Tuvo que llegar el partido mil de Lionel Messi para disfrutar de su partido más mundialista. Su gol fue la obra que construyó el triunfo, la piedra basal del pase a los cuartos de final en Qatar 2022. Pero lo que se vio en la noche de Medio Oriente fue más que un gol. Fue el vínculo con los hinchas que lo veneraban en las tribunas, su compromiso con el equipo, y esos arranques en donde todo se enciende. En este país donde mandan las luces de los edificios futuristas del centro de Doha, el skyline de una ciudad led, las fuentes de agua y las fachadas que cambian de colores, Messi se corrió a los suburbios qataríes, a la ciudad de Al Rayyan, para iluminar esta noche de Mundial.

Y su gol fue el 789. Pero esa lista, su récord como futbolista profesional, no contempla lo que significa cada gol. El de ayer frente a Australia fue el primero que hizo en una instancia de mano a mano. El primero que hizo en un Mundial fue contra Serbia y Montenegro, primera fase de Alemania 2006, fiesta 6-0. De Sudáfrica 2010 se fue con el peso de lo que sintió una maldición, no hizo goles. Lo intentó de todas las formas y de todas las formas no salió. En Brasil 2014 hizo goles en los tres partidos del grupo, con Bosnia, Irán y Nigeria, y ahí se quedó. Rusia 2018 entregó su gol a los nigerianos en medio de la angustia. Lleva tres goles en Qatar. Tiene nueve goles, pasó a Diego Maradona. Y por supuesto que en Brasil tuvo final, goles y buenos momentos, pero no tuvo ningún partido como este.

Qatar 2022 empezó como un mal sueño del que Messi y el equipo se despertaron. Y mientras eso sucedió, mientras más despierto, más comenzó a disfrutarlo. Había que verlo mientras bajaba del micro, sonriendo con Leandro Paredes, o en la salida a la cancha, saludado por una de las niñas que acompañan a los equipos. Su cara también es la de un niño, que es la que se le forma cuando atraviesa un estado de felicidad.
El gol que gritó fue un dibujo propio apoyándose en sus compañeros. Aprovechó todo lo que tuvo a su alrededor. Tiró el centro, le volvió, jugó con Alexis, le sirvió el toque de rebote de Otamendi, y después enfocó a la perfección. Que Messi (35 años) haga goles alivia al equipo, que se debe a él, lo busca, pero no lo compromete a que resuelva todo. Messi entrega soluciones en un equipo que lo rodea con herramientas. La felicidad de Messi se expande a sus compañeros.

Sobre la cancha desparramó un fútbol mágico. Estuvo en todos lados. Dio pases en lugares imposibles, armó una apilada maradoniana desde la mitad de la cancha, bailó a australianos dentro del área. Jugó un partido para más goles pero el partido al final fue injusto con él. Cuando Messi dice que el equipo terminó sufriendo al pedo, bien rosarino en su tono, tiene razón. Debió haber sido más la diferencia para la Argentina y pudo haber sido demasiado premio para Australia si Dibu Martínez no salvaba la jugada del final. Una imagen del vínculo futbolístico con sus compañeros fue la jugada que le entrega a Lautaro Martínez el gol, que podía ser de él pero que también sabe la importancia que tiene no hacerlos para un goleador.

Messi necesitaba tener este partido. Los hinchas lo aman, le dedican ovaciones, cantan que de la mano de Leo Messi, pero este fútbol en esta noche sobre todo era por él. Por sus hijos, como dijo en la conferencia de prensa, que están más grandes y entienden más qué significa todo esto. Y necesitaba un partido así para disfrutar del Mundial por el que más se preparó, el que más pensó. Y el que ahora le ofrece estos días.
Los mundiales se perdían cosas de Messi. Qatar 2022 por ahora lo tiene todo.

La creencia de Scaloni

«No tenemos que dejar de creer en nuestro fútbol». La frase la dijo Lionel Scaloni después de la clasificación a cuartos ante Australia. También, a su modo, la había dicho cuando Arabia Saudita le dio una piña en la cara en el estreno en Qatar. «Nos vamos a levantar», fue el mensaje de aliento de esa foto de hace doce días.

Si hay algo que el técnico repite cada vez que puede es el apoyo al grupo que festejó un título la Copa América después de 28 años. «Estos chicos nacieron para jugar estos partidos. Están capacitados. Lo importante es que jueguen al fútbol y hagan lo que saben hacer», repitió esta vez sin dejar de admitir que podrían haber liquidado la historia para terminar sin sobresaltos.

«El fútbol es pasar situaciones. Hay momentos que tenés que ir a la guerra, otros defender y los jugadores lo entienden», dijo. También dejó señales para lo que viene. Recuperar a Ángel Di María –»Esperamos que pueda estar»– y también el físico del resto –»Estábamos justos»– asoman como los asuntos centrales hasta el próximo viernes.

Ahora, los Países Bajos

La aventura de la Selección en Qatar 2022, ya en los cuartos de final, seguirá este viernes a las 16 contra Países Bajos, la nueva denominación oficial de la antigua Holanda, histórica rival de Argentina en los mundiales.

El último antecedente fue en la semifinal de Brasil 2014, cuando Argentina ganó por penales. El técnico neerlandés (en ese momento holandés) era el mismo de ahora, Louis Van Gaal, quien ayer, tras el 3-1 ante Estados Unidos (y antes del Argentina-Australia), dijo que un partido contra nuestra Selección sería una revancha. «Con Argentina empatamos y luego perdimos en los penales, así que es bueno que sea una revancha», comentó Van Gaal.

El Argentina-Países Bajos del viernes, por un lugar en las semifinales de Qatar 2022, será el sexto enfrentamiento en mundiales con un saldo parejo: dos triunfos por lado en etapas eliminatorias y un empate en fase de grupos. El partido más importante, desde ya, lo ganó Argentina, y fue la final de 1978, el 3-1 en tiempo suplementario que significó nuestra primera Copa.