En la exposición universal que es la Copa Mundial de la FIFA, los argentinos ya dejamos una de las imágenes de Qatar 2022: Pablo Aimar como una bomba de angustia, hiperventilando, tapándose la cara después del gol de Lionel Messi a México, el comienzo del alivio frente a la fatalidad posible -y única- en la historia de la selección: quedar eliminada en el segundo partido de un Mundial. Aimar, cultor del disfrute, sabio de voz templada, fuera de sí. Con Lionel Scaloni, el entrenador, golpeándole el pecho para que reaccionase, consultándole igual los cambios a su ayudante: “¡Cuti y quién! ¡Cuti y quién!”. El Mundial es esa copa por la que un técnico campeón del mundo dijo que se mataría -“memato, memato”-, pero con la que no guarda una foto. “El sueño y la aspiración es, algún día, ser el que canta el himno -dijo una vez Aimar-. Recuerdo ver el Mundial 86 y pensar en que esos locos que estaban ahí cantando el himno tenían a su familia mirándolos en ese momento. Querer ser eso, y es un montón saber qué querés ser”. El Mundial, confirmamos, estrella al fútbol y entonces no sólo es fútbol.

Un mes antes del inicio de Qatar 2022, a Aimar se le murió su madre, Mary Giordano. Un infarto. Vivía en la cordobesa Río Cuarto, ciudad de nacimiento. Aimar es un hombre sensible como pocos en un ambiente muy reaccionario y plagado de “códigos”. Pero también vive y siente al fútbol como pocos. Y es argentino, lo lleva adentro. La definición del grupo C ante Polonia en el estadio 974, la clasificación a octavos de final, no será tan diferente en términos de tensión, de situación límite, de peso en el cuerpo. Lo que puede ser diferente es la actuación argentina, más suelta, más liberada. Después del 2-0 de Enzo Fernández en el Lusail, del golazo, el que lloró fue Scaloni. Desahogo. “Habría que tener un poco más de sentido común y pensar que es sólo un partido de fútbol”, reflexionó Scaloni en la conferencia de prensa. “Yo recibí ahora un mensaje de mi hermano llorando, que se fue al campo para no ver el partido. No puede ser. La sensación es que te estás jugando más que un partido y la verdad es que no lo comparto. Es difícil hacerle entender a la gente que mañana sale el sol, ganes o pierdas. Lo importante es cómo hiciste las cosas o si intentaste hacerlas lo mejor posible”. Las palabras son bienvenidas -ideales- aunque lo difícil -lo real- parece ser llevarlas a la práctica. Hasta para Aimar y Scaloni. Argentina se paraliza por una pelota.

La escena de un Aimar poseído en el banco es más explicativa que cualquier palabra que se pueda decir o declarar sobre la selección. Sobre el fútbol y la Argentina. Aimar entró en trance después del gol de Messi. Messi lo tenía como ídolo en la infancia. En la figura de Aimar se comprende la vuelta de Messi a la selección tras el caos de Rusia 2018. La gestó Aimar. “Hola Leo, soy Scaloni. Con Pablo queremos hablar con vos”. Messi volvió a jugar con la selección en marzo de 2019. “Las imágenes de Scaloni y Aimar llorando en el banco de suplentes como si estuvieran viendo el final de E.T. -escribió Juan José Becerra en elDiarioAR– tienen el valor que hay que darles a esas personas que viven en la silla eléctrica, subiendo y bajando con nosotros las mismas olas de la emoción colectiva”. Respetado puertas adentro, por los futbolistas, Aimar oficia de consejero táctico y estratégico de Scaloni. Ahora lo vio el mundo. “No me sorprende lo que ha hecho Scaloni porque siempre fue un apasionado del fútbol -escribía Aimar en febrero de 2021 en Coaches’ Voice-. Lo que más le admiro es la tranquilidad con la que se tomó el lugar, lo bien que lo lleva, la comunicación y la comunión que tiene con los jugadores. Él, como cabeza de grupo, es alguien que toma riesgos y los asume, y es admirable la paz con la que se toma el lugar en el que está”. Contra México, regresó la locura scalonista.

Hay un segmento del programa radial Vuelta y Media que se llama “Fútbol o muerte”. Es una parodia de un programa de TV. “¡Ganar es vivir, perder es morir!”, vocifera en cada envío el conductor Héctor Di Payaso, en la piel de Sebastián Wainraich. El humor, se sabe, parte de la realidad, la exagera, la estira hasta el absurdo. “Cuando jugás, la vida se simplifica de una manera excepcional. La vida es confusa, contradictoria, querés esto pero también aquello y no se puede, y después está lo que tenés que hacer, no lo que deseás –dijo el escritor Eduardo Sacheri-. Pero cuando jugás, es simplísima y pequeñísima. Cualquier juego tiene muy pocas reglas y un objetivo. No sólo el fútbol. ¿Y qué es ganar? Vivir. ¿Y qué es perder? Morir. Cuando jugás, tu vida se reduce a vivir y morir. No tenés tiempo de poner tu mejor perfil, porque necesitás vivir”. Aimar, un tipo inquieto, autocrítico, lee a Sacheri. Y no sólo le pone la mente a sus tareas, al fútbol: también el corazón.