El recorrido de Argentina hasta los cuartos de final, tras la derrota inicial ante Arabia Saudita, no sólo es la historia de una reconstrucción en el campo de juego. También lo fue en las tribunas de Doha.

«No respeten sus lugares. Vayan al sector amarillo del estadio. Donde hay una butaca, entran tres personas», fue uno de los mensajes de los grupos de Whatsapp de los hinchas argentinos en Qatar antes de los partidos contra México, Polonia y, ayer, Australia. Así como los jugadores tomaron nota a la fuerza tras la derrota ante Arabia, la hinchada argentina también debió hacerlo. Twitter se llenó de mensajes: «¿Para qué viajan a Qatar si no cantan?» o «Cuando los chetos van a la cancha pasa esto». Quienes estuvimos ese día en el estadio sentimos cómo los cantos argentinos quedaron tapados por el «¿Where is Messi?» de los saudíes. Nuestra hinchada –como el equipo– tampoco logró juntarse: desparramados, no se hicieron escuchar.

Ya ante México, los cambios también se trasladaron a la tribuna. Hay quienes dicen que desde Qatar se pusieron en contacto con barrabravas en Argentina para que el Lusail –en el segundo partido– se vistiera de la Bombonera, el Monumental, el Gigante de Alberdi o el Florencio Sola. Lo cierto es que la mayoría de los barras de segunda línea –rige el derecho de admisión para 6475 hinchas– ya estaban en Doha desde antes, la mayoría de ellos de clubes del Ascenso. Y ahí fue cuando los mensajes de los dueños de los paravalanchas empezaron a llegar a los grupos de argentinos: «No respeten lugares, vamos al sector amarillo».

Detrás del arco defendido por el Dibu Martínez durante los primeros tiempos, integrantes de la segunda línea de la hinchada de Boca y representantes de Chicago, Belgrano, Atlanta y Argentinos organizaron la tribuna. En los estadios FIFA sólo hay plateas, pero en Qatar la «popular» argentina expulsó a los extranjeros que llegaban con su entrada numerada. Ante el pedido de los voluntarios, los argentinos ignoraron el pedido. El detrás del arco es celeste y blanco, no importa lo que digan los tickets.

«Esto es Dooooha», repite un amigo cada vez que la hinchada argentina copa los laberintos del mercado de Souq Waqif. Y lo repite porque las banderas con las caras de Diego y Messi aleja la teoría de que este Mundial es únicamente para gente a la que le sobra el dinero. La Copa América del año pasado hizo que varios hinchas que no tenían pensado viajar usaran sus ahorros para Qatar. En un grupo con más de 300 hinchas, ante la pregunta de Tiempo, el 65% respondió que armó el viaje a último momento con un gasto calculado en cuatro mil dólares.

«Apenas llegamos al Barwa –el barrio que los argentinos adoptaron como propio en Doha–, nos dimos cuenta de que en los cuartos entraban más de dos personas. Así que compramos colchones inflables y el hospedaje terminó saliendo más barato», contó un hincha. Algunos también confesaron que en Barwa nadie vigila las habitaciones vacías, así que en muchos casos ocuparon los colchones hasta la llegada de los inquilinos.

Lo que suele ser caro en los mundiales, no sólo en 2022, son las entradas. Para aquellos que no las consiguen al precio FIFA –la más barata está a 80 dólares–, la reventa suele triplicar el precio oficial. Pero en Qatar, por primera vez, la reventa no funciona. En algunos partidos las entradas bajaron de 600 a 100 dólares: los estadios a veces no se llenan y los argentinos especulan con los precios.

Otro movimiento al que recurrieron algunos simpatizantes son las entradas reservadas a discapacitados que la FIFA deja para cada partido –son gratis si se presenta un certificado de invalidez–. En la puerta de los estadios se vio cómo hinchas sin problemas físicos pedían una silla de ruedas e ingresaban acompañados por un amigo –que, a su vez, debía pagar 11 dólares–. Una vez adentro, ya nadie vigila ni pide el certificado, así que quienes habían simulado su discapacidad para ingresar vuelven a caminar e incluso a saltar.

Hay quienes también encontraron un negocio en la falta de alojamiento. Varios argentinos se conectan con residentes para sustentar su estadía. A cambio de un porcentaje, buscan inquilinos. A todas las partes les cierra: no es fácil encontrar lugares para dormir y ese boca en boca es la solución más frecuente.

Los hinchas de traje y corbata también están pero, ante la organización popular, quedan en segundo plano. Ocupan las butacas más caras y acompañan de lejos el canto «En Argentina nací, tierra de Diego y Lionel, de los pibes de Malvinas que jamás olvidaré». En Doha se alojan en La Perla, el barrio más caro, a 30 kilómetros de Barwa.

«Jugar cada tres días no era fácil pero extrañábamos el aliento, es impresionante», dijo Messi tras el 2-1 ante Australia, otro show más de la unión jugadores-hinchas en Qatar, a la espera del próximo paso, el viernes ante Países Bajos. «