Se terminan los siete minutos que le agregaron al segundo tiempo. Hace un rato, la Argentina estaba parada en el área australiana, en posición de terminar este partido sin alteraciones cardíacas. Lionel Messi lo intentaba, lo intentaba Lautaro Martínez, lo intentaban todos y nadie podía. Pero ahora mismo, unos segundos después, la pelota vuela por el área de la Argentina, está del otro lado. Hay que anotar el nombre del jugador que no habrá que acordarse de memoria, es Garang Kuol, el 21, que tiene 18 años y 79 días y es el jugador más joven en jugar un Mundial. Nació en Egipto, el país donde sus padres se exiliaron para escaparse de Sudán del Sur. Kuol, que entró último a la lista australiana, tiene la posibilidad de que su equipo estire la estadía en el Mundial, lo intente al menos unos minutos más, y tiene la posibilidad de ahogarle el día a la Argentina, la noche en Qatar. Pero en el arco argentino está Emiliano Martínez, el Dibu, con su banderita pintada en el pelo, que se lanza sobre la pelota y la abraza, la esconde, y sobre él se tiran Enzo Fernández y Nicolás Otamendi para cubrirlo pero sobre todo para amarlo, para darle las gracias. Dibu se pone de pie, lo festejan, pero él todavía con la pelota en sus brazos, haciéndole upa, aliviándole el brote de nervios al país futbolero.

La atajada de Dibu Martínez valió la clasificación a los cuartos de final de Qatar 2022, lo que no pudo ser en Rusia 2018. Pero esa atajada, que además es mérito del arquero porque es un buen disparo de Kuol, se pone en valor con lo que había hecho el equipo antes, un triunfo que tuvo que trabajar con mucha cabeza, también con paciencia y fútbol. Lo abrió con Messi, lo amplió con Julián Álvarez, pero se le volvió a complicar el camino cuando Australia achicó la distancia cuando un rebote en Nicolás Otamendi le ganó a Craig Goodwin. La pelota se desvió en Enzo Fernández. Nada va a ser fácil, como no lo fue Australia.

Ahora, acá, en el inicio del partido, no pasa un segundo que ya se sabe que esto será una guerra de guerrillas. Apenas la pelota se pone en marcha, el ejército de jugadores australianos se lanza a la búsqueda de los argentinos, moviéndose en bloque, con las dos líneas de cuatro, con los dos de adelante, y rotando, sumándose otros dos a esa primera barrera. Australia tiene un plan: no dejar ningún paso fronterizo abierto y buscar el error en la salida argentina. Lo primero le sale bien, no hay lugar por dónde ir.

La primeros tres minutos y medio parecen una eternidad porque muestran lo pesado que va a ser esto. Es lo que tarda la Argentina en cruzar la línea media de Australia. Mueve la pelota, intenta avanzar pero tiene que retroceder; prueba con un pase largo y tampoco. Recién en ese lapso Alejandro «Papu» Gómez, por la izquierda, encara al área, ensaya lo que sería un centro en el que después reclama una mano australiana. No pasa nada.

Rodrigo De Paul es el que mejor administra la situación del partido. Baja, se conecta con Nahuel Molina, con Enzo Fernández, lo buscó a Lionel Messi, sale a recuperar si hay una pérdida. Cruza la pelota a la izquierda hacia Marcos Acuña cuando los pases se acumulan por derecha. Acá está Rodrigo De Paul si lo estaban buscando. Y acá está el equipo argentino bajo el rigor australiano.

Graham Arnold, el técnico, aplaude a sus jugadores, los alienta, a veces les pide que salgan, que no se paren tan atrás. Aziz Bechich le cae a Messi, le avisa que así van a ser las cosas. Después va Jackson Irvine contra Acuña. Papu intenta salir del encierro. Dejó hace un rato la derecha para correrse hacia la izquierda. Pero lo que viene es un momento en el que Australia tendrá la pelota. La Argentina le va a dejar hacer, va a regular un poco el físico –ya pasaron veinte minutos de partido–y va a intentar que así se le generen espacios para un contragolpe. Pero Australia tiene un corner, y después tiene otro centro, y este es un partido distinto al de México o con Polonia. Australia tiene otra decisión, incomoda a la Argentina. Cuti se equivoca en la salida. Es un momento difícil.

El festejo de la Selección.

Messi es el que empuja. No puede tocar la pelota con comodidad por la marca australiana. Así que sale a buscar al lateral, a Deltic, lo presiona él mismo sobre la línea y lo hace con tanta fuerza que lo saca de la cancha, le hace sentir con dureza el talento de su cuerpo. El australiano reacciona con cara de malo, le pone el pecho, pero Messi se aleja. La combustión está hecha. En un rato llega el gol. Centro de una falta que hace Messi, la pelota le vuelve, arma con Alexis Mac Allister, aparece Otamendi que en el intento de control termina tocándosela para que Messi defina con la zurda.

Lo que se abre después de ese gol es el mundo. Pero Australia advierte que no va a renunciar. Si el primer tiempo se fue con tranquilidad para la Argentina, la segunda parte empieza otra vez con Australia dispuesta a la presión. Sus jugadores parecen incansables. Casi se la roban a Dibu una vez. Lionel Scaloni decide defender otra vez con tres centrales, manda a la cancha a Lisandro Martínez. Australia persiste en la presión, Nicolás Otamendi da un pase complicado para Dibu y otra vez zozobra. Pero eso que quería hacer Australia lo consigue la Argentina. La presión es de De Paul, el gol es de Julián.

El partido ahora es para disfrutar. Para ver a Messi gambetear y que las tribunas se vengan abajo con su pleitesía. Es su partido, su momento. Lo que pasa ahora en el Ahmad Bin Ali –en Al Rayyan, que es algo así como riego porque acá se acumulaba el agua– es para que Messi se solace, pase australianos, ensaye pases. Hay lugar para todos. Se va Julián y hay ovación. Se va Marcos Acuña y hay ovación. Pero cinco minutos después, un poco más, llega el gol de Goodwin. Se podría hacer un meme: «¿Estabas tranquilo? Estabas».

Pero ahora que ya pasó, que pasó todas las que tuvo Lautaro como si una maldición pesara sobre él, que Dibu ya hizo lo suyo, queda la celebración de un equipo en el campo de juego. Fue más para celebrarla que para sufrirla pero estos partidos tienen siempre una trampa lista. Si conseguís saltarla, como consiguió la Argentina, te pueden hacer crecer. Ahora viene Países Bajos, pero primero unos días de descanso, el que no tuvo para este partido. De acá hasta el viernes, un reposo necesario.