Una pregunta empecinada, como en un tango, surgía como un rumor en el estadio: iba más de media hora y ninguno de los dos había rematado al arco. Pero apareció Messi otra vez para alejar el rumor de los fantasmas. Luego apareció el que corre de una trinchera a la otra y no le importa lo que le tiren, De Paul: vio el regalo y lo fue a buscar con una ambición maravillosa, para dárselo a Julián…

La gente rasgaba el aire húmedo de Doha con el entusiasmo de las grandes fiestas. Hacen viento para que el desierto misterioso preguntara: ¿qué es lo que está pasando? Messi, fue la respuesta. Era la Argentina que se acercaba a la clasificación, de por sí angustiosa, aunque queríamos que siguiera la película del 10. Y aún restaba la atajada milagrosa del Dibu Martínez… Más dramático no pudo ser. Más increíble no pudo ser. Se ingresaba en un final memorable. La emoción era inaguantable. El Dibu hizo una de Messi, una atajada que valió más que un gol. La Selección tenía que ganar 4 a 1 pero casi era empate…

Loas a Messi pero también al arquero que evitó los penales. Fueron emociones que recordaremos toda la vida. Pasaran años y contaremos ese partido inolvidable que relatamos por Radio Nacional merced al enorme esfuerzo de la plataforma Relatores. Rememoraremos que Lionel deslumbró pero que Australia estuvo a un tris del 2-2: nos quitamos el sombrero por su lucha hasta el final, no como Polonia.

Y llegó el abrazo de todo un país. Ahí está el canto sostenido. Si usted quiere una noche de fútbol espectacular en un partido de copa del Mundo, vénganse a ver a la Argentina. Un gran espectáculo que no sólo debe ser artístico (lo es por Messi) sino apasionado y apasionante (lo es por De Paul y por Dibu). En medio del desierto de Qatar hallamos un partido grandísimo con las emociones que sólo puede generar el fútbol.

Revolean las camisetas. Todos abrazan a Messi, también al Dibu. A futuro. Al fútbol.  «