Suena Wos en el 947, Luz Delito. Es el segundo gol de la Argentina, lo hace Julián Álvarez, y entonces este cubículo hecho de containers, en Ras Abu Aboud, sobre la costa del Golfo, explota de goce. Es todo argentino en la noche de Doha, el fútbol y la fiesta, que no siempre sintonizan. Después de un comienzo mundialista con derrota inesperada, inmersa en la confusión, aturdida, con la posibilidad de irse al segundo partido, la selección termina la fase inicial con una victoria sin matices frente a Polonia, 2-0, como primera del grupo y con su mejor versión. Dio una muestra de juego, mostró su idea, un flow demasiado argentino. Lo dice Wos.

Pero ahora nadie se quiere ir de la cancha porque hacía falta algo así acá y allá, un respiro que se convierta en agite. Muchachos, canta la masa tardía, ahora nos volvimos a ilusionar, cantan los que se quedaron al goce de la celebración mientras descubren el nuevo día, el inicio de la madrugada en Qatar. Lo que se necesitaba era no sufrir al menos por una vez, que el trámite de un partido argentino entregara la tranquilidad que supo dar este equipo en el tiempo que se mantuvo invicto, donde cada encuentro era un abrazo colectivo. 

La alegría que se expande en las tribunas, la que camina por las salidas del estadio, es la clasificación de una selección que empezó golpeada y termina primera. Ahora le toca Australia, el sábado a las 16 de la Argentina. Pero lo que permite la fiesta acá y allá es la aparición de un equipo, de su juego, al que ese equipo no renunció ni cuando los caminos al gol parecieron obturados por la defensa polaca y, sobre todo, por su arquero, Wojciech Szczęsny, que se iba convirtiendo en la imagen de nuestras pesadillas cuando le sacó a Lionel Messi el penal que abría las aguas del mar mundialista. Ni Messi se apagó ni se apagó el equipo, que sacó lo que tenía a mano, el manejo de la pelota, la firmeza y la paciencia. Ese primer tiempo se fue con la preocupación de la ausencia del gol pero con la tranquilidad de que el plan estaba en marcha. Había sólo un equipo con la decisión de ganar, Polonia se dedicó a no tener la pelota. No juega para Lewandowski, su figura, no construye nada para él, sólo le implora, se entrega a su suerte. Pasó de fase por mejor diferencia de gol que México. Se va a encontrar con Francia.   

La selección argentina reconstruyó su autoridad. Se reconstruyó así misma. Fue el partido de los jugadores inesperados, los que no llegaron como titulares. El gol de Alexis Mac Allister, bien temprano en el segundo tiempo, fue tan inevitable como necesario. La pelota entró deslizándose a la esquina del palo. Y fue centro de Nahuel Molina, pero lo mejor fue todo lo que se enlazó antes, Rodrigo De Paul apoyándose en Cristian Romero, Romero viendo el pase hacia Molina, la participación de Ángel Di María, y el lateral yéndose al ataque para buscar el centro, algo que faltaba en ese equipo y este partido lo tuvo.

Fue Mac Allister el primero, fue Julián el segundo. Ninguno había llegado a Qatar para verse en las pantallas al inicio, las que anuncian las formaciones. Pero el jugador del Brighton encontró su lugar. Lo había hecho bien con México, hoy le agregó el gol. No fue casualidad que estuviera en el área, la busca todo el tiempo. Y lo de Julián fue un movimiento de Lionel Scaloni, que sacrificó a su goleador, Lautaro Martínez, para mandarlo a la cancha. Le sacó a la defensa polaca una referencia, Julián se movía y sus marcadores se desordenaban. Era él mismo el que generaba espacios para los demás. El gol, el lugar donde entra la pelota, lleva su firma. Pero también la del equipo que armó la jugada con 23 pases.

Enzo Fernández es el otro inesperado. Scaloni encontró el cinco para este momento. Su inclusión en la lista, acaso pensada para que juegue como volante por la izquierda, como pasador, resolvió un problema de esta selección. Si había alguna duda de que podía manejar el mediocampo del equipo las sacó en pocos minutos. Tuvo la contraseña del partido, asistencia a Julián, pase a Messi para lo que pudo ser el tercero. Despliegue, ritmo y toque. Robert Lewandowski cayó en la red que armó con los centrales, Romero y Nicolás Otamendi, patrón absoluto de la defensa. Pero lo de Enzo fue el partido total, cuando estuvo solo y cuando Leandro Paredes entró para acompañarlo en el medio.

Un equipo funciona en su totalidad cuando todos sus futbolistas aparecen en la foto. Ese es también un mensaje de Scaloni para sus jugadores, van a entrar los que estén bien, los que respondan. Y el mensaje de los futbolistas es aceptarlo sin malas caras. En otras selecciones, quizá otros tiempos, los grandes cambios, las idas y vueltas, pudieron convertirse en escándalo. Esto habla de un grupo, que lo de todos juntos no es sólo un slogan. Esos vínculos humanos, lo que pasa entre los jugadores adentro del campamento en el que conviven, son vitales para enfrentar las adversidades. Para encontrar el fútbol se necesita tranquilidad.  

Messi la tuvo también después del penal. La tribuna le rindió pleitesía, le cantó todo el partido. Le cantó con el penal, le cantó en el segundo tiempo. Y fue por primera vez todo el estadio, una novedad para Qatar 2022, donde los argentinos se encontramos primero con la multitud saudí y luego con el color mexicano. Esta vez el estadio fue de la Argentina y el grito único fue por Messi. “A Messi lo saco sólo si él me lo pide”, respondió Scaloni en la conferencia de prensa. Y Messi nunca quiere salir, vino a buscar lo que considera suyo. Le mostró los dientes a Lewandowski sobre el final, aunque al final del partido lo abrazó con seriedad. Algo se comentaron tapándose la boca. Demasiado duro pa’l mal gusto de tus amigos, dijo Wos en cada gol.