Por fin un poco de justicia, bendito seas desierto que nos acercaste todos los dioses de Oriente para que se diera este acto tan justo de que Argentina sea campeón del mundo. No puede ser que haya que sufrir tanto para ganar un campeonato. O acaso esté bien, porque se trata de lo sublime, de lo más grande. Todos los muchachos argentinos lloran ahora hechos un racimo. No se levanten nunca, quédense ahí, abrazados a este césped, abrazados por las voces de la multitud.

Quédense para siempre, como estatuas, para siempre en ese grito eterno del fútbol argentino Campeón del Mundo.

No era necesario llegar a los penales, pero también en eso la Selección argentina fue más que Francia. Pocas veces un campeón del mundo es tan legítimo. En escasas ocasiones, en contadas oportunidades, se da que aparezca un Dios y diga lo justo es que gane la Argentina. Y que Lionel Messi pueda levantar la Copa del Mundo al cielo. Lo quiere Messi, lo quieren sus compañeros, lo quiere la gente que está aquí, en Qatar, y la que está en la Argentina. Lo quiere todo el país. Y lo quiere la gente del fútbol de todo el mundo: que Messi diga adiós con la Copa del Mundo en sus manos.

Maradona es Dios y Messi es el Mesías. En el cielo, Diego, y en la tierra, Messi. Para hacer realidad esta historia fabulosa que nos cuentan desde Oriente como un preciado presente, una página maravillosa, extraordinaria, con esas letras tan especiales que tienen los libros de cuentos… Había una vez un pibe en Rosario, que creyó que merecía ser campeón del mundo. Y frotó una lámpara. Y la lámpara le dijo: “Salí vos, porque el genio sos vos”. Y salió el genio con una pelota dominada en el empeine. Y siguió caminando por la vida, y jugó un mundial, pero el genio no aparecía… Y jugó otro mundial y todavía no se le daba. Pero siguió frotando la lámpara en ese cuento maravilloso que Oriente nos regala esta noche en el desierto… Hasta que un día, bajo estas estrellas de Qatar, cerca de un desierto interminable que nos habla del infinito, Messi encuentra la eternidad que merecía.

Lionel es el más grande otra vez y la Argentina se apropia de un campeonato del Mundo, pero más aún, del título rotundo de haber tenido a los mejores jugadores de todos los tiempos. Fue Diego. Es Messi. Y sigue siendo la misma historia. El ADN que vienen a consagrar el extraordinario fútbol argentino. La síntesis de una historia perfecta. Con un cuento que tenía que tener esta última página dramática. El escritor va diciendo que Messi sonríe desde la cancha, que la lámpara lo mira y le dice: “caminá genio hacia tu gente, abrazala”. Y ahí está Lionel, celebrando, festejando, lo que termina como un cuento que dice así: aquel día de diciembre de 2022, en aquel estadio Lusail, en medio del desierto, el niño que nació genio, y estaba en la lámpara que él mismo frotaba, ese niño que alcanzó la Copa del Mundo. Y cuando la levantó, los dioses se inclinaron ante él, para decir: “Hemos hecho justicia. Hemos hecho un ídolo de verdad, un jugador grandioso, digno de todas las estirpes que hacen a lo que hemos dicho siempre, que el fútbol es gracias a Diego en el cielo y a Messi en la tierra”.

Son los protagonistas de una historia que se enlaza. Ahí está Diego Maradona desde un lugar imaginario buscando con la punta de su dedo índice, la punta del índice de Lionel, para darle vida otra vez a esta historia. Para que se prolongue la emoción extraordinaria que vivimos, que está en los ojos vidriosos de Messi, en el abrazo con cada uno de sus compañeros, para ofrendarle primero que antes a él, un Campeonato del Mundo.

Lionel, el del primer penal. Lionel, el del tercer gol, llevándose por delante el arco, casi volteándolo. Lionel, el del penal en la definición. Y otra vez la certeza y la seguridad, y la grandeza, y la perfección, y el lujo, y la geometría. Y otra vez están los muchachos argentinos saltando con la Copa. Han ganado el Campeonato del Mundo de una manera que produce un orgullo tan grande que a uno no le cabe en el cuerpo. Da gusto da ver al público del mundo revoleando sus banderas por encima de sus cabezas para celebrar este triunfo extraordinario.

Da mucho gusto haber estado aquí. Da mucho gusto empezar a decirle adiós al fútbol. Y al relato de los Campeonatos mundiales. Si Messi dice adiós, nos vamos con él.

Te digo adiós, fútbol. Te digo adiós y gracias por las transmisiones, por los Mundiales, por este título, por el Diego y por Messi. Te digo adiós y gracias, querido fútbol campeón del mundo. Te debo tanto pero tanto que caminaré eternamente por el desierto, preguntándome cómo te lo pago y no hallaré la manera.

Amigos, queda la inmensa alegría de ver a la Argentina campeón del Mundo y a Messi alzar la Copa del Mundo. Es justicia. Y será justicia evocar este triunfo de la Argentina como uno de los más extraordinarios, recordados, aplaudidos de todos los tiempos del bendito fútbol.

(Este es un extracto del final de la transmisión de Víctor Hugo por la Plataforma Relatores y Radio Nacional, de la final del Campeonato del Mundo).