Además de ser un título inédito de Macedonio Fernández, “El sol y un fósforo” es, desde hace algunos años, una intervención musical y literaria sobre su obra. Cuenta con canciones e improvisaciones de los músicos Guillo Espel (guitarras y percusión) y Oscar Albrieu Roca (percusión y placas), puestas escénicas y lecturas en voz alta de textos de la autora Silvia Hopenhayn realizados fundamentalmente a partir de Cuadernos de todo y nada (el título bajo el que fueron publicadas las notas cotidianas del escritor).

Este espectáculo fue seleccionado por la plataforma Vivamos Cultura en 2021 y ahora vuelve a estar en la pista para el público: podrá verse los sábados de marzo a las 18 horas en Pista Urbana, en el barrio de San Telmo.

“Hay un antes y un después en la lectura de Macedonio. Uno no puede salir ileso de su obra, de la inmersión que produce. Hago una salvedad acá: él no la consideró una obra realizada, ni siquiera la terminó de hacer porque escribía en papelitos, iba anotando la vida en una obra inconclusa. De ahí que sigan apareciendo tantos libros póstumos: aún no han terminado de agruparse los papelitos que dejaba en los cajones”, dice a Tiempo Hopenhayn e hipotetiza: “Debe haber sido muy raro conocer a Macedonio, no sé cómo se comportaba en la vida esa persona tan genial que supo hacer de la literatura una de las bellas artes”.


Podría decirse que la experiencia de lectura de Macedonio es un acontecimiento, algo que cambia para siempre la lectura y la escritura. “Leer a Macedonio es volver a Don Quijote. Hay un túnel de varios siglos entre Cervantes y él que conduce al valor de la palabra como si fuese un ave migratoria. Macedonio me hace ver las palabras, no solo escribirlas”, dice la escritora y recuerda Museo de la novela de la  Eterna, donde “los personajes en la mitad de la novela se dan cuenta dan  cuenta de que tienen una vida finita y la vida finita es cuando se termina el libro”.

Foto: Gentileza Silvia Hopenhayn

Y agrega: “Así como cuando a nosotros se nos acaba la vida biológica, los personajes toman conciencia de que hay alguien afuera que respira y empiezan a sentir esa ventisca como una corriente de aire que los hace temblar y es nada menos que la respiración del lector. Cuando los personajes toman conciencia de que son palabras sin otro destino que la emoción de quien los está leyendo no quieren que se termine el libro y tampoco quieren que se vaya el lector.»

!Esa emoción -continúa- después de sentirla te hace escribir de otra manera, pensando en las palabras como vivientes. Por eso cuando escribo escucho las palabras tratando de encontrar, no sé si la palabra justa como decía Flaubert, pero sí la sonoridad del sentido”.


Este énfasis en el sonido fue el germen de la idea del encuentro que tendrá lugar en Pista urbana. “Todo esto me llevó a pensar en la música que puede acompañarlas y de algún modo me vino la imagen de Macedonio con su guitarrita, que es el gurú de nuestra pieza literaria musical”.


Se trata de otra de las intervenciones que la autora viene realizando con los músicos Guillo Espel y Oscar Albrieu Roca. El primero compuso una ópera de cámara ganadora del premio del Fondo Nacional de las Artes, Elecciones primarias. La ópera, basada en la novela homónima de Hopenhayn, se estrenó en el Teatro Cervantes en 2018 y Albrieu Roca formó parte como percusionista.

“Así nos conocimos: mi palabra cruzada con la música de ellos. Ese encuentro entre los tres nos permitió producir otros encuentros entre la música y la literatura”, dice y adelanta un futuro proyecto: próximamente realizarán un espectáculo sobre la obra de Felisberto Hernández, que retomará algunas de sus composiciones y sus cuentos.

Macedonio, las palabras y la música

¿Por qué decidieron llamar así a este encuentro? “”El sol y un fósforo” es un título merecido, recupera un título perdido de Macedonio Fernández. Así llamaba él a sus anotaciones cotidianas, sus impresiones, sus pensamientos casi aforísticos que iban a parar a los cuadernos que tenía en donde volcaba pedacitos de v ida hecha palabras. Con el tiempo esos cuadernos se terminaron publicando con otro título: Cuadernos de todo y nada. La pieza musical literaria que hicimos con Oscar y Guillo se basa sobre todo en los textos de esos cuadernos, entonces quisimos recuperar el título que el propio Macedonio le puso a sus palabras.”

Foto: Gentileza Silvia Hopenhayn

“Hay muchos casos en la literatura donde el nombre original de una obra se extravía, a veces por motivos caprichosos del destino o decisiones editoriales. El propio autor va cambiando los nombres de su obra hasta encontrar uno que probablemente no sea el verdadero, pero sí el acordado con una editorial”, dice la escritora y menciona dos ejemplos: Pedro Páramo, de Juan Rulfo, y Las afinidades electivas, de Goethe, que iba a llamarse “Los renunciantes”.


En “El sol y un fósforo”, explica Espel, se produce un efecto de ensoñación entre las palabras y la música. “Hay dos caminos. Uno tiene que ver con la exploración literaria, la apropiación que hace de ciertos textos Silvia en donde no se sabe si las frases que están surgiendo son específicamente Macedonio o son una construcción de Silvia. Este es un procedimiento que en el arte siempre es muy interesante.”

Y agraga: “Silvia en alguna medida hace una mirada sobre la mirada de Macedonio y hay una tercera mirada que es la que hacemos Oscar y yo, que es casi una respuesta espasmódica, una respuesta impulsiva a aquello que detona la palabra de Silvia. Es una palabra que contiene a su vez la fuerza y el lugar fantasmal de Macedonio y nosotros musicalmente nos sumergimos ahí. Si bien este espectáculo lo hemos hecho muchas veces, siempre son distintos y tienen un gran margen de improvisación y eso hace que cada pieza sea única para el público”, invita el compositor.

“El sol y un fósforo (Macedonio en pista)” puede verse los sábados 9, 16, 23 y 30 de marzo a las 18 horas en Pista Urbana (Chacabuco 874, CABA).. Las reservas se hacen por teléfono (011 4361 3015) o a través del mail ([email protected]).