Es lo que se llama un “hombre de los medios”, no sólo porque desde hace años viene prestándole a la radio y a la televisión (entre otros) sus dotes de periodista, conductor, productor y guionista, sino porque además lo hace con una chispa que cautiva desde una cierta mesura que en tiempos de hipérboles e hiperkinesis, se agradece y no abunda. Así las cosas, además de animar de lunes a miércoles las noches con Algo, su programa junto a Alejandro Turner por El Destape radio, de escribir una columna en Diario Con Vos y de acompañar a Alejandro Dolina en La venganza será terrible, Patricio Barton reparte su energía y curiosidad en muy diversos placeres, como sacar fotos de los pequeños milagros naturales que le depara el jardín de su casa en Ciudad Evita o animarse a derroteros impensados por calles de países muy, muy lejanos, gracias a los satélites de Google Maps (siempre que encuentre los anteojos).

–Tu nombre suena a señor con galera. ¿De dónde viene?

–El origen del apellido es inglés. Y ahora que me decís lo del “señor con galera”, me acuerdo que Marcelo Zlotogwiazda -justo él, que tenía ese apellido tan difícil- siempre me decía: “¡Qué buena marca ‘Patricio Barton’!”

–¿Primera, segunda o tercera generación de gringos?

–Digamos que yo soy la tercera generación de argentinos. Tenía un bisabuelo inglés: los que vinieron de allá, acá fueron ferroviarios en Rosario. Mi viejo era rosarino. Y hace poco me enteré de que un Barton, precisamente James Barton, mi tatarabuelo, fue jugador del primer equipo de Rosario Central.

–¡Increíble!

–La verdad que sí. Eso fue a fines del siglo XIX y hace un tiempo me contactaron y me dieron un diploma a mí.

–¿Y resultó futbolera la familia?

–No tanto, pero a mí me gusta el fútbol, mi viejo era de Rosario Central, mi mamá de Vélez y yo de Boca. 

–¿Y por parte de tu mamá, cómo viene la ascendencia?

–Todos italianos y españoles, como suelen abundar.

–¿Y vos en qué lugar del globo naciste?

–Nací en la Capital, pero me crié hasta los 23 años en Olivos. Ahora vivo en Ciudad Evita.

–Por las fotos que subís, con tantas flores, parece que tenés un jardín…

–Sí, Ciudad Evita es un lugar muy verde y además la traza urbana tiene la particularidad de que es el perfil de Evita. Hay un barrio que sigue las curvas del rodete, de su peinado. Es una historia muy larga y es un lugar muy lindo.

–¿Sos de los que hace unos años empezaron a militar que todos los citadinos viven equivocados?

–No, la ciudad tiene cosas que me gustan mucho y el verde tiene cosas que ahora me gustan más. Me parece que tiene que ver con la edad y también con que Buenos Aires se puso un poco hostil en el último tiempo.

–¿Cómo?

–¿Te acordás que se decía que Buenos Aires era “la ciudad que nunca duerme”? Eso ya no existe más, ahora está todo cerrado a la noche, hay persianas metálicas que no te dejan ver las vidrieras, ya no encontrás, casi, lugares donde comer a las 3 de la mañana, ni siquiera en el centro. Esa ciudad quedó como un cartón pintado. Igualmente, Buenos Aires me parece increíble y me da bronca que los porteños no la defiendan.

–¿En qué sentido?

–En general, todos se sienten muy habilitados a hablar mal de Buenos Aires, sobre todo cuando están afuera.

–Cipayos por deporte.

–¡Claro! Yo me digo: ¿pero esta gente no sabe que dentro de América Latina, es una ciudad impresionante? Y me parece que tampoco se le manifiesta mucho amor a Buenos Aires. Tal vez ahora, desde los suburbios, lo veo más claro, pero siempre me dio esa impresión. Además de que considero que el porteño no conoce la ciudad, o no saben dónde quedan la mayoría de los barrios, te dicen “no sé qué tomarme para ir a Parque Patricios”.

–¿Y en tu época porteña eras parte de esa bohemia que ya no está? ¿Ibas a La Paz, por ejemplo?

–No, porque eso me agarró tarde. Yo, cuando vino la recuperación democrática, recién estaba terminando la secundaria. Así que después más bien frecuentaba los teatros. Yo solía escuchar sobre La Paz, pero las veces que fui me pareció una porquería (risas), ¡la gente interesante ya no iba más!

–El cortado no te vino con ninguna idea filosófica, digamos.

–¡No, nada de nada!

–¿Te gusta la fotografía?

–Me encanta la fotografía, pero ahora, con presbicia, me cuesta más. Me gusta la naturaleza, las artes plásticas y trato de combinarlo en una sola mirada. Antes me compraba cámaras profesionales y todo, pero después me empecé a frustrar por el tema de la vista.

–Pero la presbicia es un mal de muchos a partir de los 40…

–Sí, de hecho, cumplí 40 y al día siguiente se me fue de foco el mundo.

–¿De qué equipo sos? ¿De los bifocales, o de los dos pares de anteojos?

–¡De los dos pares de anteojos!

–¿Qué cosas te sacan?

–En general, me saco “para adentro”.

–O sea que lo tuyo es la gastritis.

–Sí, sí, claro, la acidez.

–¿Nunca un grito o un bocinazo de descarga?

–No, me cuesta enojarme. En general, si tengo un enojo, no hay mucha vuelta atrás. Pero no son enojos de gritar, son de mal humor.

–¿Algún talento oculto?

–Lo que más me gusta ahora es la jardinería, y donde hay un lugar para plantar un árbol, lo planto. Todo eso me conecta mucho.

–¿Y una torpeza debajo de la alfombra?

–Generalmente son deportivas, pero ya no me expongo.

–¿Qué cosa nueva aprenderías?

–Huerta, por ejemplo. Y me gustaría manejar un camión con acoplado y que Moyano defienda mis paritarias (risas).

–¿Te copa sólo por el vehículo o por la ruta?

–No, no, me encanta la ruta. Pero eso seguro que le gusta a todo el mundo. Otro de los intereses que no tienen nada que ver con lo mío, es la meteorología.

–¿Y cómo es eso? ¿Tenés mapas o ves todos los pronósticos?

–Justamente, otra de mis aficiones son los mapas: mapas de todo tipo, históricos, antiguos y también de ciudades, planos, diagramas de casas, todo eso me atrae mucho y me encanta el Google Maps.

–¿Cómo lo usás?

–Por ejemplo, si nombran una calle o un pueblito que no conozco, enseguida me meto a recorrerlo.

–¿Tenés alma de coleccionista?

–No, antes era más fetichista con los objetos, pero ahora ya no. Trato de acopiar lo menos posible y de desprenderme de muchas cosas. «