Luego de la trilogía relacionada con la dictadura militar argentina, hace un año y medio aparecía  en Francia  una nueva novela de la celebrada autora de “La casa de los conejos”, Laura Alcoba (1968). Se trataba de “A través del bosque” que, recientemente, acaba de publicarse también en Argentina.

En “La casa de los conejos” (Edhasa, 2008) la escritora se reencontraba y recreaba la voz de la niña que fue cuando vivía en una casa en la que un criadero de conejos ocultaba la publicación de un diario clandestino de Montoneros. En esa casa Alcoba convivió con Diana E. Teruggi, nuera de Chicha Mariani, madre de Clara Anahí, y con su pareja, Daniel Mariani.

El 24 de noviembre de 1976, los habitantes de esa casa fueron asesinados por un grupo de tareas. Sobrevivió Clara Anahí, que fue secuestrada a los tres meses de haber nacido. Poco antes, la madre de Alcoba había dejado la casa en la que vivía con ella y  se había exiliado en Francia. Esta novela tuvo una enorme repercusión y  fue llevada al cine por Valeria Selinger.

En la segunda novela de la trilogía, “El azul de las abejas” (Edhasa, 2015) la autora narra el momento en que aprende francés para reunirse con su madre en el exilio francés y se escribe con su padre, que está preso. Ambos acuerdan en leer, “La vida de las abejas” de  Maurice Maeterlinck, para poder hablar de un tema compartido por ambos.

“La danza de la araña” (Edhasa, 2015) es la novela que cierra la trilogía. En este momento, la narradora/autora está por ingresar en la adolescencia, vive en Francia con su madre y una compañera de militancia de ésta. Su padre acaba de obtener la libertad condicional y viaja a Francia porque la situación política sigue sin ofrecerle garantías. La trilogía sería publicada completa a través de Alfaguara.

“Los pasajeros del Anna C”, (Edhasa, 2012), aborda la historia de un grupo de jóvenes que viaja  a Cuba con un afán revolucionario, Mientras que en “Jardín blanco” (Ehasa, 2010) en su afán de narrar el exilio de Perón, la autora descubre que éste ha vivido en el mismo edificio que Ava Gardner, una anécdota verídica que cuenta la propia actriz y que Alcoba transforma en literatura.

Realidad y ficción

A esta altura parece innegable que la ficción de Laura Alcoba se alimenta de la realidad política argentina. Su última novela, “A través del bosque” no es la excepción, aunque en ella la realidad política aparece más como soporte o trasfondo de otro hecho también real: el asesinato de dos de sus pequeños hijos por parte de una mujer argentina exiliada en Francia a en razón de la dictadura militar impuesta en su país.

También ésta es una historia de infancia que la autora no vivió de manera directa, pero de la que escuchó hablar a su padre. La novela supuso una tarea de investigación por parte de la autora que se entrevistó con sus protagonistas, de los que ha cambiado sus nombres. Esa tarea de investigación está incluida en la propia novela.

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«A través del bosque»

La historia comienza en La Plata, donde Griselda, la protagonista, vive junto a sus padres y hermanos en la certeza de que su madre no la quiere.

En su juventud, en una librería de esa ciudad conoce a Claudio, un militante político del que se enamora, pese a que él es casado y tiene hijos. La relación se desarrollará hasta un punto en que Griselda no podrá seguir sosteniendo la doble vida de Claudio y lo conmina a que tome una decisión. Claudio dejará la casa de  su esposa y ambos partirán luego a Francia en virtud de sentirse amenazados. Son los momentos previos de intensa violencia política que precedieron al sangriento golpe militar de 1976.

En Francia Griselda se dedicará primero a limpiar casas y luego conseguirán alojarse en la conserjería de una escuela, donde nacerán los tres hijos de la pareja. Flavia es la mayor y a ella le seguirán dos varones. En su ciudad natal Griselda ha pasado por varios e infructuosos intentos de suicidio. En el último dejó de probar con calmantes para dormir robados de la farmacia de su padre y optó por dispararse en la cabeza, pero la bala se alojó en su cerbro sin aparente daño y los médicos decidieron no sacarla de allí.

El 14 de diciembre de 1984, Griselda se levanta con intenso dolor de cabeza, le dice a Claudio que no se siente bien, pero éste, que se está pintando una pared, le pide que se vaya. La vida difícil del exiliado ha comenzado a desgastar la pareja y él es incapaz de entender que ella no está bien, aunque desde hace unos días nota que se pinta la cara de manera inusual, con un exceso poco común que llega al grotesco.

Ese día, mientras Claudio termina su trabajo de pintura, Griselda, Como Medea, pero sin provocar sangre,  Griselda matará  a sus dos hijos menores ahogándolos  en la bañera. La mayor, Flavia, de seis años, se salvará por encontrarse en la escuela. Griselda va a buscarla, pero la maestra la retiene intuyendo que la madre, con el maquillaje corrido,  empapada  e indiferente al frío invernal, no se encuentra en sus cabales.

Luego de varios meses de prisión, una joven abogada rescatará a Griselda del encierro para llevarla a una institución psiquiátrica, donde será visitada por Claudio y por Flavia.

Con el tiempo, la hija que se salvó de ser asesinada, se convertirá en una reconocida fotógrafa que, cuando se entrevista con la autora, tiene 40 años.

Foto: Pedro Pérez

Lo inexplicable

Flavia habla de su Grisela como una madre amorosa, dedicada y siempre presente. El crimen de sus hijos es un hecho inexplicable. Nadie le encuentra una razón, ni siquiera la propia autora del asesinato.

En Flavia prima el recuerdo de una madre cariñosa y ese acto irreversible y tremendo será definitivamente un punto oscuro de la historia de su vida renuente a cualquier tipo de racionalización.

Alcoba podría haber escrito con todo este material una obra de no ficción, sin embargo, como siempre, necesitó ficcionalizar la realidad para dar cuenta de ella.  Acaso, paradójicamente, los hechos reales tengan una existencia más plena en la ficción, en este caso, como en la trilogía, la ficción autobiográfica. El padre de Laura, de quien escuchó esta historia,  había convivido un tiempo con la familia de Griselda y Claudio en la estrecha conserjería cuando comenzó su exilio en Francia.

Esta historia, como las anteriores, fue escrita en francés y la traducción fue de otro escritor, Eduardo Berti. En esa lengua que en algún momento le resultó extraña y que ahora habla de manera cotidiana, ya que vive en Francia desde los diez años, Alcoba pudo poner por primera vez su infancia en palabras. A pesar de que a esta altura de su vida ha vivido más allí que en Argentina, el país en el que pasó su primera infancia, más específicamente en La Plata, esta ciudad sigue siendo un punto de referencia insoslayable.

Aunque este material tenga elementos autobiográficos, es muy distinto narrar una historia propia en primera persona como en “La casa de los conejos”  que narrar una historia con la que se ha tenido un contacto, pero que es, definitivamente, ajena. Es probable que a la autora –y esto es solo una inferencia- le haya costado salir de aquella voz narrativa infantil  en la que se instaló  y que fue un hallazgo que la consagró internacionalmente.

Las voces infantiles  tienen cuando están tan logradas, como en el caso de Alcoba, de Leila Sucari en «Adentro tampoco hay luz» , de Julián López en “Una muchacha muy bella” o en Facundo Abal en “Un tornado alrededor”, tienen una enorme potencia narrativa a la que no debe ser fácil renunciar.

En cualquier caso, la nueva novela de Alcoba logra convertir exitosamente una historia real en una novela en la que ficcionaliza incluso su  propia investigación y hasta su imagen de investigadora. Como  un mago que insiste en que el público esté atento a su truco, la escritora hace ficción mostrando a los ojos del lector que es una cronista de la realidad.