En Uruguay 1930, el primer Mundial de la historia, el entonces presidente de la FIFA y creador de las Copas del Mundo, el francés Jules Rimet, descendió del barco junto a las cuatro selecciones europeas que llegaron para participar en Montevideo –Francia, Rumania, Yugoslavia y Bélgica– con un trofeo hasta entonces desconocido pero que luego se convertiría en una obsesión para millones. Por las dudas, para que nadie se la robara, Rimet protegió a la Copa del Mundo dentro de una caja de zapatos. Habría sido una gran imagen para la posteridad pero, como nadie tomó en cuenta ese detalle, su primera foto en Uruguay fue absolutamente rioplatense: tomando mate: «Mister Rimet prueba el primer amargo», publicó un diario uruguayo de la época, el puntapié inicial para una pequeña pero tradicional relación, la del mate con los mundiales, un encuentro que se renueva cada cuatro años. Para la Selección Argentina –y la uruguaya y la brasileña e incluso para franceses como Antoine Griezmann, pero también para equipos ausentes en Qatar como Paraguay– no hay Copa del Mundo si no hay provisión de mates, yerba y termos.


Si la yerba para Qatar 2022 fue aportada por la cooperativa correntina de Colonia Liebig (un pueblo de 5000 personas en el límite con Misiones) que produce la conocida marca Playadito, los mates que viajaron a Medio Oriente también son originales de otro lugar de Corrientes: se confeccionaron y se tallaron en el taller familiar que los hermanos Mingo y Piqui Obregón tienen en la ciudad de Mercedes, patria chica del Gauchito Gil y principal puerta de ingreso a los Esteros del Iberá. «La conexión con la AFA llegó a través de un cliente que tenemos que a la vez es miembro de la Comisión Directiva», revela Mingo desde la Mercedes correntina, 670 kilómetros al norte de Buenos Aires.


Ya en horas de un Mundial relacionado con una monarquía absolutista que mueve parte del petróleo y el gas que hacen girar al mundo y de empresas multinacionales que pagan decenas, cientos y miles de millones de dólares, el taller familiar Obregón Hermanos se infiltró en una comarca que solo parece destinada a las grandes firmas internacionales. Su trabajo no estará destinado a los pies de los ídolos pero sí a sus manos, entre ellas la de Lionel Messi y el Dibu Martínez.


«Trabajamos hace 35 años en el oficio de los mates pero con mi hermano nos independizamos hace 12, cuando nos pusimos este tallercito. Para el Mundial hicimos 50 unidades con 50 bombillas para la Selección y los enviamos a Buenos Aires, y de allí fueron a Qatar. Cada uno tiene los apellidos o las iniciales de cada jugador, de cada integrante del cuerpo técnico y de cada dirigente. Hace un tiempo nos pasaron desde la AFA los nombres que iban a integrar la delegación, más allá de las dudas finales por la lista de buena fe, y los tallamos en bronce», explican en Obregón Hermanos, una empresa sin gerencias ni áreas de relaciones públicas: «Somos cinco personas: dos muchachos que están aprendiendo el oficio. un señor platero, mi hermano y yo».


Por suerte, un par de los 50 mates que viajaron a Qatar fueron sin nombre escritos en sus bordes. Teniendo en cuenta los cambios que hubo hasta último momento en la delegación de Lionel Scaloni, en las últimas horas seguramente recayeron en jugadores como Thiago Almada y Ángel Correa, los últimos en incorporarse a la lista final de 26. El caso contrario es para Giovani Lo Celso: el volante del Villarreal ya tenía su calabaza preparada y tallada.


Aunque son industria nacional, correntina, los mates que los argentinos llevaron a Qatar también tienen un componente brasileño. «Las calabazas las compramos en Brasil, en la región de Santa Catarina, ahí pegadito a Misiones, donde la tierra es más fértil que acá y le da muy bien al mate. Son calabazas más gruesas, resistentes, y pueden durar ocho o nueve años».


Si parte del mate está confeccionado con un producto del suelo brasileño (también se supo que algunos jugadores de la Scaloneta prefieren la yerba Canarias, de origen uruguaya pero producida al sur de Brasil, en los estados de Santa Catarina, Paraná y Rio Grande do Sul), los mates que fabrican Mingo y Piqui Obregón son los llamados de estilo uruguayo, con la boca mucho más ancha que la de los de los tradicionales argentinos. «Estilo imperial», precisa, con causa de conocimiento, el experto Mingo. «Nosotros, el resto del año y para nuestro público habitual, solemos hacer otro tipo de producto, pero el mundo del fútbol se vuelca más el estilo imperial, uruguayo, desde los jugadores hasta los dirigentes, así que con todo gusto nos adaptamos a eso. Tampoco se trata de una extravagancia», agrega.


Los mates argentinos en Qatar, explica Mingo, «están hechos de calabaza forrada con suela, en rigor baqueta, que es un poco más fina. Después tienen detalles de alpaca con bronce. Las iniciales de los nombres en los bordes, o los apellidos en otros casos, están grabados en bronce, igual que el escudo de la AFA en la parte delantera del mate. También la base del producto es de bronce», sostiene.
Para los Obregón, su acuerdo con la AFA es solo una parte de su actividad habitual: «En el año hacemos unos 60 mates por mes, dos por día, pero por lo general son de otro tipo. El que hicimos para la Selección, el imperial, tiene la boca más ancha, y puede ser de 10 centímetros, o 9, incluso 8, pero es diferente al que fabricamos normalmente, que es más chico». El Mundial empezará hoy pero, a su modo, los Obregón ya lo ganaron. «