Al estadio Robert F. Kennedy de Washington lo van a terminar de demoler a fin de año. El césped ya lo levantaron, quedan las tribunas como un esqueleto. Todo el proceso se puede seguir por una web con una cámara en vivo. Es la página oficial de Events DC, la empresa que va a convertir el predio en un lugar de restoranes, pistas de skate, paseos y canchas recreativas. Mantener el estadio les salía muy caro. La cuenta de Twitter @FarewellRFK lo despide con sus grandes momentos deportivos. En el RFK Stadium se jugaron partidos del Mundial 94 y de los Juegos Olímpicos 96. En ese estadio que está por desaparecer Yanina Gaitán hizo el primer gol de la selección argentina femenina en un Mundial oficial de FIFA. El grito iniciático merece que la AFA guarde al menos una piedra para la memoria. Para el museo del futuro. Los asientos de madera y otros recuerdos ya se venden en la web.

El 27 de septiembre se van a cumplir veinte años de ese primer gol en Estados Unidos 2003, debut mundialista para la selección. Se puede ver en YouTube, está también en el archivo de FIFA. Gaitán puso el 1-3 de un partido contra Alemania que terminaría 1-6. La Argentina, que había tenido otras dos derrotas previas (0-6 con Japón y 0-3 con Canadá), se fue en primera ronda. Pero ese gol se gritó por su valor simbólico. Por ser el primero de todos. Gaitán inició un camino. La siguieron otras. Mariana Larroquette, que jugará su segundo Mundial en Nueva Zelanda-Australia, es la anotadora máxima de la selección argentina

Larroquete recién había cumplido once años para ese Mundial. Ya jugaba a la pelota con su hermano y sus vecinos en las calles de Castelar. Daiana Falfán tenía tres años. Dalila Ippolito y Sophia Braun, un año. Paulina Gramaglia, sólo seis meses. Lara Esponda y Chiara Singarella todavía no habían nacido. Todas ellas son ahora mundialistas. Vanina Correa, en cambio, lo jugó. Tenía veinte años. En Nueva Zelanda-Australia volverá a ser la arquera de la selección. Será su cuarto Mundial. Participó de todos los que estuvo la Argentina.

La historia, a veces, se construye con objetivos módicos. De ese primer gol en 2003 a los primeros puntos en Francia 2019. Este Mundial, que para la Argentina comienza el lunes contra Italia, tiene un primer norte que es conseguir el primer triunfo. Quizá también una clasificación a la segunda fase. Para ninguno de los anteriores esta selección tuvo la preparación que requiere una competencia de este nivel. Las jugadoras pelearon para este lugar. A Estefanía Banini le costó, incluso, alejarse de la selección hasta su regreso, en marzo del año pasado. Para anunciar su retiro del equipo una vez que termine el torneo habló de su cansancio en dar pelea. 

El crecimiento del fútbol femenino argentino podría leerse en un dato. Si de las 23 futbolistas que viajaron a Francia 2019 sólo nueve jugaban en el exterior y las otras catorce lo hacían en un torneo local recién abierto a la profesionalización, la cifra es exactamente al revés para este Mundial: son catorce las que están en clubes de afuera. Evidencia que hay un talento que crece y que ese talento se puede desarrollar en ligas acaso más competitivas que la argentina, todavía en desarrollo. 

La Argentina había tenido un mismo entrenador en los tres mundiales anteriores, Carlos Borrello. Después de los reclamos internos de las jugadores por los métodos de trabajo, para que se sacuda un poco el polvo de tantos años, Germán Portanova llegó para otra búsqueda. La AFA ofreció en este tiempo mejores recursos, un mejor contexto, una ampliación de derechos. Eso no quita todo lo que falta, la desigualdad todavía se observa en distintos planos. Esto recién empezó. La selección masculina ganó su primer Mundial 48 años después de haber jugado el primero.

“Si Francia 2019 fue el Mundial de las reivindicaciones, desde hace semanas pienso que esta Copa de Australia y Nueva Zelanda -la primera organizada en dos países- marca un quiebre social y cultural: empiezan a despedirse las futbolistas que crecieron jugando con varones. Las nuevas camadas, las menores de 20, en la mayoría de los países ya pueden formarse jugando en la rama femenina o incluso en un fútbol mixto”, escribió Ayelén Pujol en su newsletter Jugadoras. 

El camino hacia la igualdad sigue. Habrá más reivindicaciones, pero llegó el momento de hablar de fútbol, del juego. También de recordar siempre desde dónde se partió.