Amagó con ser una miniserie de pocos capítulos y terminó convirtiéndose en un culebrón de final incierto. El optimismo por la renegociación de la deuda entre Argentina y el Fondo Monetario se basó en la buena onda de las fotos con que Martín Guzmán y Kristalina Georgieva buscaban dejar atrás el pasado, se fomentó al calor de la supuesta comprensión del organismo sobre las necesidades extraordinarias surgidas de la pandemia y se potenció por el buen resultado del canje de los bonos soberanos. Sin embargo, los últimos meses de 2021 fueron una sucesión de desencuentros y de rispideces que a esta altura de los acontecimientos no garantiza un desenlace feliz.

Los motivos de la demora en firmar un acuerdo cambian según la fuente consultada. Algunos lo atribuyen a la pereza del gobierno en presentar un plan económico concreto, con metas definidas, y otros a la puntillosidad de los técnicos del Fondo, que insisten en pelear hasta la última coma por la reducción del déficit fiscal y de la emisión monetaria, además de pedir un achicamiento de la brecha cambiaria (devaluación incluida).

En los últimos días, Guzmán cambió el eje de la discusión: afirmó que con el staff técnico hay “entendimientos profundos”, pero dijo que por parte de los accionistas (léase los países que integran el directorio) el proceso para comprender la situación argentina “no se ha dado a la velocidad que sería deseable para tener un acuerdo ya con el FMI”.

En todo caso, el apuro que parecía tener el Fondo por renegociar la deuda de U$S 44 mil millones ahora se ha trasladado al gobierno, que manifestó a los cuatro vientos su voluntad de firmar un nuevo programa. El cronograma de vencimientos lo urge: ya abonó dos cuotas de capital, en septiembre y diciembre, y se vienen otras pesadas en enero (U$S 718 millones) y marzo (U$S 2873 millones). Los recursos para su cancelación no están asegurados.
¿Y después qué?

Un acuerdo inmediato podría evitar esos pagos. Pero el respiro no duraría mucho tiempo. Un estudio del Centro de Investigación y Formación de la República Argentina (CIFRA), elaborado por los economistas Pablo Manzanelli y Daniela Calvo, alerta que el problema podría repetirse dentro de pocos años.

“Si se supone un acuerdo a diez años, con cuatro de gracia para la amortización del capital –es decir, que se empiece a pagar el capital de la deuda en 2026– y que no se logre reducir la sobretasa en los intereses, la estimación de los vencimientos totales en moneda extranjera, incluyendo a los privados, se ubicaría en promedio en torno a los 9500 millones de dólares anuales en el período 2022-2025 y saltaría a 22 mil millones en 2026-2031”, detalla el estudio.

En esos montos (que son incluso mayores a los U$S 19 mil millones fijados para 2022 si no hubiera renegociación) se incluyen los giros al FMI y los pagos por los bonos en dólares reestructurados el año pasado, cuyas amortizaciones comienzan en 2024 y van creciendo con el tiempo, al igual que los intereses.

El panorama tampoco se modificaría sustancialmente si se lograra la eliminación de los sobrecargos que viene pidiendo Argentina, bajando la tasa del 4% anual a solo 1%, y si el FMI estirara los plazos máximos que plantea el Acuerdo de Facilidades Extendidas, llevándolo de diez a 15 años. Son reclamos que todavía no han tenido respuesta.

En ese caso, “el perfil de vencimientos en moneda extranjera se reduce en torno a los 1200 millones de dólares por año entre 2022 y 2024, y en alrededor de 4000 millones entre 2026 y 2031. Así y todo los vencimientos son elevados entre 2025 y 2031, lo que pone de manifiesto la pesada carga de vencimientos de la deuda a pesar de la restructuración del año pasado con el sector privado”.   «