haciendo bien y que ellos podían venir a aportar ese granito de arena que necesitábamos y a formar parte de una Selección que ya se empezaba a ver con otros ojos. Ahora, venían a vestir la camiseta para jugar y ganar todos los partidos y torneos que enfrentasen”.

Sin dudas, en Uberlandia, la Selección Argentina le avisó al mundo futsalero que había llegado un nuevo actor. Lo que quedaba por saber era qué papel iba a reclamar, el secundario o el protagónico. Muy pronto, todos se enterarían.

A 2014 todavía le faltaba un batacazo, el del 30 de julio que sacudió a todos los estamentos del fútbol argentino y del que el futsal no iba a quedar exento: la muerte del presidente por 35 años de la AFA, Julio Humberto Grondona. Mientras los deudos revoloteaban sobre la herencia, la Revolución futsal, con Luis Segura a cargo interinamente, tuvo que seguir rumbo al último compromiso del año, la Continental Cup de Kuwait. La agenda suele imponérsele al duelo.

La preparación incluyó una impresionante batería de amistosos, una minigira de Estados Unidos por varios lugares de Argentina y un partido récord: el 7 de setiembre de ese movidito (inolvidable, tal vez) 2014, Brasil y Argentina iban a escribir otra página grande en la historia futsalera de Sudamérica y del mundo.
No sólo acá se cuecen habas: la Confederación brasileña venía de una serie de problemas políticos internos con los dirigentes del 40 x 20 (la medida oficial internacional de la cancha de futsal y que se usa como sinónimo del deporte) cuya consecuencia era que muchos jugadores no fueran convocados a la selección. Para mediados de año, lograron firmar un acuerdo y para festejarlo, además de recibir al ídolo Falcao de vuelta a la verdeamarela, armaron un amistoso con Argentina, pero no uno cualquiera, tenía que ser “o mais grande do mundo”.

Entonces decidieron montar un partido de fútbol sala en un estadio tradicional y eligieron al Mané Garrincha de Brasilia, con capacidad para 64 mil espectadores, lo adaptaron para la ocasión y metieron ¡56 mil almas!
La dura derrota por 4 a 1, al final, fue lo de menos, especialmente porque no pasó desapercibida para Diego Giustozzi: “Fuimos con todos jugadores del medio local y ellos estaban con la motivación a tope. Pero también fue un incentivo para nosotros el saber que le habíamos generado una molestia y ahora trabajaban más para ganarnos”.

Así empezó la verdadera preparación para la Continental Cup de Kuwait y la convocatoria en serio. Llegó Fernando Wilhelm, que se convertiría en la pieza fundamental de cara a la gesta de 2016: “Apenas asumió, Diego me llamó por teléfono, me contó el proyecto, la metodología y charlamos no más de 5 minutos. Me dijo ‘quiero que seas mi capitán’. Obvio que le dije que estaba”, cuenta en el bar del Club Pinocho, hoy, su otra casa.

“Se empezaron a utilizar las herramientas acordes al resultado que se buscaba. El entrenamiento obedecía a lo que el entrenador pedía y así el grupo fue encontrando la confianza para plasmar en los partidos la idea de Diego. Se armó el círculo: se trabajaba para tomar la confianza necesaria y alcanzar buenos desempeños que es lo que lleva a los buenos resultados que consiguen campeonatos y cuyos títulos renuevan las exigencias”, con esta claridad meridiana, el capitán definió el círculo virtuoso que puso en marcha el ciclo Giustozzi.

Ya que se habla de resultados y exigencias, el 2014 iba a terminar en octubre con la Continental Cup y el siguiente plantel: los arqueros Nicolás Sarmiento (Intelli Orlandia de Brasil) y Emiliano Loreto y los jugadores “europeos” Fernando Wilhelm (Asti), Maximiliano Rescia (Pescara), Leandro Cuzzolino (Acqua & Sapone Calcio), Cristian Borruto (Acqua & Sapone Calcio), Pablo Taborda (Luparense), el rosarino Gerardo Battistoni (Latina C5) y Lucas Bolo (Santiago Futsal), más los del medio local, Santiago Basile y los hermanos Constantino y Alamiro Vaporaki.

El debut fue ante Egipto, con una goleada contundente por 6 a 1. Luego le tocó el turno al equipo local y otra demostración contundente: 6 a 2. Entonces, llegaron los compromisos más duros, el primero frente al medallista de bronce en el Mundial de Tailandia, Italia, que le provocó la primera, y a la postre única, derrota a los de Giustozzi por 1-2.

El triunfo italiano llegó sobre el final de un partido que Titi Borruto había empatado a 15 del final y que mandó a la albiceleste a jugar semifinales contra Brasil, mientras la propia Italia jugaría la otra semi versus la revelación del torneo, República Checa.

La cita con un Brasil lleno de sus mejores figuras arrancó con un gol antológico de Titi Borruto, que inició una corrida con apiladas y terminó con el arquero desparramado tras la enésima pisada del 9 bravo. Los verdeamarelo encontraron el empate a 20 segundos del final del primer tiempo, cuando Nico Sarmiento perdió una pelota increíble en una acción de arquero jugador y Murilo la empujó a la igualdad.

Pero el segundo tiempo fue para la antología. A los 2 minutos, Maxi Rescia definió con un sombrerito ante la salida de Guitta y tras un pase mágico de Leandro Cuzzolino, que por entonces ostentaba frondosa cabellera. Un minuto después, Fernando Wilhelm le rompió el arco a Guitta ante un Falcao que no podía marcarlo y a 20 segundos del final, el propio capitán le puso el moño a la semi, tras la salida rápida de un tiro libre.

¡4 a 1! a Brasil y en el primer año del ciclo Giustozzi. Argentina coronaba su segunda victoria ante los vigentes campeones del mundo y mandaba finalmente el mensaje que esperaba en carpeta: esta Selección venía a ser protagonista en el escenario mundial del futsal.

La final se jugó entre dos outsiders: República Checa que había eliminado sorpresivamente a Italia en definición por tiros penales contra Argentina que venía de golear a Brasil.

No empezó bien porque antes del minuto de juego, los de Giustozzi se complicaron en una salida y un tal Michal Holy adelantó al equipo europeo. Pero, antes de completar el minuto 8, Borruto anticipó una pelota en defensa, salió como un rayo, eliminó al último hombre y, cuando le achicó al arquero, le cedió el gol a Battistoni.

De ahí en más, Argentina iba a mostrar lo que luego convertiría en su sello: una intensidad abrumadora por momentos y una capacidad de aprovechar lo que esa intensidad le ofrecía. El 2 a 1 llegó con presión alta y recuperación de Borruto, combinación con Cuzzolino, doble remate de Titi al palo, el propio Cuzzolino aprovechando el segundo rebote y, sobre el cierre del primer tiempo, dos cabezazos en el área que remató al gol Alamiro Vaporaki.

En el arranque de la segunda parte, Michal Seidler achicó diferencias aprovechando el arquero jugador, pero esa arma de doble filo que es el 5 versus 4, primero Constantino Vaporaki y, luego, con una pirueta de gimnasta, Fernando Wilhelm, estiraron el marcador 5 a 2. La cereza del postre la puso Leandro Cuzzolino, a 3 minutos del final, que eliminó al último hombre con una bellísima finta desde mitad de la cancha.
6-2. Stop. Argentina campeón de la Continental Cup. Stop. Segundo triunfo grande frente a Brasil en un mismo año. Stop. Mensaje enviado: quien quiera oír, que oiga.